El artista paisa fue uno de los amigos más entrañables del Nobel. «Somos amigos desde cuando una italiana me preguntó descreída, por allá en los años 50: ‘¿Y a ese García Márquez quién lo conoce?'».
Por Jorge Mario Sarmiento Figueroa – Editor general
Gabo era corresponsal internacional en París del diario bogotano El Espectador cuando empezó a seguir la pista de Guillermo Angulo. El fotógrafo había sido gerente de publicidad de una importante empresa en Venezuela, pero antes de cumplir los 30 años se vio como ese «ejecutivo exitoso sin alma», y decidió tomar un rumbo incierto hacia México. En el país azteca aterrizó a cargar cables en estudios de cine, hasta que pudo aprovechar una oferta en un periódico, como fotógrafo. «El editor me pidió como prueba de fuego que registrara unas inundaciones. Me dijo que estaba cansado de la mirada rutinaria de la tragedia, quería que yo le llevara algo diferente. Me fui y regresé con imágenes muy peculiares que solo los colombianos podemos ver, como la de una niña arrastrando una muñeca con el agua casi al cuello». Sin embargo, lo que impactó a toda la redacción del periódico es que el fotógrafo llegó a las oficinas cubierto de heces humanas, hediondo hasta la repugnancia. Resulta que Angulo se había caído en una poza séptica durante el cubrimiento y no le dio tiempo de ir a cambiarse antes de entregar el resultado de su trabajo. «Oiga, colombiano -le dijo con sorna un colega manito-, a los fotógrafos nos suelen hacer aquí y en todas partes un ‘bautismo de sangre’, pero a usted le dieron fue un ‘bautismo de mierda'».

Guillermo Angulo en una foto estilo Darwin, que evoca el amor que el fotógrafo antioqueño siente por la naturaleza.
Angulo se fue ganando un lugar con la calidad de su mirada. El punto de quiebre se presentó cuando hizo un gran cubrimiento de la Semana Santa en Iztapalapa, que atrajo la atención de García Márquez. «‘Fotógrafo colombiano hace cine surrealista en México’, imagínense -cuenta Angulo-, Gabo le puso semejante título a una publicación que me hizo en El Espectador. Yo le mandé a dar las gracias y le dije que cuando pasara por Colombia lo iría a visitar». Pero cuando Angulo llegó, Gabo se había ido para Italia a estudiar cine. El fotógrafo también tenía resuelto estudiar el séptimo arte y se fue a cumplir la cita. «Usted pregunta por el colombiano -le dijo en Italia la profesora de Montaje a la que Angulo le preguntó por el destino del periodista-, él ya se fue, es una lástima porque es el mejor estudiante que he tenido en toda mi carrera».
Ahora que el Nobel ha fallecido y su amigo fotógrafo lo recuerda, cae en cuenta por qué la profesora lo consideró el mejor de su clase de Montaje: «Sencillo -explica-, ya Gabo era un escritor de oficio, aunque todavía no fuera reconocido, y sabía cómo armar historias. Porque lo que un novelista hace con sus novelas es lo mismo que un montajista hace con las películas: armar las historias».
Angulo siguió en Italia preguntando por Gabo, le indicaron que fuera donde una señora «que te va a recibir en su casa con un paño en la cabeza y cantando óperas». En efecto, la dama así lo recibió: «La donna e mobile/ qual piuma al vento/ muta d’accento/ E di pensiero». Angulo no pudo contener la risa al ver la escena anunciada. «¿Y usted qué quiere?», le dijo furiosa la señora. «Vengo a preguntar por Birri (director de cine argentino) y por Gabriel García Márquez», le dijo él, prevenido de no darle largas al momento. La señora se conmovió cuando escuchó primero el nombre de Birri. «¡Oh! Birri, ese es un signore. ¿Y a ese García Márquez quién lo conoce? Ese colombiano se fue para Francia».
A Paris fue entonces el fotógrafo a conocer a su amigo. Pero llegó al edificio 16 de la rue Cujas, donde Gabo vivía, y no lo encontró; el periodista se había ido de viaje por los países socialistas. «Necesito un lugar donde quedarme», le dijo Angulo a la casera del edificio. La señora le dijo que el único lugar disponible era el apartamento de Gabo, que en realidad era un cuarto de San Alejo, una buhardilla en el último piso que tenía una cocineta de un solo puesto y un colchón. A los dos meses de estar viviendo allí, alguien tocó a la puerta. Angulo abrió y apareció frente a él un hombre flaco, engullido en un sueter azul, un abrigo tipo Montgomery -de los que tienen capucha- y una bufanda tan gruesa como una oveja. Nada de lo que llevaba puesto el tipo era de su talla. «Maestrico -le dijo el hombre- ¿usted qué hace en mi apartamento?». Era Gabo.
Paris rebozaba en ese entonces del talento que luego sería denominado el ‘boom latinoamericano’. Fueron tiempos felices los que entonces compartieron el futuro Nobel y el que sería su fotógrafo más preciado. «La única vez que vi llorar a Gabo fue en Barcelona, ya siendo un escritor de vida pública», recuerda Angulo, y lo narra: «Me lo encontré en su casa, tirado en un sofá, desesperado. ‘¿Y por qué lloras?’, le pregunté. ‘Porque no encuentro el final de mi novela’, me contestó». La novela era ‘El otoño del patriarca’.
Muchos de esos recuerdos, y de las distintas etapas que ambos compartieron en medio siglo de amistad, han sido narrados una y otra vez en tertulias, foros, crónicas, antologías y chácharas de cantina que sobre Gabo se hacen a diario. «En verdad no le tomé muchas fotos a Gabo. Solo las de aquella época y luego las de muchos años después, cuando me di cuenta que mi amigo se iba a morir», dijo el fotógrafo, cuando ya estaba por terminar la conversación pública que sostuvo en La Cueva con el periodista Mauricio Vargas, durante el Carnaval de las Artes que se realiza en Barranquilla en su novena edición.

Allí en La Cueva estarán expuestas durante 15 días varias fotografías inéditas -como esta-, que Angulo le hizo a Gabo, un par de años antes de su fallecimiento, y que salen a la luz para confirmar cómo la vida del Nobel estuvo tan llena de realismo mágico como la de sus personajes.
Allí en La Cueva estarán expuestas durante 15 días varias fotografías inéditas que Angulo le hizo a Gabo, un par de años antes de su fallecimiento, y que salen a la luz para confirmar cómo la vida del Nobel estuvo tan llena de realismo mágico como la de sus personajes.