Por Dyekman Rangel – Investigador musical
Los departamentos del Atlántico, Magdalena y, muy especialmente, Bolívar, se han construido musicalmente a fuerza de los golpes de tambor. Colombia, un país al que la generación que me precede parece ver con una visión unánimemente adversa al pluralismo, ignora que las tradiciones y músicas de las que gozaron durante años nacieron de las comunidades que han excluido, y que al mismo tiempo le pusieron ritmo a sus vidas.
El departamento de Bolívar es quizá uno de los más prolíficos en cuanto a la cantidad y diversidad de cantaores y cantaoras que han retratado en la música su cotidianidad, sus costumbres y su gastronomía. Su naturaleza era, ante todo, cantar, y así acompañaban sus quehaceres y vivencias. Cantos con los que incluso narraban situaciones pasionales o intimas como:
“Mi papa tenía un defecto
Se va…
Que no se amarra el calzón
Se va…
Cuando sale a la calle
Se va…
Saca al pajaro picón
Se va…”
La explicación de esta canción la cuenta la Niña Emilia en la famosa entrevista realizada por el periodista Ernesto McCausland, viralizada gracias a las redes sociales, les recomiendo verla.
Cantadoras como Petrona Martínez, Emilia Herrera, Irene Martínez y Totó la Momposina, son algunas de las mujeres de nuestro Caribe que han llevado la música costeña a trascender en el tiempo y más allá de las fronteras de Colombia. Todas ellas son del departamento de Bolivar y con un vinculo afro que la une: son referentes de las música del Caribe en el mundo.
Latin Grammy 2025
Hace un par de semanas se anunciaron los nominados a los Latin Grammy 2025, premios que ya han conquistado Petrona Martínez y Totó la Momposina, quien además recibió un gramófono honorífico a la excelencia musical en 2013.
Los artistas nominados fueron escogidos por un comité de votantes conformado por músicos y miembros de la Academia de la Grabación, quienes deben demostrar experiencia y trayectoria en la industria musical. Es decir, la selección está en manos de quienes realmente conocen y se dedican a la música.
Una vez más, Colombia se destaca en los Latin Grammy como país protagonista con 17 artistas nominados. Entre ellos figuran Shakira, Karol G, Andrés Cepeda, Silvestre Dangond, Puerto Candelaria, El “Checo” Acosta, entre otros, en diferentes categorías.
Hay una categoría de especial interés, porque en su esencia busca resaltar la naturaleza musical de los territorios, las luchas por la protección de las tradiciones y la ancestralidad de los pueblos: Mejor Álbum Folclórico. Allí aparecen nombres de enorme peso artístico, social y político, como el de la siempre maravillosa cantadora afroperuana Susana Baca, con su producción Conjuros.
Anónimas y resilientes
En esa misma categoría figura una propuesta de menor visibilidad, pero de gran trascendencia política y cultural para Colombia y el Caribe: #Anónimas&Resilientes, un álbum de 14 canciones y 4 testimonios que visibiliza a las cantadoras de bullerengue de los pueblos cercanos al Canal del Dique. Ellas, guardianas de las músicas que hacen parte de nuestra tradición e identidad, que en su cotidianidad defienden con sus cantos y las protegen transmitiendo los saberes a las nuevas generaciones.
Entre las cantadoras que participan en la producción discográfica hay una que tiene especial significado para mí y a quien conocí el año pasado durante la grabación del documental Voces del Bullerengue, en el municipio de María la Baja, situado en el departamendo del Bolivar. Dicho documental fue dirigido por mi amigo Ronald Curtidor y en el que se retrató el perfil del joven y talentoso cantador Irving Vanegas.
Durante el rodaje tuvimos la fortuna de conocer a María Isabel “Mayo” Hidalgo, autora del bullerengue Las Cruces popular entre la comunidad bullerenguera. Este sencillo hizo parte del primer volumen del álbum Anónimas y resilientes, ya nominado al Latin Grammy en 2019.
“Mayo” es hoy una de esas voces anónimas y resilientes que grabó en las dos producciones y habita en María la Baja. Vivió su juventud cantando en festivales junto a su tía La Yaya, una de las más reconocidas cantadoras de bullerengue de la región y el país.
En una entrevista nos contó cómo era la tradición bullerenguera de María la Baja, en la que los bullerengueros peregrinaban cantando, tocando y alegrando las calles del pueblo, visitando casa por casa, donde los recibían con comida y trago, para terminar en una gran rueda de bullerengue en la plaza, una tradición hoy extinta, victima de la violencia que azotó al pueblo desde los 90s.
“Mayo” es una matrona amorosa, dulce y risueña, que nos recibió con los brazos abiertos, dicharachera y mamadora de gallo, abriéndonos las puertas de su casa y de su corazón.
Durante el rodaje del documental nos recibió con la ternura de una madre sabia y herida, compartiendo su historia: desde joven fue corista y guardiana de la tradición de la cantadora Eulalia González, “La Yaya”, hasta ser considerada por ella como su legítima heredera, acompañándola en cada festival y cada presentación, siempre sosteniendo la tradición bullerenguera hasta su fallecimiento, aunque hoy no tenga el reconocimiento por su aprendizaje directo de la Yaya.
Tambien es una profunda conocedora del bullerengue, su baile y la manera en que los tamboreros deben interpretar el instrumento, en sus mismas palabras, se debe saber tocar el tambor, no se debe tocar arrebatao, sino sentao. Debe tener un equilibrio entre la calma y la energía para que cada golpe llame la atención de la bailadora, atraerla al tambor y lograr que olvide a su parejo el bailador mientras acompaña a la cantadora.
Durante la filmación vivimos un momento revelador: una rueda de bullerengue en la que “Mayo” recibió el micrófono como quien recibe un cetro. Pidió un trago, levantó la voz y entonó Las Cruces. En su canto se sintieron la fuerza, la ancestralidad y el dolor de una mujer que, habiendo partido de su pueblo, recorrió Venezuela durante más de una década en la búsqueda de su hija desaparecida. Allí, el dolor también silenció su bullerengue hasta su regreso a María la Baja.
Esa misma voz, hoy nominada al Latin Grammy, se me acercó al final de la jornada y, entre lágrimas, dijo: “Nunca me habían recibido de esta manera en mi pueblo.”
No quise preguntar las razones de esa frase, pues la XXX versión del Festival de Bullerengue en 2023 fue en su honor, pero sus lágrimas confirmaban la sinceridad de sus palabras.
Más allá de la nominación, este es un triunfo para el bullerengue, para sus protagonistas y para la tradición musical del Caribe. Esta nominación plantea un reto vital: que no se quede en aplausos aislados, sino que se convierta en oportunidades reales de circulación, en apoyos sostenidos, para que personas como “Mayo”, quienes a pesar de las carencias han sostenido la tradición cantando sin micrófonos, sin reflectores y sin apoyo, tengan el reconocimiento que merecen.











