
La inflamación no siempre es mala. Cuando funciona bien, es una respuesta natural del cuerpo para protegernos de infecciones y lesiones, ayudando a reparar tejidos y activar las defensas inmunitarias.
El problema surge cuando se vuelve crónica: persiste sin una amenaza real o no se apaga después de cumplir su función.



Inflamación aguda
• Ocurre rápidamente tras una lesión, infección o quemadura.
• Provoca enrojecimiento, calor, dolor e hinchazón.
• Desaparece en días o semanas, dejando el tejido reparado.
Inflamación crónica
• Puede durar meses o años.
• Está asociada con enfermedades como asma, obesidad, covid, demencia, cardiopatías y cáncer.
• Surge cuando la señal de “apagar” la inflamación falla, la amenaza persiste o el sistema inmunitario reacciona a algo inofensivo.
Enfermedades como la inflamatoria intestinal, la artritis reumatoide o la aterosclerosis muestran cómo esta respuesta defensiva puede volverse dañina, causando dolor, cicatrices en los tejidos y disfunción en órganos vitales.
En resumen, la inflamación es esencial para sobrevivir, pero cuando no se regula, pasa de ser aliada a enemiga silenciosa del organismo.
Por Nina Agrawal reportera salud The New York Times
Ilustraciones by Pete Gamlen