Tiene como objetivos la discusión epistemológica, sociológica y hasta geo-histórica de qué es el Caribe y, más allá, qué es ser Caribe.
Por. Victor Herrera
Víctor Herrera
A propósito de la reciente firma del acta de constitución de la denominada ‘Academia de Estudios del Caribe’, bajo la incitativa del rector de la Universidad Simón Bolívar, José Consuegra Bolívar, y que será presidida en adelante por el historiador y exministro Carlos Rodado Noriega, es necesario señalar algunos tópicos que esperamos sean objeto de análisis por parte de esta nueva institución que reúne a gran parte de los intelectuales más representativos de la región.
El primero de ellos tiene que ver con la discusión epistemológica, sociológica y hasta geo-histórica de qué es el Caribe y, más allá, qué es ser Caribe. Y luego de ella tendrá que abordar la pregunta: ¿Qué tan Caribe somos nosotros –los de ésta región– que limita con el mar que lleva ese nombre y al cual también pertenecen otros 27 países, entre continentales e insulares?
Aunque es innegable nuestro origen triétnico común con nuestros vecinos del Gran Caribe con los que hemos mantenido unas relaciones culturales y comerciales casi que clandestinas, hay varios puntos por aclarar. Para iniciar, algunos tratadistas hablan de una característica esencial que identificó históricamente al Caribe: La Plantación y que entre nosotros no habría existido. Otro rasgo que señalan otros es el de las lenguas criollas que emplearon los negros africanos, sobre todo en el Caribe insular, como un mecanismo de resistencia ante la opresión europea. Aquí excepcionalmente se habría dado en los Palenques y en San Andrés.
De otro lado, llegó la hora de reescribir la historia de la independencia nacional reconociendo que fue el 10 de Octubre de 1821, cuando salió por Cartagena el último español realista de nuestro territorio bajo la gesta de José Prudencia Padilla.
Esta Academia deberá auscultar el período inédito de nuestra historia regional comprendido entre la publicación de la novela ‘Ingermina, o La hija de Calamar’ en 1844 escrita por Juan José Nieto, desde su exilio en Jamaica, hasta la aparición de ‘Cien años de soledad’ de Gabito en 1957. Más de 110 años de oscuridad regional en donde solo resplandeció el brillo intelectual de la denominada Atenas Suramericana.
Y seguramente averiguará si, ante la ausencia de una identidad regional, fue que se generalizó hacia los departamentos costeros la descripción que el sociólogo Orlando Fals Borda hizo de los habitantes cercanos al río al decir que eran: “Dejaos, Sentipensantes y Anfibios”.
Qué bueno sería que nos dijera esta institución qué incidencias tuvo en el idioma, la cultura y la gastronomía el reencuentro de árabes y españoles en nuestro territorio después de casi cuatrocientos años de que terminara, en 1492, la dominación árabe en España que duró 8 siglos.
Así mismo, deberá indagar sobre como concebir al mismo tiempo al hombre machista de la novela de García Márquez y al delicado de Ramón Illan Bacca. O al arquetipo de la mujer sometida de los Buendía y la pensante y hasta feminista de Marvel Moreno.
Es menester, finalmente, que allí se dé la discusión sobre si –como dicen varios autores– realmente lo de ‘Caribe’ ha sido solo un rótulo que adoptó una elite de intelectuales y políticos de ‘tres apellidos y dos ciudades’ para quitarse el estigma de ‘Costeño’, tan desprestigiado desde el interior del país.
Llega pues esta Academia en un momento crucial y como soporte ideal de la recién aprobada RAP (Región Administrativa de Planificación). Allí se podrán plantear las soluciones a los temas que más preocupan a la región y que, por fin, serán estudiadas e implementadas por los nuestros.
@vherreram
