Si hay algo que exigen los colombianos en todos los rincones del país es mayor seguridad, más empleo y destierro de la corrupción.
Por Jairo Parada
Los indicadores de atracos se disparan en toda Colombia a pesar de la disminución en la tasa de homicidios. Sin embargo, los 260 líderes sociales asesinados desde el 2016 y la existencia de 500 guerrilleros en las Farc disidentes, más los 3.000 del Eln y quién sabe cuántos de las bacrim nos indican que el post-acuerdo que vivimos es muy complicado, y el proceso de paz se puede desmoronar en cualquier momento. La economía mejora un poco, pero con grandes retos fiscales domésticos y en el sector externo. Ni qué decir de la corrupción y de la situación de la justicia, donde la primera le cuesta al país $50 billones anuales (un 5,4% del PIB), y la segunda ofrece los espectáculos de condenas ridículas como el caso de ‘la Gata’ (sigue en la casa, a pesar de estar condenada a 37 años por homicidio), la sentencia al ‘Ñoño’, la que se ve venir a Lyons, la de los ladrones de Interbolsa y los bandidos de Élite (ni siquiera han sido llamados a juicio). Todos la sacan barata en este sistema donde el “crimen sí paga” y la justicia es para los de ruana. En materia de empleo, en el país se acrecienta la informalidad, donde más de la mitad de los colombianos vive del rebusque y los jóvenes se preguntan para qué estudian, desbaratando las tesis de aquellos que predican que todo se resuelve con más educación. La gente se educa y le espera el desempleo o la informalidad.
El general Botero contaba cómo la Policía encuentra en los barrios populares grupos de niños y jóvenes deambulando por las calles a las 2 y 3 de la mañana, sueltos de madre. La crisis familiar es total. Ni qué hablar del desempleo que desanima a los jóvenes para el estudio. No todo es concreto ni pavimento.
En este escenario, las elecciones se han polarizado. No hay lugar para las posiciones moderadas: Furipetrismo o Furiuribismo. La violencia contra los candidatos preocupa. Por eso, toca elegir bien en este 11 de marzo, es clave para lo que viene. O seguimos en lo mismo, o empezamos a renovar el Congreso con fuerzas progresivas. La anomia es profunda. Los ciudadanos deciden.