Es como si fuera una fiel copia de lo que ocurre en el Perú, según la reciente novela de Vargas Llosa ‘El héroe discreto’. La periodista autora de este relato imaginario lo ha realizado con base en las investigaciones adelantadas en barrios, tiendas, centrales de abastos, graneros, depósitos mayoristas de plátano, banano, carnes, pescados y frutas. Del mismo modo ha escuchado conversaciones callejeras, diálogos furtivos en tiendas y cantinas barriales.
Sorprende con desasosiego que en Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y otras urbes de la región ocurra exactamente lo mismo que en Piura, Paita, Chiclayo, Trujillo y casi todo el Perú, tal como sucede en la reciente novela de Vargas Llosa ‘El héroe discreto’. Nuestra colaboradora nos ha entregado el siguiente testimonio, con el acuerdo que en honor al ‘héroe discreto’ de la novela, le pongamos un seudónimo a su autoría.
Escrito por: Felicita Yanaqué
Sé quién eres. Sé quién es tu familia. Sé dónde viven, dónde trabajan, dónde estudian y hasta los lugares que frecuentan. Tengo ojos por la espalda, oídos en las paredes y unas manos ajenas que no le pesa el pecado de sus actos. No tengo de qué huir, porque estoy cerca de ti y estoy encarcelado en otra parte. En cambio tú ¡JA!, mírate. Si huyes, te seguiré. Si te niegas, te mataré. Si denuncias, te silenciaré. Porque yo soy el gato y tú el ratón. Bienvenido a la cadena alimenticia.
(Sonido telefónico)
– ¿Aló?
– Habla con Camilo, ¡Oíste! Soy integrante de la organización de los paisas. Ahorita mismo soy el encargado general de la vigilancia, la seguridad y el bienestar de todos ustedes. Como puede ver, ahora hemos empezado con mano firme pero necesitamos un aporte suyo y una gran colaboración de usted… (La extorsión en Cartagena, 2013)
Sí, usted. Porque sabemos que en su tienda de barrio gana dinero, porque es mayorista o minorista y porque nos necesita para un frente de seguridad, que le dé la cara a las FARC y a las bandas criminales.
Nosotros que sólo exigimos lo justo por nuestro ‘trabajo’ de vigilancia, no cobramos ni más ni menos. Pero eso sí, si no nos colabora… (silencio). Mejor pregúntele a Juan Alberto Aristizábal* o a Darío Guzmán* que pueden corroborar nuestros excelentes servicios de seguridad. Esa seguridad que brindamos de que usted no pase por nada, mientras nos pague por nuestros servicios.
Juan Alberto Aristizábal y Darío Guzmán son dos afiliados a nuestros servicios de vigilancia que ofrecen nuestros diferentes grupos paramilitares. Ellos, llevan cerca de 10 a 8 años pagando las cuotas mensuales, llamadas ‘vacunas’. Cada uno de estos comerciantes cartageneros paga, por cada negocio, un valor de 20 millones a 100 millones de pesos (cuota anual). Valor que incrementa debido a la demanda (entiéndase como comerciantes que aceptan pagar la vacuna) que este negocio tiene. De allí, a que hace 10 años a Juan Alberto se le cobraba mensualmente de 200 mil a 500 mil de pesos (cuota mensual) y ahora su valor se haya incrementado.
Pero hombre, ¡no se preocupe tanto por el dinero que nos va a desembolsar, ni a dónde lo va a depositar! Todo eso está fríamente calculado. Usted simplemente manda a uno de sus peones, porque sabemos quienes trabajan en su tienda o en su negocio, dónde queda y su movimiento financiero, así que no nos venga con cuentos de que no tiene o que no puede. Mire, el peón va y deposita, en uno de los diferentes efectys de la ciudad, la cuota. Y para que vea que somos bien flexibles, usted tiene derecho a negociar.
Eso sí, avísenos con nuestras propias ‘carnadas’ con anticipación. ¿O creía que nos presentábamos en persona? Esto es una organización, un negocio, al igual que el suyo y hay que seguir los conductos regulares. Por eso, si Juan Alberto intenta denunciarnos a la policía por extorsión, fracasará en el intento. Porque no es al jefe, ni a mí, el encargado general de la vigilancia y la seguridad, si no a los niños que escogemos de los barrios más pobres de la ciudad y a nuestras mujeres, quienes tendrán la labor de ser nuestra propia ‘paloma mensajera’. Y así, como una organización seria, hacemos una gestión de comunicación en la que nos encargamos de que ni los niños, ni las mujeres paguen pena. El primero por ser menores de edad y el segundo porque no tienen suficientes pruebas, ya que al ser mujeres, no pueden requisarlas por completo.
