CrónicasNacionales

Dios llamó a Leandro Díaz para que viera la luz eterna desde el cielo

Quienes han muerto y, por alguna circunstancia fortuita, regresan a la vida, aseguran que el espíritu se sale del cuerpo y viaja lento por un túnel lleno de luz; de una luz intensa que no ciega. Todo lo contrario. Hace que las cosas se vean con más nitidez.

Leandro Slide

El concejal barranquillero Eugenio Díaz y el periodista Rafael Sarmiento Coley, durante un agasajo a Leandro Díaz y a su hijo Ivo Luis.

Eso debió vivirlo el alma de Leandro José Díaz Duarte a partir de la 1:30 de la madrugada de este sábado, cuando se marchó para siempre de este mundo, dejando tras de sí la leyenda viva del auténtico juglar vallenato.

Sus canciones son sentimiento puro. En la mayoría de ellas narra la propia historia de su vida. Sus amores, sus desengaños, el sufrimiento infinito por una mujer que no correspondió con la misma fidelidad. Como ‘Carmencita’, ‘La Diosa coronada’ o ‘Corina’. De ‘La Diosa’ hay que decir que Leandro le hizo uno de sus cantos más bellos, tan bello que Gabriel García Márquez tomó la primera línea de la primera estrofa para abrir con ella su obra ‘El amor en los tiempos del cólera’. Tanto amor derramado en esa melodía y la ingrata ‘Diosa’ terminó en los brazos de un hermano de Leandro.

Y de ‘Corina’ es bueno recordar que no solo es la historia de un amor en contra vía, sino que hasta su melodía fue ‘usurpada’ para darle vida a una de las célebres obras de Rafael Escalona Martínez: ‘La brasilera’. Ellos nunca se disgustaron por ese detalle. Al revés. Cuando coincidían en las parrandas se reían de lo lindo de esas picardías que siempre han sido tema común en el hermoso mundo de la música de La Guajira, del Cesar, del Magdalena Grande, de Atlántico y de las antiguas sabanas de Bolívar (hoy Sucre y Córdoba).

Leandro Díaz  dice en uno de sus cantos autobiográficos: ‘yo nací en una mañana cualquiera un día de Carnaval’.  Exactamente, vino al mundo el 20 de febrero (día de Carnaval) de 1928 en Lagunita de la Sierra, cerca de Hatonuevo, que en ese entonces era una vereda en jurisdicción de Barrancas, La Guajira. Hoy es municipio.

Nació ciego y fue, en principio, un estorbo para la familia. Después descubrió que él podía ver ‘con los ojos del alma’. Y ver más allá de lo que veían los que tenían su vista perfecta. Primero quiso ser cartomántico, brujo, adivino. Hasta cuando, definitivamente, descubrió su musa para la música y empezó a crear melodías a las cuales después les agregaba la letra. Para inspirarse buscaba los parajes más solitarios en el recodo de un río como en el Tocaimo. En esa población en  jurisdicción de San Diego, Cesar, vivió muchos años y compuso sus primeras canciones, como ‘Matildelina’, que internacionalizó Alfredo Gutiérrez.

Luego se mudó a San Diego, en donde vivió por más de 20 años, gracias a la camaradería que hizo con los tres mejores guitarristas de la música de esa región: Antonio Brain, Hugo Araújo y Juan Calderón. “El trío de cuatro”, como ellos mismos se llamaban, animaban célebres parrandas a las cuales asistían personajes como Hernando Molina, Rafael Escalona, Sara Baquero, la cacica Consuelo Araújo Noguera, Alfonso Cotes Querúz (el viejo Poncho Cotes), Francisco Calderon (el famoso ‘Negro Calde’). Fueron los mejores años de su creación musical. Tuvo tres de sus cinco hijos: Ivo Luis (quien también es un notable cantante), Leandro Jr., y Diana.

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Leandro Diaz y Rafael Escalona.

“Yo era muy muchacho. Y para mí era la más grata diversión ir a escuchar la música de esos monstruos del vallenato. Cómo sonaban de bonito esas guitarras”, según recuerda el contador público Beder Pinto, sandiegano y musicólogo, con varios CDs inéditos bien engavetados. Son canciones grabadas en vivo, en parrandas privadas. En uno de esos discos compactos tiene el tema ‘Tres guitarras’, que Leandro dedicó a sus tres guitarristas amigos del alma. Y también tiene la primera vez que Leandro cantó el tema ‘Corina’. Esta canción, según recuerda Leandro en uno de esos CDs, la compuso a mediados de 1954. A fines de año fue a una parranda en una finca en Codazzi y allí coincidió con su compadre Rafa Escalona. Cuando cantó ‘Corina’, Escalona le dijo: “compadre, ¡qué melodía tan bonita! Creo que se la voy a coger prestada”. Poco tiempo después sonaba en todas las emisoras ‘La brasilera’.

