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Barranquilla, ¡qué merecido bicentenario!

Barranquilla pocas veces se había volcado en forma entusiasta y colectiva a celebrar algo, como esta vez.Faltaron algunas cositas. Pero eso se va emparejando en el camino.

Todos querían expresar su sentimiento visceral. Dedicarle una canción, una poesía, una ópera, una obra de teatro, una pintura o una oración. Era apenas justo. No todos los días se cumplen 200 años de haber sido elevado a la mayoría de edad lo que en 1813 era apenas un villorrio.

En este desborde de literatura, análisis, encuentros, talleres, ensayos, coloquios, tertulias, el enfoque mayoritario fue sobre el auge que vive la ciudad. El sorprendente y desbordante crecimiento en su industria de la construcción, en todos los sectores (industrial, comercial, residencial, hotelero y otros). La innegable mejora en los sectores de salud y educación. El buen trabajo en el sector de la cultura que envuelve el Carnaval, las artes plásticas, el fomento de otras expresiones culturales y el vigoroso apoyo en la organización de los eventos para la celebración del Bicentenario.

En medio de todo ello faltó quizá dar una mira más sólida hacia algunas cositas.

Lo primero es que Barranquilla como puerto no sólo debe fortalecerse con su mirada hacia afuera. Exportar e importar no debe ser el fin último de la ciudad.

Porque Barranquilla no debe olvidarse del compromiso ineludible de su condición de metrópoli líder de la Costa Caribe. Es la capital natural de la región y, como tal, tiene la obligación de mirar de manera constante hacia el traspaís (o hinterland, como lo denominan los alemanes). Que es esa zona cercana a un litoral o puerto con los cuales tiene directa e inevitable conexión.

Porque si crece el traspaís o el hinterland, se desarrolla con mayor firmeza la metrópoli. Al revés, si solo crece la gran ciudad, su crecimiento será irregular y más temprano que tarde se verán los nefastos resultados con ejércitos de desocupados buscando trabajo, miles de destechados construyendo tugurios en zonas de alto riesgo y sin servicios.

Además, la principal venta de bienes y servicios de la metrópoli debe ser hacia el interior de la región como prueba máxima de su competitividad para enfrentar la dura competencia de los mercados internacionales.

Y jalonar el desarrollo integral de la región no es más que liderar la gestión ante el Gobierno Central y sus respectivos ministerios para crear las condiciones requeridas y suficientes con el fin de que haya confianza de los inversionistas para volver a desarrollar  los portentosos ingenios azucareros (como en el pasado los hubo en Córdoba y Bolívar). Para que se pueda explotar en forma democrática la fértil tierra de los Montes de María. Para que La Mojana deje de ser un sueño y se convierta en una productora arrocera que no tenga nada que envidiarle a los países asiático desde donde nos están invadiendo con este grano. ¿Por qué? Porque allá le adecúan las tierras al inversionista, le hacen las carreteras, les facilitan los fertilizantes y, de ñapa, los subsidian. Por eso los dueños de los almacenes de grandes superficies prefieren comprar el arroz taiwanés a doscientos pesitos la libra, y no el mojanero a quinientos pesos.

Otras cositas que faltaron en estos buenos festejos fue que no se recordó lo bien que le fue a Barranquilla cuando se puso al frente de la Liga Costeña. O cuando el barranquillero Gastón Abello, desde la entonces pulcra Cámara de Comercio de Barranquilla, gestó la creación de numerosas entidades similares en la región. Las orientó. Las ayudó a crecer. Y desde aquí, con estas instituciones fuertes y bien organizadas, se lanzó a la creación de la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, gremio que este ilustre barranquillero dirigió por muchos años.

Otra cosita que se olvidó –y que es también un buen ejemplo del liderazgo que debe ejercer la ciudad para que la región se desarrolle armoniosamente- es el buen trabajo de integración regional y de escenario de encuentro que se hizo por intermedio de la Corporación Eléctrica de la Costa Caribe (Corelca) en sus primeras dos décadas. Primero, en manos de Jacobo Acosta Bendek. Luego, en manos de Álvaro Osorio Carbonell. Dos barranquilleros capaces, brillantes y honestos, que con acierto manejaron la entidad con visión regional. Corelca era la corona para mostrarle a la faz del país como buen suceso de progreso e integración costeños. No solo eso.- En determinado momento Corelca resolvió problemas de escasez eléctrica en algunas zonas del interior del país, y pudo haber sido hoy la enorme fortaleza costeña como potencia eléctrica. Pero se atravesaron los politiqueros de Córdoba, Sucre, Bolívar, Atlántico, Magdalena, Cesar, La Guajira, San Andrés, y Corelca empezó a hundirse. Situación que aprovecharon  los paisas para acabar de enviarla al fondo de los abismos. Después vino el desprestigio de los apagones y los negocios turbios con las tales barcazas de Reginaldo Bray y otros aventajados, y se apagó esa flameante llama.

¡Qué vaina que uno tenga que hacer de aguafiestas! Pero nunca es tarde para que se tengan en cuenta esas cositas. Ojalá antes del próximo Bicentenario.


 

 

 

Sobre el autor

Director general de Lachachara.co y del programa radial La Cháchara. Con dos libros publicados, uno en producción, cuatro décadas de periodismo escrito, radial y televisivo, varios reconocimientos y distinciones a nivel nacional, regresa Rafael Sarmiento Coley para contarnos cómo observa nuestra actualidad. Email: rafaelsarmientocoley@gmail.com Móvil: 3156360238 Twitter: @BuhoColey
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