
El racismo sigue siendo un problema al que hay que darle prioridad.
Por, Juan Bolívar Ferrer
En Colombia el rechazo al racismo aumentó en gran medida desde la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un oficial en Minneapolis, Minnesota. Artistas como J Balvin y Goyo han expresado su apoyo a las marchas y manifestaciones que se han presentado en el país. Primero a raíz de la influencia estadounidense, y, en segunda instancia, cuando se descubrió que en un pequeño municipio, a 567 kilómetros de Bogotá, murieron dos jóvenes afrocolombianos en situaciones que aún no se han esclarecido.
Desde la muerte de Floyd (25 mayo), se ha extendido un mensaje global distinto al acostumbrado relato virulento de este primer semestre del año. Una oleada contra el racismo, un elogio a la diversidad y la necesidad de eliminar diferencias entre razas fueron las consecuencias de su deceso, las tres traducidas en el lenguaje de la protesta.
Los jóvenes fueron Anderson Arboleda y Janner García, el primero falleció a causa de tres bolillazos que le propició un policía, y el segundo murió a causa de los disparos provocados por un uniformado en una revuelta de su barrio. Ambos eran de Puerto Tejada, Cauca. Ambos jóvenes (Anderson, 19 años; Janner, 22 años). Lastimosamente nos enteramos tarde porque los sucesos vienen de la periferia, donde los focos de la prensa llegan cuando alguien de renombre o con cierta importancia lo exige. Mientras no lo hagan es como si nada hubiera sucedido.
Por el camino de Anderson
Eran las 10:30 pm del 19 de mayo y Anderson estaba siendo increpado por dos agentes. Éstos le recriminaban por violar las medidas preventivas estipuladas por el Gobierno. Arboleda llegaba a esa hora a su casa del barrio Santa Elena acompañado por su hermano y Nicol, su pareja. Su tía, Magaly Arboleda, encargada de abrirle habíase dormido y no pudo acudir a los llamados de su sobrino. Como el joven portejadeño no pudo acatar las órdenes de los oficiales —«entráte», como contaría su madre a El País—, éstos decidieron agredirlo y lanzarle gas pimienta. Al salir sus familiares, increpados por el olor acre, lograron impedir que siguieran lastimando al joven. Pero el daño ya estaba hecho, Anderson recibió tres bolillazos en la cabeza.

Anderson Arboleda prestando servicio militar Batallón Pichincha de Cali. Fotografía- Cortesía Familia Arboleda.
A la Estación de Policía de Puerto Tejada, que, palabras aparte, es uno de los pocos lugares del municipio donde se nota la mano del Estado, llegó Anderson junto a su madre y su padrastro. Daban las 11:00 pm y Anderson llegaba aporreado y humillado (porque sabía, o quiero creerlo, que no sólo lo habían golpeado por violar la cuarentena). En la estación lo tildaron de mentiroso. Ignoraron sus golpes mencionando que los hombres a los que él denunciaba eran decentes y que, a lo mejor, la historia que contaba estaba incompleta.
Sin solución aparente y con la impotencia del vencido llegó a Santa Elena. Como presentaba dolores de cabeza lo medicaron con Acetaminofén y con paños avinagrados en la frente. Lo dejaron descansar, quizá mejoraría. Al día siguiente la abuela notó ronquidos extraños al pasar por el cuarto del joven, entonces telefoneó a su hija. Una hora después llegó Claudia y comprobó, luego de llamarlo y zarandearlo un poco, que su hijo no reaccionaba.
Al ESE Norte 3 de Puerto Tejada, el hospital del municipio, llevaron al mediodía a un Anderson inconsciente. Luego, al ver la condición que presentaba, lo trasladaron al Hospital Universitario Fundación Valle del Lili. A las 3:00 pm le diagnosticaron muerte cerebral. Su cráneo estaba fracturado. La parte trasera de éste habría filtrado sangre al cerebro. Arboleda estaba en cuidados intensivos y atado a un respirador. Es cuestión de tiempo, de esperar que suceda, le dijo una enfermera del hospital a Claudia.
Anderson nació el 1 de julio del 2000 y el año pasado había prestado el servicio militar en el Batallón Pichincha de Cali, aunque desertó faltando dos meses. Para ayudar a su familia se rebuscaba como vendedor informal. Le gustaba compartir con sus amigos y primos, y, a palabras de su vecino Néstor Viáfara, era un muchacho normal y tranquilo. Arboleda nunca creyó, además, que su vida acabaría el 21 de mayo a media hora de su hogar, en una clínica caleña, y mucho menos pensó que saldría en los diarios, especialmente un día después de que Goyo, cantante de ChocQuibTown, publicara su caso en su cuenta de Twitter, replicando la noticia del portal informativo Noti Puerto Tejada Cauca. Eso ocurrió el primero de junio. Después de la publicación Anderson empezó a existir (o a morir de verdad) y su caso a adquirir importancia para los principales medios del país.
De los uniformados que agredieron al joven se sabe poco y nada. Los familiares de Anderson dicen que eran blancos y que no eran del municipio.

