Exitoso en el mundo comercial, empresarial, político, deportivo y tantos otros, este cordobés de origen sirio se apresta a enfrentar el mayor reto: dejar en sus hijos el legado de su nombre y de su fortuna.
Escrito por Jorge Mario Sarmiento Figueroa
Editor General
El talento más admirable y menos visible de Fuad Char Abdala es esconder su inteligencia. La oculta en su bajo perfil, en las frases cortas, en su silencio célebre.
En una entrevista sobre la historia de Telecaribe, en la que él es protagonista de primer orden, se le pidió que contara los inicios del Canal. Respiró profundo, como regresando en el tiempo, se acomodó la camisa, puso los brazos en la mesa, frotó sus manos y cuando se pensaba que empezaría a relatar, respondió: “Debes entender que a mi edad el Alzheimer hace estragos”. Ni él mismo se lo creyó. Aguzó la vista y quedó sonriendo en silencio para sí mismo.
Tiempo atrás, en la victoria política de uno de sus hijos, Alejandro Char, por la Gobernación del Atlántico, fue entrevistado para el programa radial La Cháchara, que entonces se emitía por Emisora Atlántico, en el Santuario de la Virgen, corregimiento de El Morro, jurisdicción de Tubará. Sin asomo de euforia soltó las palabras como si fueran monedas y él las contara una a una.
Pero sus ojos tenían el brillo del triunfo y en ese contraste reveló el escondite de su inteligencia.
Cuando responde, Fuad Char no lo hace para seducir, ni para argumentar. Si habla es porque ya tomó una decisión. Y una decisión suya influye en la vida de muchos colombianos en diversos campos: desde la economía y la política, donde tiene su eje; hasta en el deporte, especialmente en el fútbol, donde tiene su pasión. Una pasión que compagina con el significado de su nombre en lengua siria: ‘alma’.
Al comienzo en el colegio tenía problemas porque algunos compañeros, no habituados a nombres foráneos, lo llamaban ‘Fuan’, ‘Juad’, o ‘Fual’. Por eso él decidió que a ninguno de sus hijos le pondría nombres de origen árabe. Al primogénito lo puso Antonio, en honor a Marco Antonio, el legendario militar romano que conquistó el corazón de Cleopatra. Al segundo lo bautizó Alejandro, en homenaje a uno de los mayores conquistadores del mundo, Alejandro Magno. Y al último, lo bautizó en homenaje a un personaje de leyenda, Arturo, que no existió en la vida real, pero que fue idealizado como el rey ideal por diversos autores, entre ellos Shakespeare.
Mi padre es una cajita de sorpresas: Arturo
“Mi padre tiene una sagacidad política innata. Rara vez se equivoca cuando toma una decisión, y esa es una de las cualidades que yo más le admiro”, dice el tercero de sus hijos Arturo, quien ya fue Senador y viene de tomarse dos años sabáticos. Observando desde Estados Unidos cómo se mueven los negocios y la política. Cuáles son las nuevas tendencias y, de paso, hacer un poco de comparación entre lo que ocurre allá y lo de acá.
“La política en el mundo ha cambiado de manera abismal. Quien no lo entienda está fuera del terreno de juego. Hoy tú tienes que estar en la nube de las telecomunicaciones. Debes contar con la información de primera mano, sino, no tienes nada qué hacer”, afirma Arturo, quien aseguró que vino desde ya a trabajar por su campaña de Senado.
“¡Claro que acepto el reto de asumir el legado que nos deja nuestro padre. S0bre todo cuando él aún está en condiciones de aportarnos muchas enseñanzas y de seguir orientando nuestros pasos”, opina.
Competir para ganar
Es un competidor de tiempo completo, que se prepara para dar nuevos pasos y contrarrestar los de sus contendientes. Sin descanso. Como cuando tuvo que refundar la droguería familiar, a los 18 años, porque su padre sufrió y grave accidente de tránsito que lo incapacitó por varios meses. O cuando tuvo que regresar de una plácida embajada en Portugal, a los 70 años, para contener el descalabro de Alejandro Char y Compañía por la construcción en tierras arcillosas de las casas de un proyecto denominado Campo Alegre.
Sabe los precios de casi todos los productos en sus tiendas, almacenes y droguerías. Y los de la competencia, cualquiera sea el tamaño.
