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El malestar digital

Del 28 octubre al 1 de noviembre se desarrolló en la Universidad de Cartagena la Semana de la Comunicación / Días de la palabra, organizado por su Programa de Comunicación Social, que este 2024 cumple 20 años. La jornada contó con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las artes y los saberes, el Centro de Periodismo de la Universidad de los Andes, la Fundación Gabo, USAID, el Espacio Cultural Claustro de la Merced y BelBrowns.

Charles King y Germán Rey abrieron el evento el 28 de octubre. Personajes como el documentalista Marino Aguado, los escritores Giovanny Henao, Davide Riccardi, los artistas Jorge Mario Sarmiento Figueroa y El Hijo del Búho, las cantadoras Pabla Flores y La Poderosa del bullerengue, la fotógrafo Linda Esperanza Aragón, Ricardo Corredor, director de Ceper, entre otros, conquistaron la atención del público asistente.

Destacar la actividad realizada con niños, niñas y jóvenes en la Bendición de Dios, faldas de la Popa, liderada por Snach, el astronauta cósmico (Daniel Puello), El palabrero de la urbe (Vincent Taborda), la cantadora Martina Camargo, nominada a Latin Grammy. Fue una tarde lúdica con rondas infantiles, juegos, rap, creación colectiva y promoción de lectura, con el apoyo de la Biblioteca Nacional de Colombia.      

Publicamos aquí en La Cháchara las palabras que dieron apertura a este importante evento, presentadas por el escritor y periodista David Lara Ramos*, actual director del programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena y curador de estos cinco días de reflexión sobre la palabra, la creación, la comunicación y el periodismo.  

Uno

La semana pasada estuve en una oficina de repartos de encomiendas. Entregué mi paquete y pagué el valor de su envío. Al instante, un joven de espejuelos, quien me atendió, desplegó el recibo sobre el mostrador de vidrio y me dijo: “Tómele una foto, es su guía de reparto”.  Usó el verbo tomar, con pronombre enclítico le, en modo gramatical imperativo. Ese proceso de elección de pronombre, definición del tiempo, persona y modo, lo hizo de forma espontánea, casi que mecánica, sin necesidad de hacer un prompt o comando, en otras palabras un proceso contrario a la manera cómo trabajan las “inteligencias” programadas. Respondí temeroso ante tal mandato: ¿Y… perdón, con qué cámara la tomo?

Leí en los hombros y en una mueca de boca torcida que proyectó hasta su ceja derecha la incomodidad que le había ocasionado mi duda. Al instante soltó la siguiente frase: Vea pues, con la de su celular. Me dijo con un dejo de sobrada lógica, de obviedad,  que me sentí desamparado. El teléfono lo había dejado en casa, asunto que suelo hacer por eso que llaman bienestar digital, lo que implica, en sana contienda, en contraposición que existe un malestar digital, que, para este caso, quizá por un ímpetu generacional, es creer que todos, sin distinción, usamos teléfonos móviles, consumimos redes sociales con asiduidad y vemos el mundo primero a través  de la cámara del teléfono móvil y luego con nuestros propios ojos. Vamos entregando a la tecnología la supremacía de los sentidos.   

Dos

Pensé en los alcances del malestar digital. Eran las 11 de la mañana. Caminé unos cincuenta metros y me encontré en la plaza de los estudiantes, sobre la Calle de la Universidad, Centro de Cartagena, a dos “primíparos” del programa de Comunicación Social, que, según relataron, estaban aprovechando un espacio entre clases, que ellos llaman de forma muy concreta “hueco”, e iban en busca del desayuno. Les dije que a las 11 ya era tarde para desayunar y muy temprano para almorzar, entonces les dije que un estudiantes de periodismo debía ser preciso, dijeron que en realidad no se trataba de un desayuno, sino de un brunch. Fingí mi ignorancia. Pregunté: ¿qué era aquello de brunch? Me dijeron, con las imprecisiones de los términos prestados de otros idiomas, que se trataba de una comida que va entre el desayuno y el almuerzo. Insistí y me hice aún el más idiota, que es para mí, la mejor manera de hacer reportería. “Entiendo”, dije, insistí: “La palabra brunch exactamente de dónde proviene, de qué idioma es, cuál es su origen, su etimología, su composición y ambos casi en coro me dijeron: ¡Ni idea!

