Una persona reacia a hacer ejercicio descubrió que abandonar el auto e ir a pie o en bicicleta a la tienda era una bendición para su salud mental y física.
Por Andrew Leonard
Desde el otoño de 2019, el escritor ha hecho en bicicleta la compra para casa unas 50 veces.
Me sentí físicamente destrozado la primera vez que conduje mi bicicleta a casa arrastrando un carrito lleno de compras desde el Costco. El viaje de ida y vuelta de casi 18 kilómetros me dejó con las piernas entumecidas, la espalda adolorida y la ligera sospecha de que había cometido un error.
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Un mes antes, mi miniván de 23 años se descompuso por última vez. En lugar de reemplazarla, decidí que una nueva realidad “libre de autos” me ayudaría a tener una vida más saludable. Mis músculos adoloridos cuestionaban la viabilidad de este plan.
Tres años después, ahora sé que renunciar a mi auto fue el primer paso hacia la solución de algo con lo que había batallado toda la vida: realizar una actividad física de manera consistente. Lo que comenzó como una necesidad —sin auto tenía que andar en bicicleta— se convirtió en una estrategia: los mandados son una oportunidad para hacer ejercicio.
Este replanteamiento resultó ser un impulso de motivación. Empecé a buscar nuevos encargos solo por el ejercicio que me proporcionaban. La necesidad de calcetines nuevos se convirtió en una oportunidad para ir caminando a Target. Cuando se me acabaron los granos de pimienta de Sichuan, me animé a recorrer en bicicleta los 14 kilómetros de ida y vuelta hasta el supermercado chino. Este año, me enteré de que la biblioteca pública tenía un libro sobre una tumba antigua que estaba investigando, y mi primer pensamiento fue: “Excelente, ¡es un viaje de ida y vuelta de 4000 pasos!”.
Lloviera o hiciera sol, me convertí en una máquina de hacer mandados. Mi estado de ánimo mejoró, me resultaba más fácil hacer la compra y tuve que comprarme un cinturón nuevo para mi cintura cada vez más estrecha. Durante la mayor parte de mi vida adulta, había intentado hacer ejercicio de manera constante, sin conseguirlo. Solo ahora, al cumplir 60 años, sentí que había descifrado el código.
Los expertos que estudian la psicología del ejercicio dicen que no fue casualidad que mi nuevo régimen basado en los mandados tuviera resultados duraderos. Es más, lo que funcionó para mí puede funcionar para otros.
Encuentra la motivación indicada
No soy ajeno a los trucos de motivación. Tras la ruptura de mi matrimonio a principios de la década de 2000, me dije que si adelgazaba sería más atractivo. Consciente de los consejos de mi médico sobre el colesterol, me convencí de que solo podía acompañar mi cena con papas a la francesa si iba en bicicleta al cerro más cercano.