Imagen que circulaba. De izquierda a Derecha- Javier Morales y Anderson Arboleda.
Al principio de la historia circuló una fotografía del supuesto responsable de la muerte de Anderson, donde aparecía de perfil el patrullero Javier Morales Castro, de nariz aguileña y piel cetrina, y en la que lo apodaban como El Careperro. Cuando Morales se enteró de la fila de amenazas e improperios que corrían y se replicaban con su imagen, en gran medida aumentados por la divulgación de Alí Bantú Ashanti (abogado y director de Justicia Racial), quien realizó un video exigiendo la detención del agente, decidió expedir certificados de expedición laboral para demostrar que era patrullero en la Estación de Policía en Bosconia, Cesar. Además, por el riesgo familiar y personal que generaron las amenazas, el uniformado decidió denunciar por injuria y calumnia (apelando a su derecho al buen nombre) a Bantú Ashanti.
Para ejemplificar el nivel de información a disposición sobre un hecho que implique a una autoridad estatal está el caso Floyd: la comunidad mundial puede obtener a un clic el historial de los cuatro oficiales implicados. Usemos de muestra al oficial Chauvin; aquel hombre blanco, alto y delgado que se ve, en los videos y cámaras que registraron el hecho, presionando la cabeza de Floyd con su rodilla. Gracias al mérito periodístico de CNN y la colaboración de las autoridades de Minnesota, sabemos que Chauvin trabajó de vigilante para McDonald´s y otros restaurantes en los 90s. Hecho de lo más nimio (y por ello más preocupante cuando comparamos ambas situaciones). Porque en la situación de Anderson no sólo se desconocen los responsables, también se ha amenazado y confundido vergonzosamente a un oficial de Bosconia con el uniformado que golpeó al joven. Esto se pudo evitar remitiéndose a los registros de la policía municipal en el turno nocturno del 19 de mayo del barrio Santa Elena, como le aconsejó el líder social Delio Girón al alcalde Domínguez. Una observación ignorada hasta el momento.
El 29 de mayo en Puerto Tejada, en consejo extraordinario de seguridad con funcionarios de la Fiscalía, el alcalde Domínguez Caicedo y el personero municipal, se determinó que hasta la fecha ninguna de las autoridades presentes había recibido queja o denuncia formal sobre el caso Anderson Arboleda. El motivo probablemente está en la comunidad, en las personas que empiezan a descreer y renegar del trabajo de las autoridades del país. Por ello, sólo hasta el miércoles 3 de junio Claudia Arboleda se remitió a la Fiscalía a establecer la denuncia formal, según información de El País.

Comandante Rosemberg Novoa en informe sobre caso Anderson Arboleda. Fotografía- Cortesía Policía de Cauca.
El Comandante de la Policía de Cauca, Rosemberg Novoa, declaró que se puso en función de agilizar los procesos para atender los hechos de manera eficaz y dijo que, en caso de haberlos, los responsables deberán presentarse ante las autoridades competentes. De igual manera, en pro de desentrañar los sucesos, y según las informaciones del comunicado emitido el 3 de junio por la Policía del departamento, se abrió la indagación preliminar P DECAU-2020-52 y el radicado 3124-2020 de la Justicia Penal Militar.
A día de hoy los colombianos no tenemos información alguna sobre el caso Arboleda en lo referente a las investigaciones que adelanta la Fiscalía y Medicina Legal. Para conocer más del caso están algunos videos: el alcalde Domínguez comprometiéndose a buscar la verdad, la policía prometiendo celeridad y la marcha fúnebre del 24 de mayo. Ésta se llevó a cabo desde barrio Santa Elena al Cementerio Principal, con vecinos y familiares de Anderson, todos vistiendo de blanco y con una imagen estampada de Arboleda, las mujeres con banderas blancas en los moños, y, en la parte posterior de las camisas, la frase:
Tus alas ya estaban listas para volar
Pero mi corazón nunca estuvo listo para verte partir, Anderson.
Janner y la Protesta
Frente a la Estación de Policía de Puerto Tejada hay una Nissan Frontier 2004 en marcha y tiene dos uniformados dentro. Kelly, de espaldas a la cámara de Noticias Uno que la enfoca, y perpendicular al vehículo verdiblanco, golpea enfurecida el vidrio del copiloto.
—Bajá el vidrio —dice; luego mira hacia un lado y sube su tapabocas hasta el mirtiforme.
El copiloto, en el interior, hace una seña a su compañero y éste acelera.
—Bajá el vidrio, maldito, bajálo —repite y alcanza a golpear al coche por segunda vez.
Ahora el camarógrafo la graba de frente, está sola. Al fondo hay dos casas blancas, ambas con dos niveles.
—Ese es el maldito que mató a Janner. —una moto irrumpe en la escena con su conductor descamisado; Kelly no repara en ello y señala hacia la camioneta que ha partido hace unos minutos—: Ese es el maldito ese.