En otras palabra, les estaba pidiendo lo que en el mundo de la inteligencia asistida, para unos, o inteligencia artificial, para los mercaderes de la tecnología, que aplicaran alguna técnica de reconocimiento de palabras y establecieran los orígenes, significado, acepciones de una palabra, que se define por su indefinición: ni es desayuno ni es almuerzo, es brunch.  En otras palabras les pedía que usaran algoritmos de procesamiento de lenguaje natural, por ejemplo la tokenización, que consiste en dividir frases en palabras y palabras en unidades mínimas llamadas tokens para hallar una relación morfológica, semántica para esclarecer el origen del término brunch.

Se miraron, se encogieron de hombros, reconocieron que usaban una palabra sin saber su origen. Apenados, dijeron que no había ningún problema, que le iban a preguntar a la herramienta de Meta Artificial Inteligence (AI). Me mostraron la primera respuesta, al preguntar por el origen del término, leí:

La palabra “brunch” es un término que se refiere a una comida que combina elementos del desayuno (breakfast) y del almuerzo (lunch) lo que ya sabíamos. Adicionaba otros intertítulos, como origen del término o etimología. En el apartado de significado, me llamó la atención que decía que además de huevos revueltos o frutas, en un brunch se servían wafles y panqueques. Me pregunté entonces si la chicha de maíz, el vaso de peto, el buñuelo de frijol, el plátano machuca’o, la pava de ají, la arepa ‘e huevo, el asiento de chicharrón, la yuca harinosa con suero, el ñame cocido con queso o el cayeye, entre otros viandas, tenían cabida en tan sesgada definición. La duda me fue despeja en el intertítulo Tradición, allí se leía: El brunch se ha convertido en una tradición popular especialmente en: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia. Meta Artificial Inteligence volvía a mostrar el sesgo colonizador. En el intertítulo Variaciones (de brunch) se leía: Existen variaciones de brunch en diferentes culturas como: 1. Brunch dominical (Sunday brunch) (Que era, más o menos,  lo que la vieja Mayo, mi madre, llamaba un solo tren, que se servía entre las dos y las tres de la tarde y que, de paso, era la única comida formal del día) 2. Brunch de fin de semana. 3. Brunch de vacaciones. Dejo al amable lector la interpretación de las dos últimas. Seguimos pidiendo más información a herramienta de Meta, y el malestar digital se revelaba sutilmente en cada respuesta.

Tres

Aunque estamos expuestos a la palabra de forma permanente, dado que el mundo que habitamos es letrado, se repite casi que como una máxima irrefutable que una foto, una imagen, una ilustración vale más que mil palabras. Esto necesita en medio de este malestar digital ciertas aclaraciones y contextos. La foto que resultó ganadora del Sony World Photography Awards 2023 (Premio Mundial de fotografía de Sony), presentada por el fotógrafo Boris Eldagsen, reveló el malestar digital en el que estamos inmersos, como estableció la revista Computer Today al analizar la fotografía premiada: “La imagen no es una fotografía, las dos mujeres que aparecen no existen, y la imagen ha sido generada por una inteligencia artificial”. Eldagsen es un experimentado fotógrafo que envió esa imagen al concurso a sabiendas que fue generada por una herramienta de inteligencia artificial, según él con un solo propósito: “Averiguar si los premios fotográficos están preparados para que se presenten imágenes sintéticas. Es claro que no lo están”, remató Eldagsen (Computer Hoy 2023). Al tiempo que renunciaba al jugoso premio en dólares y al equipo fotográfico de última generación ofrecidos.

Hay esperanzas en medio del malestar digital

Eldagsen las llama imágenes sintéticas, es decir, parecen, imitan, aparentan y engañan. Son como una pared de drywall, la cuerina, la grama sintética o el piano sintético, que jamás llegan a ser como el producto natural, original, es decir podemos mejor llamar  inteligencia sintética. Imitan pero no son, parecen pero jamás llegarán a ser.

