En Gran Bretaña muchos están arrepentidos de no votar para evitar que su país saliera de la UE. En Colombia se viene ahora un plebiscito.
Por Gerardo Ferro
Luego de votar por la separación de la Unión Europea, un buen número de ingleses se levantaron preocupados y arrepentidos por su decisión. Algunos ya recogen firmas para echar atrás lo hecho; ya van 3 millones. Las búsquedas que realizaron en Google, además, reflejan no sólo el desconocimiento político del referendo al cual fueron convocados, sino algo mucho más desconcertante: la manera como lo mediático guía en muchos casos nuestras ignorancias y vacíos políticos; los británicos prefirieron preguntarle a Google «cómo votar el Brexit», por ejemplo, antes de investigar y leer para forjarse una opinión. Ante este desconocimiento, los discursos conservadores, nacionalistas y xenófobos, son de fácil arraigo.
En Colombia, hace poco, se hicieron virales las efervescencias de una niña contra los diálogos de paz. El discurso se le vino abajo cuando quedó en evidencia su desconocimiento sobre el tema y su desatino al presentar como verdades hechos que no lo eran. Simplemente seguía repitiendo lo que siguen repitiendo los opositores del proceso, que en su mayoría hacen eco de las peroratas del uribismo. La niña, además, aseguró que sus «equivocaciones» (como por ejemplo seguir culpando a las Farc del collar bomba cuando ya un juez dijo que se trató de la delincuencia común) se debían a que era lo que la gente decía en Internet y otros espacios.
Estos dos ejemplos son significativos sobre la manera como nos dejamos guiar en nuestras decisiones políticas. Resultan, además, importantes como lecciones en miras al proceso pedagógico que debe iniciarse ahora cuando el país se debatirá entre refrendar los acuerdos logrados o echarlo todo a la basura. La moraleja es no tragar entero, no repetir lo que otros quieren que repitamos, y forjarnos nuestras propias opiniones en temas tan fundamentales como el futuro político de una nación.