Escrito por: Esperanza Fernández Nieto
Periodista
[caption id="attachment_3932" align="alignleft" width="210"] Esperanza Fernández Nieto, periodista[/caption]La memoria rebelde intenta sobreponerse a un dolor profundo que ni el transcurso de 40 años ha sido capaz de aliviar. Un dolor que sigue latente, porque ese trágico 11 de septiembre comenzó la cuenta de un calendario marcado de desapariciones forzosas, de torturas, de niños que veían como se llevaban a sus padres de sus propias casas, de mujeres embarazadas a las que le arrebataban a sus hijos, de quienes resistieron luchando en sus poblaciones y de quienes desde entonces siguen buscando sin tregua a sus familiares desaparecidos.
El 11 de septiembre, un golpe militar liderado por el general Pinochet y orquestado por EEUU, acabó con el gobierno de la Unidad Popular, el primer gobierno socialista elegido democráticamente. La oligarquía tuvo que conseguir mediante las armas lo que no lograron en las urnas. Acabaron por la fuerza y la represión con el gobierno del pueblo. En los 3 años que estuvo la Unidad Popular gobernando Chile vivió un proceso transformador. Sus recursos naturales les fueron devueltos a los chilenos, la educación y sanidad gratuita estuvieron al alcance de todos, en cada población y fábrica se formaron asambleas de trabajadores y hubo una proliferación de medios de comunicación símbolo de la libertad de expresión. Sin embargo, estos avances amenazaron a la estabilidad y a los privilegios de las grandes riquezas, que tradujeron su descontento en un golpe de estado altamente represivo sin que pudiera haber una mínima respuesta por parte de los chilenos que apoyaban el legítimo legado de Allende.
Hace 40 años Salvador Allende murió en el Palacio de Gobierno de la Moneda mientras era bombardeado, como aquel capitán que no abandona su barco mientras se hunde. Podría haber escapado en un avión, podría haber sobrevivido exiliado, pero entonces, la historia habría sido diferente. Allende se convirtió en un fantasma contra el que la dictadura no pudo luchar, por más que Pinochet y sus aliados intentaran simular la apariencia de que la dictadura fue un gobierno legal. Allende se convirtió en una sombra imbatible, una sombra que hoy día sigue recordando a los chilenos que hace 43 años existió un Chile más justo.
Hoy, el 11 de septiembre pertenece a ese último discurso alentador de Allende donde dijo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. Pertenece a todos los que con 23 años de democracia, no han visto resquicios de las transformaciones históricas de Allende. Pertenece a todas las familias que no fueron derrotadas a pesar del dolor causado. Pero sobre todo, el 11 de septiembre pertenece a un recuerdo más vivo que nunca, para que 40 años después no se vuelva a repetir la fatídica historia.
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