Sólo cuando la sociedad sucreña y sincelejana en pleno defienda y dimensione la real importancia del legado de sus principales exponentes de la música, podrá construir una identidad cultural fuerte que sea el inicio de un nuevo imaginario colectivo.
Por: Frank Acuña Castellar*
https://youtu.be/dBc0SZa6Uhw
Si cerráramos los ojos y afináramos el oído en actitud de evocadora remembranza y postura contemplativa, aún podríamos ver e imaginar entre la tenue luz de uno que otro calabacito alumbrador, el acompasado movimiento de los dedos, escuchando los rítmicos pulsos del acordeón de Alfredo, Calixto, Cesar y Lisandro, fusionados en perfecta sincronización melódica con el inconfundible sonido del trombón de Tomás y Chelo, el bombardino de Tobías y Rosendo, la trompeta de Manuel, el clarinete de Abraham y Michi, la tumbadora de Edilberto y Kike, la caja de Carmelo, el saxofón de Armando, Julián y Arturo, los timbales de Humberto y Julio Ernesto, el güiro de Rafico y la guacharaca de Danuil y Virgilio, integrados armónicamente con el bajo y contrabajo de John Mario, los platillos de Leonel y el cencerro de Chico con su grito excepcional, las voces y coros complementarios de Tony, Nacho, Julio, Armando, Eliseo y Lucho; que en aquellos otrora resonantes toques, ensayos y tandas de los Corraleros, contagiaban automáticamente de euforia medular y alegría progresiva a los habitantes de las inmediaciones de la Plaza e’ Majagual, y cuyo efecto sonoro, literalmente se transmitía y retransmitía a través de las ondas hertzianas que desde las consolas de los Gómez Jiménez.
Invitaban a los radioescuchas de toda la región sabanera: “Para Sincelejo ♫♫♫♫ … Para Sincelejo ♫♫♫♫”
Esta sobrecogedora y sublime escena que nos lleva en un revelador viaje por el tiempo musical, debería ser el verdadero punto de partida para dimensionar en la atinada magnitud, la grandeza de nuestra música y lo que ello significó para forjar una identidad territorial muy propia, asociada a un invariable modo de ser que nos hace decir con orgullo ¡Soy Sabanero!
Sin embargo, ya avanzado este viaje, nos encontramos con frustrantes realidades a las que debemos sobreponernos con organización, calidad e innovación, si deseamos que nuestra música, cultura e identidad sean finalmente conocidas y reconocidas como una de las más notables de todo el territorio colombiano, y de las cuales se han derivado muchas otras variantes musicales y culturales; y que sólo por nuestra culpa, por nuestra gran culpa; convertida ya en desidia; otros se las han ido apropiando, usurpando unos “derechos de autor” que nos corresponden por territorialidad y nos pertenecen históricamente.
En tal sentido, tratar de recuperar algo de esos espacios y mucho del tiempo perdido en cuanto al posicionamiento y arraigo de nuestra música sabanera en las actuales generaciones; es una labor ineludible, y que debemos emprender cuanto antes a través de estrategias de promoción, proyección, difusión y consolidación, pero sobretodo de visibilización de todo este acervo cultural que nos permita establecernos nuevamente con la contundencia necesaria en el imaginario colectivo regional y nacional como una rica, diversa y prolífica región multicultural, dueña de un estilo musical único que sirvió para el nacimiento y desarrollo de otros estilos y géneros.
Pero este propósito solamente podría llevarse a cabo si se inicia una cruzada desde varios frentes donde el gobierno, la empresa privada y la sociedad civil en un trabajo colegiado, a través de la investigación principalmente, por medio de entrevistas, escribiendo artículos y crónicas para periódicos y revistas, creando programas de radio, ganando espacios televisivos en canales regionales, programando la música sabanera en las emisoras, proyectando nuevos artistas y algo muy importante… interviniendo el espacio público tipo parques o plazas o creando nuevos espacios que manejen diseños arquitectónicos conceptuales; donde placas conmemorativas, esculturas y monumentos, tanto a personas, como a canciones; se integren acertadamente en un renovado paisaje cultural; y que a la vez demuestren y enseñen de manera gráfica y con el suficiente contenido patrimonial, que nuestra identidad rítmica y melódica aún está vigente y tiene un soporte histórico, que más que un gentilicio asociado a un género musical, es un estilo de vida y una manera excepcional de andar por el mundo… El ser sabanero.
Bajo este esquema, y partiendo de un lugar que es ya en sí mismo un monumento nacional con todo el fundamento teórico para ser declarado oficialmente Bien de Interés Cultural; un paso estratégico dentro del propósito de revalorización identitaria sabanera, sería intervenir la Plaza e’ Majagual a través de un grandilocuente monumento a Los Corraleros, donde se inmortalice su nombre y un momento irrepetible en la historia musical de Colombia. Pues esta insigne agrupación musical, tal como afirma Jorge Nieves Oviedo: “se constituyen tal vez en la más formidable conjunción y combinación de talentos que hay conocido el Caribe colombiano”.
Tal monumento bien podría ser un mural donde al interior de una iconografía Zenú se lean los nombres con su correspondiente instrumento musical, de todos los integrantes que hicieron parte de esta afamada agrupación musical en sus distintas etapas, lo cual le generaría un muy pertinente valor agregado cultural a Plaza e’ Majagual, a un nivel de extraordinaria majestuosidad en cuanto a calidad y concepto, que haría sentir literalmente el ritmo de la historia musical sabanera, cuando al atravesar la mencionada Plaza y tomarse una fotografía, los visitantes, turistas y transeúntes se nutran de todo un contenido cultural que nos hará renacer, crecer con mayor ímpetu y reproducirnos en identidad e idiosincrasia de manera permanente.
No obstante, más que convertirse en un atractivo desde el concepto de ventaja competitiva en turismo cultural, dicho monumento constituiría para los sincelejanos y sabaneros un reencuentro con nosotros mismos desde la esencia de sentipensantes, artistas y revolucionarios de un lenguaje musical y literario que traspasó las fronteras nacionales y aún sigue vivo con la Cumbia en países como Perú, Argentina, Venezuela, Costa Rica y México, legado éste que debemos salvaguardar, pero empezando cuanto antes a fortalecer desde nuestro entorno, eso que nos dio a conocer desde hace más de 50 años ante el resto del mundo musical colombiano y latinoamericano, llegando a Europa y Estados Unidos; posicionándonos como aquel gran territorio musical del Caribe colombiano donde el acordeón y las bandas de viento se fusionaron con excelsa maestría.
Sampués, 1977. Economista, Investigador social y Gestor cultural.
Los Corraleros del Majagual hicieron historia en la música tropical colombiana,me doy por satisfecho de tener la colección completa de los L.P que este grupo grabó toda una joya musical.