 
							Por Jorge Guebely
Nada tan peligroso como las mentiras de políticos. Las cubren de sueños; pero guardan injusticias, miserias, odios, asesinatos… Las convierten en sangrientas ideologías, en tragedias irracionales.
Hitler construyó la suya con su gran mentira: “la superioridad de la raza aria”. Con ella, liquidó millones de personas. Igual el catolicismo, Cristo devino dogma y millones de personas perecieron bajo la santa inquisición. Con cada nueva ideología, la especie humana se hunde más en la podredumbre, se acerca más a su fin.
Necrófilas banderas, se imponen verticalmente so pena de perder la vida. Quien no era cristiano en el medioevo, perecía en la hoguera. Quien no era comunista en la época de Stalin, se deportaba a Siberia.
Serpiente doblemente bicéfala en Colombia. Por un lado: dogma conservador contra liberales, por el otro: derecha contra izquierda. El liberal debía morir en manos del conservador; el izquierdista, en las del paramilitar. Y viceversa también.
Sólo tragedias en las confrontaciones de dogmas. Credos asesinos, arquitectos de nuestras múltiples guerras, de descabezados con machetes, de destazados con motosierras, de secuestrados sin clemencia. Normal, toda ideología se alimenta con sangre humana.
Sin embargo, palidecen nuestros extremos ideológicos: de derechas o izquierdas, liberales o conservadores. Palidecen los Torquemada nacionales. Nos liberamos paulatinamente de sus cadenas lingüísticas. Sus mentiras sólo encienden a sus feligreses, a sus obnubilados compatriotas.
Palidece aún más el expresidente Pastrana. Su carta al presidente norteamericano sólo despertó una sonrisa del gringo y una carcajada nacional. Lo catapultó como otro desacreditado mental.
Palidecen hoy el expresidente Duque y su entonces ministro de defensa, Alfredo Molano, como palidecían ayer. La presencia de Iván Mordisco develó sus mentiras, el muerto goza de mejor salud que antes de matarlo.
Palidece César Gaviria, autócrata del liberalismo. Se le rebelan los congresistas liberales. Quienes se oponen a ser elegidos con votos de la periferia para legislar a favor del centralismo, de las voraces e insensibles élites nacionales.
Sólo queda Uribe, el viejo cacique en campaña electoral, acompañado del exgeneral Jairo Herazo, militar vinculado con falsos positivos. Insiste en sus mentiras de ayer, alimento ideológico para sus feligreses de hoy: “La seguridad democrática en algo mejoró al país”.
No es verdad. Sólo hubo terror, 6402 falsos positivos, jóvenes inocentes asesinados por el Estado, para crear la mentira del triunfo y ocultar el fracaso de la verdadera guerra.
Poderoso peligro. Cuando las mentiras del político se han convertido en dogma: “: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado…” según Ciorán. Se avecinan entonces nuevos desastres.
 










