Mientras una gran parte de la sociedad protesta por la agenda de noticias sobre violencia que llena hoy a los medios, otros lo ven como el reflejo de una dura realidad.
La primera página y extensas crónicas y reportajes de los principales diarios conmemoraron los 20 años de la muerte del capo de capos del narcotráfico en Colombia, Pablo Escobar Gaviria.
Sobre él y diversos personajes de la historia y la ficción se están haciendo temporada tras temporada en la televisión, mientras que en la radio los titulares son una andanada de hechos violentos que obligan a los oyentes a desayunar con un poco de pan y mucha sangre.
Los innumerables estudios sobre la comunicación noticiosa no llegan a una conclusión definitiva sobre cuál es la raíz de esta cadena viciosa y virulenta que hace que las noticias de violencia sean el pan preferido de los medios y su público. Es como averiguar qué fue primero, si el huevo o la gallina.
«Para que haya tantas noticias de sangre en los medios tiene que haber un público dispuesto a consumirlas. Nosotros creamos y programamos series de acción (repletas de escenas violentas) porque son las que más rating marcan. De hecho, los momentos de mejor zapping a noticieros son los de las noticias de muertes», señaló con franqueza la jefe de programación de un canal nacional de televisión colombiana ante un nutrido grupo de estudiantes universitarios de Comunicación Social y Periodismo.
Pero, por otro lado, posturas como las de Joam Chomsky señalan que esas justificaciones de la programadora de televisión y de otras tantos conglomerados de medios a nivel mundial responden a intereses maquiavélicos para «dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad».
Es decir, que al ser humano en la sociedad contemporánea, como en el antiguo circo romano, se le está enfrentando de manera constante y consciente a una espiral de violencia desde que nace, con juegos de video, televisión, cine y demás medios. Es un método de shock para que acepte como real esa dinámica del mundo y considere justas y necesarias las guerras, que cada vez son más intensas, frecuentes e injustificadas.