Janner García vistiendo los colores del club Ideas F.C. Fotografía- Cortesía Familia García.
Kelly Ríos lleva una camisa blanca con una imagen estampada de su novio, Janner García Monsalve, quien murió el 20 de abril en una revuelta entre vecinos y uniformados. Encima de la foto de Janner está inscrita la leyenda Ideas F.C. El joven era futbolista aficionado, tenía 22 años y se desempeñaba como guardameta. Había viajado a Pereira y a Cartagena para hacer pruebas en equipos profesionales, y aunque en ambas ocasiones fue rechazado, seguía insistiendo, dice su madre Lucely Palomino.
Janner se encontraba durmiendo con su pareja. A eso de la 1 de la mañana entró a su cuarto un olor acre. Al levantarse y situarse en la entrada de la casa, se encontró con varios vecinos que también despertaron por el gas lacrimógeno. Minutos después de dialogar en la esquina con éstos, se presentó a escasos metros un enfrentamiento y, de improvisto, un policía le disparó. Vecinos y familiares trataron de intervenir y socorrerlo, pero, de nuevo, apareció el químico; accionado esta vez por el mismo oficial que le disparó, que en instantes desapareció junto a un patrullero que lo acompañaba.
Alrededor de la humareda provocada por el gas y con los disparos en alguna parte de su cuerpo, murió Janner García. Kelly, familia y vecinos miraban impotentes, el efecto del gas no permitía acercarse a prestar los primeros auxilios.
Personas cercanas a Janner, en conversaciones con El Tiempo, indicaron que se había llevado a cabo la primera audiencia, en la cual habían declarado su versión de los hechos algunos testigos de la muerte del joven.
El 12 de junio en Puerto Tejada, a pesar de las medidas restrictivas en el país, salieron a protestar contra el racismo, la violencia y la injusticia. Tres características comunes en las dos muertes que estremecieron a los portejadeños.
La manifestación, seguida de pancartas, banderas, carteleras, música y cánticos disímiles, empezó a las nueve de la mañana y terminó a mediodía. El recorrido inició en el Parque Principal del municipio, un reservorio que alberga gran cantidad de especies de árboles y plantas, y que comparte su espacio con el Parque de la Iguana Central, especie que prolifera y es cuidada con especial atención por las autoridades municipales.
Entre las camisetas blancas había imágenes de Anderson y Janner, las mismas que se repetían en las pancartas coloridas y que exigían que cesase la violencia en su municipio y se agudizará la investigación para dar con los responsables.

Manifestación del 12 de junio en Puerto Tejada. Fotografía- Archivos de El Tiempo.
En la marcha dos jóvenes negras, de camisas blancas, yines y tenis, sostienen una pancarta que dice:
Puerto Tejada despertad…
Alsa la voz, no calles más!!!
Nos están matando nuestros jovenes
Alsa una sola voz contra el abuso de poder.
La frase varía de tonalidades, de arriba abajo están el rojo, blanco y verde: colores de la bandera del municipio de Puerto Tejada.
Como en la Chicago Avenue de Minneapolis, en la que se levantaron enfurecidos los defensores de la vida con el popular BlackLivesMatter, en las calles de Puerto Tejada se alzaron las carteleras —destartaladas por el ajetreo— con el lema traducido a nuestra lengua, pero que viene a significar la misma lucha, el camino común. «Las vidas negras importan» dice el cartel, escrito con marcador naranja y azul. En los extremos hay imágenes de los jóvenes fallecidos, quienes son el motivo de la marcha, la razón de arriesgarse al contagio y el argumento para seguir luchando por sus derechos.
La marcha terminó a mediodía, y de los aproximadamente 50.000 habitantes del municipio, contando zona rural y urbana, participaron 200.
Las muertes por mano de uniformados soberbios se siguen acumulando y el Gobierno parece interesarse únicamente en las intervenciones vespertinas del primer mandatario. ¿Tendrán que morir en docenas para que empiecen a tomar las medidas correspondientes que impidan el abuso de poder de la fuerza pública?.