
El llamado edificio de la Aduana es un sitio emblemático de Barranquilla y el Atlántico, de inmenso valor histórico, cultural, educativo y arquitectónico, punto obligado de recorrido de quienes nos visitan y motivo de orgullo para todos los atlanticenses.
Por: José Consuegra Bolívar
La primera piedra para su construcción fue puesta el 20 de enero de 1919 por el presidente de la República, Marco Fidel Suárez y entró en funcionamiento en 1921 como sede de la Aduana Nacional y Puertos de Colombia. La obra estuvo a cargo del ingeniero jamaiquino Leslie Arbouin Groom, quien también construyó el Banco Dugand y el Club Barranquilla.
La construcción de la Aduana reemplazó las reducidas instalaciones que funcionaban al lado de la Estación Montoya, que no daban abasto por el volumen de importaciones del país. Un incendio destruyó esta sede que, a su vez, había reemplazado la Aduana en Sabanilla, en el Castillo de Salgar.
La terminación de este proyecto tuvo muchas dificultades, como lo describe el investigador del Archivo Histórico del Atlántico, Elkin Núñez, diciendo: “A pesar de las adversidades administrativas desde el mismo momento en que nació, salió airoso; un edificio incompleto pero que llegó a cumplir sus funciones aduaneras y fue una de las principales aduanas del país”.
La Aduana hacía parte de un enclave de actividades portuarias y fluviales que movían la economía local y nacional. Sin embargo, el retroceso de la actividad portuaria trajo consigo su decadencia hasta que se produjo su cierre y quedó en el abandono. En un artículo publicado en este medio, el escritor Alfredo Baldovino detalla que “el primer hecho desfavorable a la continuidad del edificio de la Aduana lo constituyó la apertura de Bocas de Ceniza, porque el gobierno cerró las operaciones del muelle de Puerto Colombia para fomentar la actividad en el nuevo puerto. Privadas de su propósito inicial, las dependencias del edificio sirvieron en primer lugar a algunas oficinas del Banco Popular y, más adelante a la DIAN”.
La Aduana y las estaciones del Tranvía y Montoya fueron declaradas monumentos nacionales por el Instituto Nacional de Cultura, en 1984, lo que apalancó su recuperación como el hermoso enclave cultural que es hoy. Para ello se unieron la Gobernación del Atlántico, en cabeza de Gustavo Bell; la Cámara de Comercio y el Gobierno Nacional, y se dio vida a la corporación Luis Eduardo Nieto Arteta, encargada de la preservación del edificio. El sitio alberga la Biblioteca Piloto del Caribe, el Archivo Histórico del Atlántico y oficinas de la Cámara de Comercio, entre otras dependencias.
En buena hora, los actos conmemorativos de su centenario, organizados por la Gobernación del Atlántico, a través de su Secretaría de Cultura, la Corporación y el Archivo Histórico, incluyeron una interesante agenda con charlas a cargo de investigadores culturales e historiadores sobre sus antecedentes históricos y su importancia, fundamentales para conocer y difundir los orígenes de este patrimonio representativo de una época de oro de nuestro terruño.
° José Consuegra Bolívar, rector Universidad Simón Bolívar.