Hace unos seis años, cuando se acercaba el momento de mi jubilación como periodista activo de EL HERALDO, y el periódico se acercaba a sus 75 de su existencia, a algunos dueños de esta grata casa periodística se les ocurrió la indiscutible idea de escribir un libro que recogiera la historia real y vivencias de esos15 lustros de frenética existencia.
Conozco la manera en que funcionan los amores y desamores, los encuentros y desencuentros, los hígados y la bilis de los integrantes de la llamada junta de socios. Que es la mandacallar en El Heraldo. Y no se crean otros cuentos. Pensé que recurrirían a una top agency cazatalento para contratar al investigador, al Copy Right, al ideólogo, al master general del proyecto y a los que ahora en la jerga de los escritores modernos denominan ‘el negro’.
No. No se crea que el ‘el negro’ es para cosas perversas ni mucho menos fálicas. Es simplemente el que se encarga de recopilar los datos que le pide el editor. Enterrarse de cabeza en cuanta hemeroteca y biblioteca le ordenan, grabar, copiar, recoger fotos hasta en Marte, si es necesario, y finalmente entregarle todo eso en bandeja de plata a la gran estrella, al escritor cuyo nombre brillará en la carátula del libro con una foto suya y una pequeña biografía en la contracarátula.
Un día me llamó el actual Director Consejero el doctor Juan B. Fernández Renowiztky a su apartamento. No está demás decir que por este señor siento un incalculable aprecio. Me enseñó mucho durante los casi 25 años que estuve a su lado. Fui su jefe de prensa en la campaña por la Constituyente de 1991. Con él recorrí la Costa Caribe y con él andamos y desandamos a altas horas de la noche las salas de audiencia de la Constituyente, la Plaza de Bolívar y terminábamos ‘cenando’ a las dos de la madrugada en un restaurante de Residencias Tequendama junto con Eduardo Fuenmayor, su secretario privado.
Pues bien. Ese día, luego de saborear un helado con cocacola que doña Elisita su esposa ordenaba a la servidumbre, empezó a mostrarme todo cuanto tenía en una especie de hemeroteca secreta. Sus escritos en diversos periódicos y revistas del país y el mundo. Entrevistas con grandes personajes. Los primeros escritos que Gabito le dedicó a él –incluida una caricatura- cuando eran compañeros de pupitre en el colegio San José.
Al final, de pie, con las manos entrelazadas en las espaldas, dijo: todo esto te lo he mostrado porque he llegado a la conclusión de que quien debe escribir el libro de los 75 años de EL HERALDO eres tú. Quién más que tú conoce esa historia. Otro que podría ayudarte es Cervantes (José Cervantes Angulo), pero lamentablemente le falló el corazón”.
“Háblate con Juanchito (Juan B. Fernández Noguera), con la doctora Rosario (Pumarejo) y con la doctora María Emilia (De la Rosa Manotas) para que se pongan de acuerdo”.
En efecto, hablé con ellos. Me entregaron un e-mail de una agencia de Bogotá en donde estaba la hoja de ruta. El libro se dividiría en 5 capítulos, cada uno de los cuales con abundantes fotos relacionadas con el capítulo. Mucho dato sobre la redacción costosa y moderna en la cual predomina espacio, luz, limpieza y muebles que se ajustan a las necesidades del cuerpo humano (ergonómicos) y el máximo aprovechamiento de la tecnología de punta.
No me permitieron contratar ‘mi negro’. Por lo tanto me convertí en ratón de bibliotecas y hemerotecas con papales que se me volvían polvo y ácaros en las manos. Lo que me produjo dos meses de hospitalización en dos ocasiones con bronquitis aguda.
No me arrepiento. En dos años recopilé la más hermosa historia. Y aunque la he entregado a EL HERLDO como parte del compromiso inicial a cambio de un primer pago (me deben el más jugoso). Tampoco me entristece que no pudo salir el libro para los 75 años, como era el proyecto. A lo mejor saldrá para los 80. Eso espero. La obra, tal como se la ha propuesto al presidente ejecutivo de El Heraldo, Francisco Posada Carbó (hijo de otro gran maestro que disfruté), incluye un video de 15 minutos que estoy seguro será una sorpresa.
Próxima entrega: el día que Bertha y Juan Gossain y Sigifredo Eusse ‘chiviaron’ a todo el mundo con la muerte de un Papa.