Se cuenta que un día, cuando se disponía a entrar a uno de sus supermercados en Cartagena, vio que un jovencito vendía papas sentado en la terraza del almacén. Se acercó y le preguntó el precio de una libra del tubérculo, lo grabó en su mente y entró a compararlo con el de su supertienda. Para su asombro, ellos vendían más caro que el jovencito. De inmediato llamó al supervisor: «si ese pelao’ de afuera no cultiva la papa y no compra a escala, ¿cómo vende más barato que nosotros? Averigua cómo lo hace y pon ya los precios más bajos».
El legado está en juego
El escenario que Fuad Char ha construido en Colombia, especialmente en Barranquilla y la Región Caribe, ha dado para que su familia de hermanos, hijos, sobrinos y la parentela de estos, desarrollen sus empresas y oficios. Sus hijos Antonio, Arturo y Alejandro, están recibiendo de su manos el mando principal de ese legado, construido a pulso.
Pero a pesar de que hoy el emporio empresarial alrededor de Olímpica SA brilla como una de las estrellas de la economía colombiana, los herederos no la tienen fácil.
Alejandro, el más visible de todos, ha tenido que cursar todos los escaños de la política para hacerse a un nombre propio. Hizo pininos en unas reuniones juveniles a las que llamó «Bajo el palo e’ mango», mirando la sombra de Juan Manuel Galán. Fue concejal, gobernador del Atlántico (en donde tuvo su primer obstáculo por la disputa jurídica con Ventura Díaz, orquestada por la casa Name) y finalmente logró la Alcaldía de Barranquilla, en donde ejecutó una estrategia de liderazgo y comunicación que lo convirtió en el personaje político de moda en el plano nacional, con índices de popularidad que rayaban constantemente el 100%.
De allí saltó a la Alta Consejería para las Regiones, adscrita a la Presidencia de la República. Este cargo, con visos decorativos, como todas las consejerías, pero muy cerca del poder del presidente Juan Manuel Santos, lo metió en los terrenos fuera de la Región Caribe, lo que significó pisar callos del rancio poderío del interior del país. Un representante costeño, que prefirió el anonimato para no meterse en las cortinas de otros partidos, escuchó que uno de los dirigentes de Cambio Radical, el mismo partido de Alejandro, se quejaba entre sus colegas porque «este muchacho Char es un delfín que nos tiraron al agua y ahora nos lo quieren meter hasta en la sopa».
Ese tipo de aseveraciones de sus propios colegas en el seno del Partido, son un mensaje de alerta porque Alejandro en su terruño ha tenido el apellido y el poder para salvaguardar sus propios errores, como las casas de Puerto Alegre, las inversiones con los primos Nule o los malos manejos que hizo de los fondos para la ola invernal a través de una caja de compensación de su familia. Pero en el plano nacional se juega su legado con los lobos de talla nacional que esperan que el delfín no se meta en sus cuevas.
Ahora Alejandro se apresta para dirigir la campaña de Cambio Radical en la Región Caribe y, si todo sale según las cuentas del Presidente Santos, él será el director de su campaña en esta zona del país. O del candidato que se escoja, si no salen las cuentas.
Con un perfil más bajo, pero con la misma presión de la inmensa herencia que recibe, está Arturo Char. Él era el llamado a suceder a su padre en el Congreso, pero la primera experiencia, según afirman quienes compartieron pupitre con él en el Capitolio, le resultó muy «aburrida».
Por su talante, Arturo estaba en ese entonces más interesado en el sector privado y en la dirigencia deportiva, antes que soportar debates, viajes, reuniones interminables y la consabida pelea burocrática de Bogotá.
Como tenía pocas opciones para negarse a asumir esas banderas, volvió. Sabe él más que nadie que el Congreso influye sobre los intereses empresariales de su familia, y en política no es costumbre que las casas electorales compartan el poder fuera del círculo íntimo.
Por último está el menos visible de los hijos de Fuad Char, y sin embargo el responsable de salvaguardar el futuro económico de la fortuna de su familia: Antonio Char. Calladamente se dedicó a atender el negocio comercial desde muy joven. Aprendió como un tendero a contar los centavos y hoy como presidente del Grupo, sabe manejar los millones al estilo de un directivo de multinacional.
No aparece en medios, no figura a la luz pública, pero sus decisiones representan el poder que ha forjado su padre. No en vano en él se heredó el máximo don de Fuad Char: la inteligencia olímpica.