
Este escrito es dedicado a Fernando Perea Sanchez, hijo de Edgar, quien tuvo la amabilidad y la paciencia de responder mis preguntas con fines aclarativos.
Por Ricardo Bustamante
Explicación no pedida
Escribir sobre el Campeón Edgar Perea es una tarea difícil y compleja. Él tuvo una vida larga, prolífica, llena de triunfos, algunas derrotas y una primera niñez infeliz que le marcaron cicatrices profundas, pero que le sirvieron para alzar vuelo y dejar su nombre grabado en la memoria de los colombianos.
Edgar fue un fenómeno sociocultural en Colombia, sobre todo en Barranquilla. Forjándose a sí mismo y luchando, logró ser un gran líder indiscutible, capaz de movilizar una gran masa a través de un micrófono. Narraba fútbol, béisbol, ciclismo, baloncesto y boxeo. Dios le dio esa Voz que atraía a todos. Nació para la radio y su altísima popularidad y excelente calidad lo llevaron a la televisión y ser un personaje nacional.

Solo voy a escribir, a grandes zancadas, sobre el Edgar antes de 1966, año de inicio de sus transmisiones radiales en Barranquilla; después de esa fecha, la actividad de narrador y comentarista que desempeñó fue de dominio público. Su vida privada le perteneció a él y a los suyos.
Su niñez
El pasado 2 de junio hubiera cumplido 91 años. Chocoano, nacido en 1934 en La Vuelta, uno de los nueve corregimientos del municipio de Lloró. Al nacer contaba con sus padres, pero Georgina, su madre, partió pronto hacia la eternidad cuando él contaba con tan solo 4 años. Quedó bajo el cuidado del tío Rafael Arias, ya que su padre, José Angel, trabajaba en la compañía minera Pato Consolidated Gold Mining, ubicada en El Bagre, Antioquia.
Con su tío no le fue bien y tuvo que huir de la casa. Sobrevivió en las calles de Quibdó, durmiendo en cualquier lado y cuando el hambre llegaba sus raudas piernas le ayudaban a no dejarse quitar la comida que lograba escamotear con la agilidad de un niño. La orfandad y la dureza de la vida a tan temprana edad lo marcaría para siempre.
Su voz
Es Edgar Jose Perea Arias, el campeón e internacional, el locutor que en 1966 yo, con 7 años, escuchaba en horas del mediodía en la radio de mi casa; yo y todos mis vecinos de la calle 57 del Barrio Recreo, que seguíamos al Junior, en su voz fuerte que atrapaba e hipnotizaba mágicamente a toda Barranquilla.

Aparece su padre
Al niño Edgar le cambió la vida cuando su padre, al ser avisado que su hijo andaba deambulando en Quibdó, decidió ir a buscarlo y llevárselo para El Bagre.
Sin saber dónde encontrarlo, preguntando aquí y allá, logró ubicarlo. Edgar llegó a la Compañía Minera y, conversando con los gringos que allí trabajaban, aprendió inglés, defendiéndose en ese idioma, que a lo largo de su actividad narrativa le serviría como un valioso plus. Después perfeccionó el inglés con su madrastra Rafaela Cristopher.
Rafaela, su segunda madre
Edgar encontró en la sanandresana Rafaela Cristopher, cónyuge del viejo José Ángel, una segunda madre, quien lo trató con amor y lo entronizó en su hogar como un verdadero hijo.
Edgar, ya famoso, en las centenares entrevistas que concedió, siempre, en señal de agradecimiento, recordaba con nostalgia y cariño a Rafaela como su mamá.
Edgar y sus estudios
El muchacho Perea Arias no se quedó quieto. Era inteligente, inquieto y ambicioso, quería progresar y brillar con luz propia. Siguió estudios académicos en colegios de Magangué, Mompox y Cartagena. Luego se fue para Medellin a la Institución Educativa Pascual Bravo y allí se hizo mecánico industrial con énfasis en tornería (tornero profesional).
Cartagena
En Cartagena fue profesor de inglés en el Liceo Bolívar y se empleó como Tornero industrial en fábricas ubicadas en la zona industrial de Mamonal. Unos amigos lo invitaron a pasar una tarde en una casa del barrio Canapote, y alguno de ellos decidió grabar las voces de los asistentes. Por cosas de la vida, el casette llegó a manos de Ausberto Reynoso Salas, hombre de la radio cartagenera, quien quedó impactado con la tremenda voz de Edgar Perea.
Ausberto metió a Edgar a la radio. La voz, el estilo y las ganas de progresar, fueron los instrumentos para entrar con pasos firmes y seguros a la radio.
Aparece Barranquilla
Desde el año 1962, Edgar ya venía con un contrato firmado con la Radio Cadena del Norte (Cadenon) en Cartagena haciendo turnos como DJ, colocando boleros. Le pagaban 750 pesos y 25 pesos más si narraba algún evento deportivo, por eso él a veces llegaba a Barranquilla pero solo de paso en esa época a narrar algún evento.
Entre los años 1962 a 1964 narró en la ciudad de Bogotá cuando le hicieron una oferta, pero renunció y pasó para RCN radio, pero no duró mucho porque lo trasladaron a la ciudad de Cúcuta a trabajar en una emisora filial llamada La voz de la Granada de Cúcuta, donde tan solo trabajó tres meses; pero, ante el éxito que tenía, lo volvieron a llamar, ahora de la cadena Todelar en Barranquilla. Básicamente llegó a la capital del Atlántico a una sola misión: destronar a Marco Pérez Caicedo en el béisbol.
Edgar, que era un fiel admirador de Eloy Justino Buxo, “Buck» Canel, toda las narraciones la hacía con el estilo de ese comentarista deportivo de juegos de grandes ligas de béisbol, e incluso decía los mismos dichos. Perea Arias entró a narrar béisbol, pero realmente siempre pensaba que ese deporte era muy lento y la velocidad que traía él en ese momento era bárbara.
Junior, tu papá
Ya de asiento llegó a Barranquilla en 1965 y muy hábilmente, con inteligencia en grado sumo, se metió en el corazón de los barranquilleros a través del Junior, quien en 1966 volvió al fútbol profesional. Se agarró fuerte al equipo rojiblanco y nunca más lo soltó.
Ese era su amuleto de la buena suerte. Se convirtió, a los pocos meses de estar locutando y comentando sobre el Junior, en un personaje de la ciudad que todos querían conocer o por lo menos, verlo de lejos. Yo era uno de ellos.
Anécdota personal
Estratégicamente le ponía a mi papá el sirirí, días antes, para que me llevara a ver al Junior en el Estadio Romelio Martinez.
Mi padre no era futbolero, a regañadientes me complacía porque no lo dejaba en paz. A él, Edgar Perea le parecía un «negro» vanidoso, bullero, ególatra y jactancioso. En uno de esos partidos nos hicimos en la tribuna donde tenía los locutores las cabinas de radio. Mi interés estaba en conocer, así fuese de lejitos, a Perea.
Comenzó el partido y mi papá de soslayo se dio cuenta que su hijo no miraba el partido sino que volteaba a ver a Edgar. La frase que pronunció mi progenitor se me quedó por siempre grabada: “Nojoda, querías que te trajera al estadio era para ver al carajo ese”. Sí, yo quería ver al locutor que era capaz de hacernos vivir un partido del Junior con el poder de su garganta.