 Estado crítico

Según el reporte médico, Leandro falleció tras sufrir una severa infección renal. El nieto del difunto trovador, Óscar Díaz López, reveló que su abuelo ingresó en la mañana de este viernes a la Clínica del Cesar, en Valledupar, “con un cuadro febril, descompensación hemodinámica, es decir, presión baja, alteración del estado de conciencia entre otras afecciones”. Desde ese momento Leandro permaneció bajo estricto monitoreo y, según el médico, Rafael Bolaño Guerrero, se tenía previsto que permaneciera por lo menos una semana más. “El paciente de 85 años ingresó con una patología propia de su edad, como lo es la hipertensión arterial. El maestro es hipertenso y esto tiene consecuencias crónicas a nivel renal, es decir, insuficiencia renal crónica por nefroangioesclerosis”, había explicado el médico en un parte horas antes de que se conociera el triste fallecimiento del maestro Díaz Duarte.

El especialista también había dicho que Leandro Díaz tenía una atrofia cerebral “que es un cambio degenerativo a raíz de la edad y eso de alguna manera altera el aporte de oxígeno que el corazón debe aportar al cerebro”. Bolaños Guerrero puntualizó que los parámetros hemodinámicos, es decir, la presión, la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca estaban estables.

Sin embargo, a pesar de que se encontraba en observación y aparente mejoría, la situación se complicó y se produjo su deceso.

Previendo este triste desenlace, el Festival número 44 de la Leyenda Vallenata homenajeó en mayo de 2011 a Leandro junto a Lorenzo Morales.

Ivo Díaz, uno de los cinco hijos de Leandro, dijo que su papá había pasado una noche tranquila. Sin embargo, al no levantarse, como de costumbre bien temprano, “un sobrino mío fue a preguntarle que qué le pasaba y respondió que no se sentía bien”, agregó que de inmediato lo llevaron hasta el centro asistencial “al llegar el primer pronóstico que nos dieron fue que estaba deshidratado”, aseguró el también artista.

Cuando ‘mató’ a Lorenzo Morales

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Hoy, al morir Leandro es bueno recordar, como una de esas ironías de la vida, un episodio ya casi olvidado. Desde muy jóvenes Lorenzo Morales y Leandro Díaz –los dos consagrados juglares en cuyo honor se hizo el Festival de la Leyenda Vallenata de 2011-, cultivaron una inquebrantable y profunda amistad producto de una admiración mutua.

Por eso en algunos momentos de los diferentes actos a los cuales asistieron en medio del bullicioso Festival 2011 lloraron en silencio por la alegría de este reconocimiento coincidente. Los dos homenajeados al mismo tiempo. Y ambos recordando una de las anécdotas que más los acercó toda la vida.

Por esas cosas del destino ocurrió que hace exactamente 42 años, Moralitos –ese insigne acordeonista y compositor, autor de canciones antológicas como Primavera florecida  y El errante, y a quien muchos injustamente solo recuerdan por ser el destinatario de las ‘’puyas’’ de Emiliano Zuleta Baquero en su célebre y mundialmente famosa La gota fría-, fue dado por muerto.

Salió a una extensa gira y a Guacoche, el pueblo en donde había nacido hacia 97 años que se cumplieron el 19 de junio de 2011, llegaron las noticias de que había muerto ahogado en uno de los pueblos a orillas del Magdalena.

Leandro no pudo menos que acudir a su talento natural para dedicarle una elegía sentida y profunda en la cual, además, con  insuperable maestría lo retrataba de cuerpo entero y de paso plasmó su condición de contestatario y crítico certero. Su canto quejumbroso reconoce que Moralitos es un juglar profundo y glorioso que, sin embargo, nunca tuvo  el reconocimiento merecido, ni siquiera ahora que había muerto, pero que de haber sido un cantor foráneo, especialmente autor de rancheras, tangos y guarachas, el llanto habría sido incontenible.

