Por: Jorge Guebely
Recuerdos me trajo la liberación de Cielo Gnecco, poderosa matrona de clan Gnecco en el Cesar. Cercana con paramilitares, su hermano firmó el Pacto de Ralito. De cordiales relaciones con Germán Lleras y Juan Manuel Santos. También con Kiko Gómez y Oneida Pinto, peligrosos delincuentes políticos de La Guajira.
¿Cómo un Fiscal delegado, aparentemente en forma indebida, le concedió libertad y cerró definitivamente su proceso? ¿Cómo ese Fiscal llegó a la Fiscalía?
Recordé a Marly, nombre ficticio, mi antiguo proyecto de novela sobre su vida, su infancia junto a su mamá y dos hermanos en el Magdalena Medio, nido de paramilitares. Un padre presente por temporadas hasta cuando desapareció para siempre. De él, recordaba poco su rostro, pero mucho la fiesta donde la llevó cuando apenas contaba 16 años.
Fiesta generosa en bebidas, gastronomía y mediáticos grupos musicales. Lugar propicio para la embriaguez de los sentidos, el éxtasis de las emociones, el fin de la cordura más sólida. Donde, en el torbellino de la enajenación, le apareció el hombre de su vida, de toda su vida. Bastaron unas promesas de amor, unas luminosas ofertas de futuro, para vivir por primera vez los forcejeos del sexo con ilusión. Primera y larga noche, pues se prolongó hasta el amanecer de la noche siguiente.
En la despedida, solo hubo fallidas promesas de rencuentros. El hombre despareció del panorama, nadie daba razón de él. Pero ella aseguraba su existencia. No había sido un fantasma, tampoco un sueño, llevaba en su vientre un niño, producto de aquella noche de sexo con ilusión.
En su búsqueda, espantosos fueron los descubrimientos: había asistido a una fiesta de paramilitares. El hombre de su vida, como su padre, era paramilitar raso, soldado de grandes capos.
Varios años después, cuando el destino la puso en mi camino, me compartió su historia. Marly tenía una sorpresa mayor: el hombre de su vida trabajaba en la Fiscalía. El reencuentro resultó doloroso, la maltrataba moral y físicamente, hasta negó la paternidad del niño.
Ingenuo yo, le sugerí denunciarlo en la Fiscalía misma por maltrato de género. Iluso, soñaba con la justicia. Mi sorpresa fue decepcionante, ya lo había hecho sin ningún resultado: “Allí se cubren las injusticias entre ellos mismos”, fueron sus palabras.
Tuve entonces diferentes inquietudes: ¿Es la misma política del Fiscal con Cielo Gnecco? ¿Es paramilitar el Fiscal o recomendado por jefes paramilitares? ¿Es el hombre de Marly una excepción o una subrepticia práctica? ¿Dónde los paramilitares que no se vincularon con el Clan del Golfo?
Recordé también la canción de Bob Dylan: “La respuesta, amigo, está flotando en el aire».