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Dinosaurios que sobreviven en el alma costeña

‘La Misión’, una de las últimas grandes producciones cinematográficas, y El Heraldo que sobrevive a los huracanes de los medios digitales.

Por Rafael Sarmiento Coley

Enrique Santos Calderón, quien siempre andaba a la caza de las ‘vainas nuevas e interesantes’), que tanto le escuchó a su abuelo Enrique Santos Montejo (‘Calibán’), en la sala de redacción del viejo monstruo de El Tiempo en la calle 7ª- de Bogotá, una noche se presentó a Barranquilla, y mientras saboreábamos unas ‘águilas volando’ en el mítico estadero salsero ‘La 100’,  del hoy difunto Rafael ‘100’ Figueroa, soltó una de sus inefables premoniciones: “Hay que preparar las notas de dos dinosaurios que tienen mucho que ver con Barranquilla”.

Enrique Santos Calderón, entonces alejado del poco honroso título de ´Guerrillero del Chicó’ y henchido de entereza por haber dejado la dirección de la valerosa revista Alternativa’ que codirigía con Gabo (‘Atreverse a pensar es empezar a luchar’ era su lema), se dedicaba por completo a su columna “Contraescape” en El Tiempo (diario de la familia, fundado en 1911 por su tío-abuelo Eduardo Santos Montejo).

Juan B. Fernández Renowiztky,, Alberto Pumarejo y Luis Eduardo Manotas.

“Hay que escribir la historia de dos Dinosaurio con los pies anclados en Barranquilla: la gigantesca producción de la película ´La Misión’ y el diario local ‘El Heraldo’.

Miró al contertulio que estaba con la esposa su izquierda, y no se dijo más.

Por las estribaciones de la Sierra

Robert De Niro, el niño wawuna Nanany y el periodista Rafael Sarmiento Coley en plena selva en la filmación de ‘La Misión’.

A los pocos días llegó a Bogotá la avanzada de la película ´La Misión’. En resumen, un largometraje sobre las luchas sangrientas de conquistadores españoles, portugueses y franceses tras el sucio negocio de esclavos, el saqueo de las riquezas naturales y la conversión a sus religiones de los desde entonces masacrados aborígenes.

La primera ‘película‘ del tremendo drama fue la escogencia de los actores naturales locales. Del diario El Heraldo se desplazaron al hotel El Prado –centro operativo para escoger a los candidatos—casi toda la dirección y la directiva. Faltaron el director consejero Juan B. Fernández Renowitzky; su hijo único Juan B. Fernández Noguera que estudiaba diseño gráfico en Nueva York, y el hermano de Juan B., Arturo que estaba en Francia, terminando derecho, filosofía y economía.

Juan B. Fernández Ortega y Juan B. Fernández Renowitzky, ganadodores de sendos premios mundiales María Moors Cabot.

Olguita Emiliani gritó desde su cubículo de asistente de dirección o ‘la escuelita de doña Rita’, que ya ella no estaba para esos trotes. Entonces Ernesto Mcausland (que en paz de canse), a manera de broma, propuso llevar a Manuel Pérez Fruto, periodista de Santo Tomás encargado de crónica Roja. Como ‘Poco pelo’ o ‘Mañe’, como lo apodaban, no quería ponerse de burlas, lo metieron en un saco y lo llevaron amarrado a las pruebas. Y fue el único que pasó todas las pruebas. Ernestico falló por ser muy ´canillón’; Pedro Lara Castiblanco por su permanente risa nerviosa; Zoraida Noriega porque exigía ser la diva de la cinta. En fin. Después de todo, el único actor ‘de El Heraldo´ que salió en ´La Misión durante 40 segundos, fue Manuel Pérez, quien actuó como el ‘Hombre Tos’. Y fue ultimado de una puñalada por el ‘Capitán Mendoza´(Robert De Niro, un esclavista que temía que por la tosedera de Mañe podrían ser descubiertos por el enemigo. Fue la única actuación de Mañe en la película, filmada en las estribaciones de la Sierra Nevada (en donde se construyó –al final con la orientación de Tomás Urueta-. Toda una tribu indígena como un hermoso templo de iraca para sus menesteres religiosos. De allí treparon a Brasil, y a la esquina donde nacen las Cataratas de Iguazú, territorio que comparten brasileros y paraguayos.

¡Tremendo Dinosaurio!

Alberto Pumarejo Vengoechewa.

Por más de 30 años los barranquilleros soportaron la hegemonía conservadora en materia informativa, a través del único diario que les llegaba todas las madrugadas a sus residencias: La Prensa, un grupo ultragodo y sectario conservador que había mantenido el poder político, social, económico y cultural desde 1888, hasta cuando en 1930, gracias a la fuerza vital del liberalismo costeño apoyado en El Heraldo, fundado el 28 de octubre de 1930, precisamente para ponerle fin al predominio godo.

Por esas insólitas circunstancias de la vida, a pesar de ser La Prensa propiedad exclusiva de la familia ultraconservadora Martínez-Aparicio-Gerlein, el director era un liberal auténtico, el consagrado periodista, diplomático, estadista y escritor, Juan B. Fernández Ortega, oriundo de Puerto Colombia.

Nació liberal

En los meses finales de 1933, cuando el Partido Liberal colombiano decidió, por fin, acabar con la dictablanda conservadora decidió acudir a uno de sus hombres mejor preparados y más brillantes de esos tiempos, Enrique Olaya Herrera, en esos momentos Embajador de Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos. Para fortalecer una estrategia que garantizara un triunfo liberal, lo primero que se pensó fue crear diarios liberales en aquellas ciudades dominadas por la prensa conservadora.

De esa manera fue convocada la clase dirigente empresarial liberal barranquillera para que se metiera la mano al bolsillo y fundara un diario liberal fuerte.