El hecho que se logre engatusar a un jurado experto en fotografía, revela que lo que está en pugna no son las virtudes de una estética, un lenguaje o una obra sino el reconocimiento de la capacidad de engañar en la autopista informativa de las apariencias. Por esa vía, también transitan las palabras sintéticas cuyo único objetivo, tal como lo hizo el fotógrafo Boris Eldgasen es engañar a la policía judicial de las redes sociales con “algospeak”, cuya tokenización proviene de algo: de algoritmo, y speak, de to speak, hablar, en inglés.

El algospeak, si bien surgió en el mundo del tiktok no es exclusivo de esa plataforma. La policía de las palabras también montó operaciones en Instagram, Facebook, entre otras. Esas palabras sintéticas se han creado para evadir el reconocimiento algorítmico de “lenguaje inapropiado”,  “incorrecto”, o “vulgar”. Se están así creando otras “palabras”, así, entre comillas, porque se parecen, se disfrazan con vocales y consonantes, pero su único propósito es burlar a la policía algorítmica, para evitar que sus contenidos sean calificados como inapropiados, restringidos y en últimas desterrados de las plataformas, condenados por el malestar digital.

Existes ahora personas en diversas ramas del saber que se concentran en crear “palabras” para que el algoritmo de la moralidad no te censure. Por ejemplo usar vagina en el gremio de los ginecólogos podría ser letal. Entonces, se podría inventar el término “vultriz”  (vulva y matriz) o para hacer el asunto más local, involucraremos una palabra que se repite en uno de los temas más populares del compositor y cantante Charles King, uno de nuestros invitados a nuestra Semana de la Comunicación/ Días de la palabra. Así, envés de usar “vultriz” usaremos “ratcucho” (De rat: ratón; cu: cucaracha; cho: choco). Logras timar al algoritmo que cuya programación es incapaz de advertir intenciones humorísticas, irónicas, sarcásticas, de doble sentido o matices múltiples en diversos contextos.

Estamos entonces creando un para lenguaje para salir ilesos de este malestar digital. Vamos camino a hablar quizá algo así como alto valyrio, un idioma sintético que pertenece al reino de la ficción. Estamos así creando algo muy parecido a los acertijos, a las adivinanzas es decir un lenguaje contrario a la claridad y a la precisión del lenguaje de la comunicación o el periodismo. Al ritmo en que se van inventado los “algospeak”, quizá haremos del silencio, las miradas y los gestos la mejor forma del lenguaje.

En la pasada semana de la comunicación/ Días de la palabra, advertíamos sobre los peligros de la automatización, al entregar nuestra voluntad a los programas de escritura automatizada, a diario se revela en confusiones trágicas. Para citar hace apenas dos días, el fin de semana pasado recibí un mensaje al WhatsApp de uno de los invitados a este evento leí: “Necesito protección”. Me alarmé, lo llamé, no respondía, me preocupé, insistí. Respondió, estaba sereno, tranquilo, y le pregunté qué le pasaba, me dijo que me había escrito hace unos minutos y me explicó que necesitaba proyección, es decir un proyector para mostrar su trabajo.

Al regresar de la Cátedra Unesco el pasado 24 de octubre, una amiga con la que viajaba me mostró el mensaje que su madre había enviado antes de subirnos al avión. Se leía:  “¿Todo bien? ¿Ya  abortaste?”. Su madre solo quería saber si todo estaba bien y si había abordado.  A la automatización de la voluntad, se suma ahora el “algospeak”, y por allí se filtra la ignorancia, la falta de lectura atenta, la propagación de contenidos sin valoración y por supuesto, las fotos que no son fotos y las palabras que no son palabras, temas que serán objeto de reflexión amplia, debate serio y análisis minucioso en esta Semana de la Comunicación/Días de la palabra.

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* Escritor y periodista. Abogado, certificado en derechos de autor. Director del programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena. Ha publicado los libros Pasa la voz queda la palabra (2011) El dolor de volver (2018) y Decisiones creativas (editor) Ha producido los álbumes de música tradicional Ceferina Banquez, cantos ancestrales de Guamanga. Paisaje Divino (2018), y Canto y río (2024), nominado a Grammy Latino, en compañía de la cantadora Martina Camargo. Es editor de crónicas de abisiniareview.com de Argentina.

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