(Sonido telefónico: mensaje entrante)
[caption id="attachment_5163" align="alignright" width="336"] Tomada de El Universal de Cartagena[/caption]Señor Darío, lo he estado llamando y no contesta mis llamadas. Soy Camilo, otra vez. ¿Cómo así que anda en vueltas con la policía? ¡¿Cuál es la joda?! ¿Me va a ver la cara de marica o qué? No se olvide que en cualquier momento podemos matar a su familia o a usted. Así que déjese de cuentos. Llámeme o contésteme para arreglar eso que andan diciendo. Última advertencia ¿Oyó? (Suceso narrado por Darío)
Sé que Darío y Juan Alberto sudarían la gota fría y pensarían dos veces antes de volver a romper el aparente estado de seguridad. Ellos saben que no es mentira, que no es ninguna logia que quiere sembrar el terror, aunque ese sea nuestro método publicitario más efectivo. Darío y Juan Alberto conocen a la señora de la papa, al señor de la cebolla, a Toño el inválido, y eso por no mencionar los otros 15 casos que se suman a la lista de enemigos de la ‘seguridad’ y que necesitaban ser silenciados con sangre. Pero si eso no les basta para que Darío y Juan Alberto estén «calladitos para que se vean más bonitos», a estos más de 15 casos, aún silenciados, se les seguirá prestando el servicio a sus familias o si no, allí está la puerta. Es decir, váyase de la ciudad y cierre su negocio, porque si no lo cierra sus empleados también entran al combo como afiliados.
Confíe en nosotros. Confíe tanto, que cuando menos piense, como a Juan Alberto le sucedió, tendrá a uno de los nuestros como empleado en su negocio. Nos comprometemos tanto con nuestros afiliados que nuestros integrantes se convierten en comunicadores de su información interna, para así lograr un mejor servicio. Nos infiltramos, incluso, en el sector del banano y el plátano como trabajadores para analizar el mercado. Pero tampoco sé vaya en balde, como Darío lo hizo, buscándonos por fuera, pues muchos de nuestros jefes vienen desde la misma cárcel, así como Darío a la final lo descubrió con rastreo a nuestro número de celular. Tenemos el honor de que las estadísticas oficiales de la policía, consideren a las cárcel San Sebastián de la Ternera (Cartagena), como una de las prisiones donde más se extorsiona. Y aunque en lo que va corrido del año, las autoridades han capturado a más de 100 personas de nuestros diferentes grupos paramilitares, a diferencia del pasado año 2012 en que fueron 123 los capturados y en el 2011 la cifra que fue de 174, la organización sigue en pie. Porque a muchos de nuestros jefes ¿qué más los pueden condenar?
No sabes quienes somos, ni de de dónde venimos, no pretendas querer saberlo todo pues acuérdate que la curiosidad mató al gato. Juan Alberto cree que muchos de nosotros no somos paramilitares, como decimos ser al identificarnos como ‘Rastrojos’, ‘los paisas’, ‘Las águilas negras’ o ‘la oficina de Envigado’. Él cree que somos parte de la delincuencia común, las llamadas «Bacrim», según él, somos la réplica china de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), que no defendemos a los barrios y a los mayoristas a ese enemigo en el espejo; la FARC, la delincuencia común, etc. Y Darío le complementa, porque cree que los actuales grupos surgieron después de la desaparición de las AUC, el desarme y la extradición de sus líderes. ¿Pero cómo no vamos a serlo si la seguridad está ahí mientras nos colabores?
Vislumbramos una sociedad segura. En la que el silencio, a pesar de que se hayan presentado en el 2012, 1593 denuncias en el país, reine. Silenciamos a los barrios más pobres, a los mayoristas, a los minorista e incluso a los mismos medios que tienen miedo de exponer la verdad. Es mejor que se mueran de impotencia a que terminen en la muerte sin ser escuchados.
Bienvenido a la cadena alimenticia. Esta es la ley de la vida, la ley del más fuerte, la ley del miedo. ¿No te da impotencia no saber quiénes somos? ¿Quién hay detrás? ¿Qué hay detrás? Ahí parado sólo tapas la luz y mientras sea así, en la oscuridad, podrás escucharnos pero nunca podrás observar nuestros rostros. Sigue así y recuerda que los gatos tenemos 7 vidas.
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