Quiso el destino que en aquella ocasión, la señora Parca respetó a Lorenzo y éste regresó semanas después con sus mejores bríos y su acordeón al hombro, cuando ya la composición de Leandro, el llamado Ciego de Oro, sonaba en todas las emisoras de la región. Había sido grabada en forma impecable por el conjunto de moda en esa época Los Playoneros del Cesar, liderado por el consagrado acordeonista (porque lo toca admirablemente) y acordeonero (porque los arregla como ningún otro) Ovidio Granados (padre de toda una dinastía de reyes vallenatos) y el desaparecido cantante Miguel Yanet, con cuyo nombre fue bautizado el coliseo gallístico de Valledupar.

El ingeniero, historiador y cantante sahagunense Edward Cortés Uparela, quien de joven parrandeó muchos fines de semana con La muerte de Moralito, al enterarse a fines de 2010 que el Festival Vallenato 2011 sería en homenaje a esos dos formidables protagonistas de la historia musical costeña, desempolvó sus recuerdos.

“Al salir al mercado el LP de Los Playoneros, La muerte de Moralito, se convirtió en tema obligado en las parrandas del Sahagún de entonces, donde yo la interpretaba con el acordeón de Daniel Vergara Méndez, acordeonista en cuyo homenaje se hace año tras año el Festival de Acordeoneros y Compositores de Sahagún’’.

Esos recuerdos lo indujeron “a tratar de recuperar para el folclor vallenato, sobre todo para las nuevas generaciones que seguramente desconocen la existencia del tema, el paseo La muerte de Moralito como un modesto homenaje a esos dos grandes juglares.

La letra de ‘La muerte de Moralito’

“Compadre Toño supe que murió Morales/ el mismo caso puede sucederme a mí/ hace diez años que se murió Julio Suárez/ me han dicho que Simón Salas también se puede morir/. Yo estaba muy pequeño cuando vino Emilianito/ el eco bullicioso de un alegre festival/. Ahora siento compadre que se murió Moralito/ lo que yo vengo haciendo no lo ha hecho la humanidad/. Alguna página quedó de su recuerdo/ cuando él cantaba muy alegre en la región/ él era errante sus palabras se murieron/ como pétalos de rosas destrozados por el sol./ Si fuera un mexicano el que acaba de morir/ corridos y rancheras todo el mundo cantaría/, pero murió Males ninguno lo oyó decir/ murió prácticamente dentro de la serranía./

Si es que Escalona tiene dolor de cabeza/ es muy terrible su grande preocupación/ algún achaque tiene Armando Zabaleta/ cuando no ha tomado en cuenta que Morales se murió. /A varios vallenatos les pregunto por Tobías ninguno me da cuento donde vive donde esta/ a varios vallenatos les pregunto por Tobías ninguno me da cuento donde vive donde está./ Será un nuevo cariño que no lo deja cantar/ o será que los años robaron sus alegrías. /

Sentía que su fin estaba cerca

 Hace pocos años El Homero criollo concedió en Valledupar una de sus últimas entrevistas, en donde plasma en profundidad sus sentimientos y las circunstancias de ser ciego de nacimiento. Pero eso no lo limitaba, se alimenta de sensaciones para cantarle al amor:

“La mujer se acerca y su olor es la invitación para que en Leandro Diaz se encienda una luz suficiente para ver. Él le compone a la vida, que lo ha tocado a fondo, con sufrimiento y cosas bellas. Por eso dice que es un hombre feliz.

“Aunque es ciego de nacimiento, describe a la naturaleza y le compone, como si la viera. De olores y calores se alimenta para crear. ‘Matilde Lina’, su tema más conocido, nació de un amor intenso. A veces, parece como si estuviera suspendido como en una nube de silencio. A pesar de completar cincuenta años desde que compuso su primer tema, quienes más lo conocen aseguran que con frecuencia pareciera que estuviera en 1945, cuando era un muchacho de 17 años.

“Se mueve poco en su silla mientras la curiosidad no cesa. Es un hombre que dice que le queda poco tiempo, que su fin está cerca. Y lo dice con calma, sin miedo en la voz. Así es este hombre nacido en Lagunita de la Sierra, un corregimiento del municipio de Barrancas, en La Guajira, un 20 de febrero de 1928.

“El Homero criollo, como le dicen por su habilidad para sortear dificultades nunca ha sido egoísta con sus compañeros, ni con la gente que se le acerca. Ha compuesto más de 350 canciones, pero ya no canta. Dice que el mejor vocalista de sus temas es Jorge Oñate. Después de un silencio un vecino comenta que ya es normal que en Valledupar crean que no es ciego porque cuando se embarca en un taxi les dice a los conductores llévame a San Diego, voltea a la derecha, voltea a la izquierda, sigue derecho, ahí a la mitad de la cuadra, en la casita tal, ahí me deja, que ahí vivo yo.

