La historia colombiana está poblada de mentiras patrióticas. La patria boba no fue una confrontación entre bobos sino entre vivos.
El comentario de Elías
Por Jorge Guebely
En la historia colombiana, el interés por los recursos naturales constituyó su principal motor. El centralismo y el federalismo, primeras escaramuzas partidistas, pelaron sus dientes por la hegemonía. Triunfó el centralismo, la visión más conservadora, reflejo borbónico en el nuevo Estado. Nariño y Bolívar fueron sus alfiles; crearon una República para la desigualdad, la pobreza y el atraso ideológico.
Apenas el Libertador cotejaba su muerte, y el centralismo comenzó a desmoronarse. Bogotá vio desmembrarse Caracas en el este y Quito en el sur. La inoperancia de un Estado conservador vio impotente el desmembramiento de Panamá.
Y ante la incapacidad del liberalismo para construir un Estado Federal, muchas voces han pedido liberarse del centralismo. Recientemente alguien abogó tímidamente por una República Independiente del Chocó. Y otro habló del Estado Federal de Antioquia. Y algunos años atrás, Tumaco quiso adherirse al Ecuador. Hoy, Buenaventura pide esa autonomía administrativa y patrimonio propio. Hasta los gobernadores se molestan por el exceso de centralismo. Mientras el gobierno central consolida su economía y política –incluyendo su corrupción-, los regionales disminuyen esas mismas prebendas. Y peor aún, al pueblo común se lo confina al olvido y a la miseria. El centralismo funciona como un platelminto voraz que diseca la periferia.
Mejor suerte corrieron las regiones desmembradas del centralismo bogotano. Caracas y Quito se convirtieron en ciudades prósperas de países independientes. Mucha mejor suerte tuvo ciudad de Panamá. Si hubiese cometido el error de conservar su estatus de colombiana, sería tan miserable como la actual Buenaventura. Tal vez peor por estar más lejos del centro. No tendría acueductos, ni salud, ni educación, ni empleo. Estaría llena de ejércitos irregulares. Sus habitantes no tendrían el salario mínimo de $2.200.000 que tienen hoy los panameños. Habría una cacofónica discusión, después de muchos estudios costosos, de cómo construir el canal de Panamá. Y en el supuesto caso de haberlo construido por imposición de los norteamericanos, los dividendos serían para las multinacionales, las regalías para el centralismo bogotano y la miseria para los panameños.
Buenaventura ejemplifica luminosamente el fracaso del centralismo colombiano. Posee un exceso de miseria a pesar de mover en su puerto el 60% de la exportación comercial y aportar más de $5 billones en impuestos cada año. Sus riquezas sólo sirven para alimentar la burocracia estatal y sufragar en parte la corrupción nacional. Los bonaerenses pagan la mala suerte de vivir en un país insaciablemente centralista.