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Vampirismo elitista 

Por Jorge Guebely

Terrible, en Colombia tienen más credibilidad las palabras de los bandidos que las de los políticos nacionales. Se les cree más al ELN y menos a los padres de la Patria. Pavorosos personajes inhabilitados por sus excesos de promesas incumplidas, sus cacofónicos dimes y diretes y, sobre todo, sus niveles de alta corrupción.

Acierta el grupo insurrecto al momento de finalizar el reciente paro armado en el Chocó. La crisis humanitaria de aquella región “no se debe al accionar del ELN”, sino al “… abandono estatal, el incumplimiento de sus responsabilidades sociales y la falta de voluntad política para brindar a las comunidades condiciones de vida”.

Mayúscula evidencia para el Chocó, vanguardia del olvido estatal. Región menospreciada por el vampirismo centralista, liberales y conservadoras. Víctima de la codicia elitista, mezclada con cinismo, camuflada en lenguaje verboso de politiquero.

Nada garantiza el Estado colombiano al Chocó. Ninguno de los derechos básicos: salud, educación, empleo, seguridad, vivienda, comercio, recreación, deporte, vida digna. Ni al Chocó, ni a ninguna región del país, incluyendo a los Departamentos centrales.

Horroroso Estado, siempre consciente del abandono, pero siempre indiferente. Indolente al informe de Jorge Armando Otálora en 2014, uno de sus alfiles en función de Defensor del Pueblo. Develó la miseria material del Chocó: desplazamientos, reclutamiento de menores, falta de red hospitalaria, ninguna política de atención estatal. Olvido total. Política de un Estado mezquino e inhumano, manipulado por élites mezquinas e inhumanas. Innoble con la periferia para privilegiar al vampirismo centralista. 

Igual suerte para los pobres hacinados en grandes urbes, desplazados de regiones en crisis. Con pobreza pagan la codicia de un Estado cuyas fronteras no son geográficas sino clasistas. Existe solo para las élites indolentes, antinacionales; ayer, durante la colonia, enamoradas de España; hoy, de los Estados Unidos; mañana, de China.

Elite de cinismo extremo, no les importa el deshonroso lugar del país más desigual de la región después de Brasil. Ninguna vergüenza si Venezuela, Nicaragua… están en mejores condiciones según GINI. Las dictaduras por encima de la democracia criolla. 

Sin embargo, nos engatusan con nuestra falsa superioridad. Nos ocultar sus codicias señalando a los grupos armados como directos responsables del bicentenario drama social de las regiones periféricas del país.

Verdaderos fraudes, quieren disfrazar el foco de tanto desmadre colombiano, la nulidad de un Estado cuyas fronteras no son geográficas, sino económicas. Solo protege a la vampiresca elite, enferma de la peor enfermedad: la insaciable codicia. 

Justas las palabras de Gandhi, demasiado justas para nuestra realidad nacional: “El planeta Tierra puede proporcionar lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada persona, pero no la codicia de unos cuantos”.

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