Lo amargo en la lejanía

“Muchas personas dicen que él ve, pero él tiene ojos secos. Valledupar tiene gente buena y no hay tugurios, tiene la mejor agua y sus mujeres son las más lindas, dice mientras suelta una risita. Deja de reír, y voltea su rostro grande hacia quien le habla.

“De sus inicios, apenas queda la sensación de lo amargo en la lejanía. Vivió en una marranera y sus padres enfrentaron su vida con estrecheces. Después, recuerda sus momentos felices en la Finca Los Pajales en Hato Nuevo.

“Sus primeros ideales amorosos fueron con Isabel, pero la niña se fue para Venezuela. Leandro Díaz tuvo novia oficial a los 27 años: Helena Clementina Ramos. La conoció un día que ella le pidió ‘A mí no me consuela nadie’. A los pocos días, Leandro conoció a Nelly. Hoy, después de 40 años, vive con las dos aunque en un armónico caso, siempre duerme en casa de su primera novia. Con Nelly tiene 3 hijos, y con Clementina, cinco.

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Leandro Diaz y su hijo Ivo Luis

“Fastidiado de la sierra bajó a Hato Nuevo y después a Sandiego donde empezó a cantar por diez centavos. “Mi vida era cantar y atraía mucho a la gente, hasta que me fui llenando de algunas experiencias” . Así, nacieron temas como ‘La diosa coronada’,’ Olvídame’, ‘El cardón guajiro’ y ‘El bozal’.

“En Los Pajales solamente había dos fincas. La de un señor llamado Domingo y la de mi papá. Lo que dividía la finca era un camino. Era lógico que hubiera relación entre las dos familias, pero la señora pensaba muy mal de mí. Creía que yo estaba enamorado de la hija, y yo como era ciego, no representaba ningún futuro “.

Varios niños se acercan. Dicen que vienen de Aracataca a ver al maestro Leandro. Y se acomodan en silencio. Se oyen de pronto las risas de los pequeños. El continúa: “usted puede ser muy enamorado, pero si no tiene vocación para músico, se convierte en un enamorado sin música. La música es como una hoja de papel. Usted va a colocar notas en una hoja blanca, así mismo hace los versos. Después se unen las dos cosas, entre la música y la letra y después uno cuadra. Unas quedan disparejas. Si el verso no queda adecuado a la melodía, hay que corregirlo”.

¿Leandro Díaz es feliz? Se queda callado. Toma aire. Inmóvil. Yo sí. Soy feliz. Vivo bien mi vida porque aprendí a vivir.

– ¿Qué es aprender a vivir?- Esta vez responde enseguida con interés: “Es soportar todas las cosas que la vida le trae a uno. Ser feliz no es porque usted está en automóvil, o anda bien con las chicas, o tiene dinero en el banco. De pronto aquellos que no tienen, son más felices. Porque de pronto uno tiene que cuidar el carro, la chica, la plata, y no se cuida uno”.

Él sigue ahí en la quietud de Valledupar. En medio de las tinieblas mientras recibe a diario estímulos del paisaje que no ve. Compone sin escribir, pero deja mensajes claros y se inquieta por los miedos del hombre.

¿Por qué miedo? -pregunta- si el hombre siempre ha sido dueño del mundo.

“La mujer se acerca y su olor es la invitación para que en Leandro Diaz se encienda una luz suficiente para ver. Él le compone a la vida, que lo ha tocado a fondo, con sufrimiento y cosas bellas. Por eso dice que es un hombre feliz. Aunque es ciego de nacimiento, describe a la naturaleza y le compone, como si la viera. De olores y calores se alimenta para crear. ‘Matilde Lina’, su tema más conocido, nació de un amor intenso.

“ Por Rafael Sarmiento Coley. Fotografías :archivo particular e Internet.

Rafaelsarmientocoley@gmail.com  Celular 3156360238

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Director general de Lachachara.co y del programa radial La Cháchara. Con dos libros publicados, uno en producción, cuatro décadas de periodismo escrito, radial y televisivo, varios reconocimientos y distinciones a nivel nacional, regresa Rafael Sarmiento Coley para contarnos cómo observa nuestra actualidad. Email: rafaelsarmientocoley@gmail.com Móvil: 3156360238 Twitter: @BuhoColey
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