Escrito por Sergio Sarmiento Támara -Chacharero
¿Cómo es tu WhatsApp? ¿Te mando un inbox? ¿Tienes un e-mail?
No podemos negar que en los últimos diez años la tecnología ha alcanzado unos niveles sorprendentes, cada día es más y más fácil comunicarnos, las herramientas están a la orden en cualquier momento. Estas cerca de todos sin importar donde te encuentres. Estas en Barranquilla y saludas a tu prima en Buenos Aires, solo es un ¡hola! en el chat de Facebook, así tan fácil.
A propósito, el chat fue tomado de la palabra española chacharear. La cháchara era una conversación entre vecinos, amigos o conocidos en una esquina, una tienda, un café o un barcito de barrio.
Pero bien. No nos vayamos por las ramas. Así como es tan fácil también es algo inmediato. Tantas posibilidades de comunicación nos acercan tanto que termina uno lejos de todo, sabemos dónde está la gente: en la pantalla de tú móvil o computador.
¿Y si a pesar de tanta tecnología todavía no hay forma de sentirse más cerca?
Raquel pasa unos días con sus hijos en Barranquilla, en estos días un dolor la abraza, uno de sus hijos ya no está con ella, ha partido de este mundo, está descansado primero que nosotros, esta madre tiene el corazón triste, mas soporta porque sabe que todavía hay otros hijos que cuidar, tiene nietos y familiares que la rodean, eso la mantiene fuerte.
Raquel tiene otro hijo que partió hace tiempo, hace años. Primero a la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas, a Kiev, en donde se graduó de arquitecto; y aún está lejos, en otro continente, vive en España y ha formado hogar allá.
Hay llamadas telefónicas, sin embargo no hay móvil que le quite el anhelo a esta mujer de volver a palpar a su hijo, a José María, de escuchar la voz mientras ve cómo sus labios se mueven. Eso desea esta mujer, se le siente ese anhelo así como cuando está en Corozal y le cae la necesidad de viajar a ver a sus retoños, ya todos adultos y con su hogar, pero todavía son sus bebés.
Raquel llega antes de mediodía donde Nira. Allí están en la tarea, Jorge Mario se va de viaje a España y Raquel quiere enviarle una carta, si, una carta con su puño y letra, aparte de toda posibilidad tecnológica ella tiene bolígrafo en mano, construye las palabras para su hijo José María.
¿Qué dice la carta?
No lo sé, es asunto de una madre y su hijo. Hasta aquí no llegan los Wikileaks ni la NSA de los americanos. Sabemos que no va con historias tristes o de dolor, es una carta llena de amor y esperanza, es deseo de ella que su hijo no se sienta mal al leer la carta, por el contrario, que se le ilumine la vida leyendo lo que su madre le ha escrito.
Madre siempre es madre, siempre cuidando que sus hijos no se sientan mal, dice Nira quien cuenta la anécdota de la madre epistolar. Allí está el mail, sorprendido pues por muy rápido y eficaz que sea al atravesar el mar en segundo, Jorge Mario lleva un papel que recorrerá kilómetros y durará horas en llegar a su destino, es un papel donde Raquel con mucho cuidado, en dos horas, ha sacado de su alma palabras para su Joche, quizás, me imagino, al final ella bendice la carta como si tuviera su hijo al frente e incluso le estampa un beso.
Es solo eso, esa imagen, una dulce madre que rompe con la velocidad de nuestro tiempo y busca la tradicional forma de decirle a su hijo cuánto lo quiere y extraña. Quizás hayan más llamadas y mails a hermanos donde envía saludos a mamá, alguna carta por servicio postal (sin importar cuánto demore), para devolver el detalle.
En Facebook ya hay una foto de José María recibiendo a Jorge Mario, feliz encuentro de tío y sobrino y para todos es como si estuviéramos allí, vemos felices la foto, miro y trato de imaginar el momento en que Jorge Mario entrega la carta, ¿fue allí mismo, en ese espacio y en ese tiempo? ¿Hubo otro momento para la entrega? ¿Qué dijo, qué hizo José María al ver la carta? La tarea fue cumplida por Jorge Mario y quizás este mensajero que duró 14 horas metido en gigante pájaros metálicos que se lo tragaban y vomitaban en escalas nos pueda relatar cómo fue la reacción del hijo ante la carta de la madre.
Seguro no es lo mismo que abrir el correo electrónico y ver que tienes un nuevo mensaje. No lo es, no hay forma que pueda describir el sabor en el alma alegre cuando ve el aroma de la letra de la madre diciendo: querido hijo José…
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