Gabriel García Márquez, uno de los más consagrados columnistas y editorialistas de El Geraldo (caracricartura TURCIOS)

Los primeros que salieron a la palestra fueron: Alberto Pumarejo Vengoechea, uno de los más adinerados barranquilleros del momento. Dueño del Banco de la Sabanas finquero dedicado a la ganadería y a la palma de aceite; cuñado del dueño de la Cervecería Águila, Mario Santo Domingo), hermano de doña Beatriz Santo Domingo; el intelectual y brillante escritor Juan B. Fernández Ortega y el abogado sabanalarguero, Luis Eduardo Manotas Llinás.

El grupo constituyó una sociedad con unos estatutos cerrados con candados, según los cuales la sociedad se dividía en tres grupos cada uno con una propiedad accionaria del 33.1%. Como se mantiene hasta hoy, a pesar de que en repetidas ocasiones se han dado patadas, trompadas, garrotes con bancas destrozadas.

Han realizado topo tipo de piruetas. Hasta el punto de romper sólidos matrimonios con el fin de lograr el divorcio que les permita crear nuevas alianzas. Pero nada. Esas tramoyas lo que han inducido es a que sólidos matrimonios con cuatro y cinco hijos, se unan, por conveniencias con otros matrimonios ya organizados con cinco y ocho hijos, por lo cual el resultado son varios kindergarden en la redacción de EL HERALDO.

La reina de la corona

Manuel Pérez Fruto, siempre al lado de las reinas de Santa Tomás.

El inamovible estatuto que establece el 33.1 de los tres grupos que conforman la junta de socios ha impedido que grupos como la Casa Char entre a formar parte como copropietario. Para no meterse en ese berenjenal o pelea de perro, ha mantenido al margen como grupo de altísima contribución publicitaria, con lo cual, sin contar con una sola acción en el periódico, su generosa pauta le permite, en la práctica, un aliado que vale y pesa, que con ocasiones impone pautas; impone candidatos; el periódico no toca para nada ninguno de los escándalos de grueso calibre en que se ven sometidos algunos de los sobresalientes miembros de la Casa Char, lo cual le permite vivir en el mejor de los mundos: sin ser dueño del más poderoso medio de comunicación de la ciudad y la región, nadie duda que en El Heraldo la Casa Char se respeta como si fuera parte del componente accionario.

No pasarán

Uno los principios esenciales de su director histórico, Juan B. Fernández Ortega, fue: “El Heraldo es una obra diaria de buena fe”.

Apotegma que, por lo general se respeta. Sin embargo, hay ocasiones en que es ignorado. Como cuando se defiende a ultranza una causa de dudosa catadura moral, o como cuando se amenaza a la competencia con un inocultable interés mezquino muy cercano a lo cobarde, como cuando el Grupo Santo Domingo, acosado por la intransigencia de un sindicato sin rumbo ni razón, quiso prolongar una huelga, hasta colocar a los dueños del diario en la necesidad imperiosa de vender o cerrar.

Surgió, entonces, la posibilidad de que el diario El Tiempo –propiedad entonces del grupo Santos-Montejo-Santos-Calderón-adquiriera Diario del Caribe para que, de esa manera, Barranquilla tuviera dos buenos diarios. La respuesta grosera de El Heraldo fue: “NO PASARÁN”.

Situación difícil

Como colofón, tal como concluía José Cervantes Angulo sus célebres crónicas el insigne periodista de El Heraldo fallecido por fallarle el corazón de tanto amar la vida-, el diario barranquillero –como decía el difunto Marcos Pérez—atraviesa el Niágara en Bicicleta.

Una de las labores que siempre se destacó en el HERALDO fue alternar periodistas veteranos con gente joven. Una permanente escuela que despareció, cuando Juan B. Fernández Renowitzky oasó a ser director consejero.

Todos los medios del país están en manos de gigantescos grupos económicos, que manejan las principales pautas publicitarias: Semana está en manos del multimillonario grupo banquero de los Gikisky; El Tiempo es del ‘todopoderoso’ Sarmiento Angulo; El Espectador es dominado por los herederos del Grupo Julio Mario Santo Domingo (muchachitos jóvenes, incansables, insaciables y traviesos, que con toda seguridad terminarán con un de ellos en la Casa de Nariño.- ¡No lo duden!- que ya se le metieron hasta en los anaqueles de las Olímpicas, y también son dueños de BlueRadio; RCN es de Ardila Lülle.

Todo lo cual nos indica que ´Sí pasarán’. Lamentable que esta situación se presente en momentos en que esa mente tan brillante y sabia, como la de Juan B. Fernández Renowitzky, no esté en sus cabales. Otro gallo cantaría. Y también muy triste que al Turi Fernández, por sus recientes problemas de salud, le hayan ordenado trabajar a media marcha. Y lo peor es que han desaparecido por completo los criterios para seleccionar columnistas de peso, colocados allí por amiguismos, por antiguos afectos patronales o sentimentales, sin respeto a la dignidad de los lectores a no tener que chuparse la galleta de leer columnistas que forman parte de familias de antecedentes vergonzantes ampliamente conocidos.

Gustavo Bell Lemus, uno de los mejores directores que han pasado por la brillante historia de este dinosaurio sagrado.
Sobre el autor

Director general de Lachachara.co y del programa radial La Cháchara. Con dos libros publicados, uno en producción, cuatro décadas de periodismo escrito, radial y televisivo, varios reconocimientos y distinciones a nivel nacional, regresa Rafael Sarmiento Coley para contarnos cómo observa nuestra actualidad. Email: rafaelsarmientocoley@gmail.com Móvil: 3156360238 Twitter: @BuhoColey
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