Una historia al ritmo cruzado de dos descargas, de cómo Mauricio Rieder sigue impulsando al talento artístico y de cómo Albert Pérez se convirtió en «El Rey sin timbal» de Barranquilla.
Escrito por: Jorge Mario Sarmiento Figueroa
Editor General
Primera descarga
Mauricio Rieder Guao conoció a su mujer, Dilia Ramos, en un concurso de salseros que organizó hace años en Bogotá. Aunque ella fue la ganadora, él no tuvo nada que ver con la elección ni se hablaron de inmediato. Fue que ella y su mamá, una tolimense de pura cepa, quedaron flechadas de él.
Tres veces tuvieron que invitarlo a almorzar, hasta que él pudo tener un espacio en medio de su arduo trabajo para aceptar. Y de paso reconocer que esa sería la mujer de su vida.
«Me había dedicado de lleno al trabajo, por eso no tuve ojos para verla de verdad el día que estábamos en el concurso. Yo allí estaba de organizador y tenía que estar pendiente del evento. Ya después, para mi inmensa fortuna, ellas se encargaron de que nos dedicáramos un domingo a cambiarnos la vida», dice Mauricio de aquel momento.
Aquella era la época de esplendor de la música antillana en toda América, desde Nueva York a nuestras latitudes. Ya para ese entonces Mauricio Rieder brillaba con luz propia organizando este tipo de eventos y llenando con su voz portentosa las cabinas grises de la capital colombiana. Tenía 23 años y era el director de Radio Olímpica. Al lado de Sergio Ramírez y otras voces de la locución radial que habían conquistado el éxito.
Una carrera ¡Guao!
La carrera de Mauricio Rieder Guao fue meteórica desde sus inicios. Oriundo de Codazzi, Cesar, llegó a Barranquilla a temprana edad. A los pocos días se conoció con el inquieto Ley Martin, quien ya hacía pininos como «control” de cabina nocturno de Emisora Variedades. Ley Martin también era otro desplazado de la profunda provincia costeña. Venía de un pequeño pueblo, ‘Piedras de Moler’ ubicado en la ribera de la ciénaga de Zapayán. Su verdadero nombre es Martín Orozco, y en su pueblo le decían ‘Martincito’. Y el día que por primera vez salió su voz por la emisora anunciando los discos, el pueblo casi enloquese. La gente gritaba por las calles “¡oigan a Martincito!”.
«Mi entrada a la radio tiene una anécdota chistosa: Ley Martin, por llavería conmigo, me puso en su turno a decir al aire la hora, confiando en mi voz y mi dicción. Resulta que al día siguiente lo llamaron para ponerle un memorando, por atrevido, y además lo mandaron a felicitarme, también por atrevido», relata Mauricio sonriendo con la misma picardía que lo haría su colega Ley.
Entró como Control supernumerario, es decir, a hacerle turnos a los Controles oficiales en los días y horas más inverosímiles. «A veces me daban, por unas cuantas monedas, los turnos del 31 de diciembre después de ‘pitos’, y yo sin chistar tenía que tomarlos porque sabía que por ahí era el camino».
Luego entró en su vida la bella Novia de Barranquilla, Esthercita Forero, quien creyó en su talento. Él estudiaba en el bachillerato de la CUC, desde las 6 de la mañana. Ella habló con Miguel Char para que lo ubicara. Él, casi de ruego, le dio un turno de 12 de la noche a 3 de la mañana. En Olímpica AM. «Cuando estaba conciliando el sueño, llegaba un taxi por mí. Y cuando me llevaban ya a dormir, al poco rato me despertaban en la casa para alistarme para el colegio. Fue un gran sacrificio. Claro, que mi profesores ya sabían que hacía radio y me dejaban llegar tarde o cabecear un poco en el pupitre sin que me regañaran».
Cuando Mauricio se fue para Bogotá, buscó la actuación. Se quedó diez años. Dirigió dos emisoras e hizo varias novelas para televisión. Fueron famosos sus programas radiales «Lunes de sentimiento», donde ‘pegó’ los ‘mano a mano’ entre artistas vallenatos. «En ese tiempo casi nadie ponía vallenato, porque en el interior era visto como corroncho. Pero en Radio 24 entré con todas las fuerzas y lo logré». Quizás Gustavo Gutiérrez haya estado escuchando su programa cuando se le vino al alma la nostalgia por el Festival Vallenato que lo hizo componer una de sus canciones famosas.
De nuevo en Barranquilla
Ley Martin hizo regresar a Mauricio de Bogotá. Le propuso hacer un dúo fuerte para enfrentar a Jairo Pava Salcedo, el nuevo ídolo de la radio en ese entonces. Pero Rieder Guao no se pudo separar del todo de Bogotá, adonde va y viene según los proyectos.
En su regreso a Barranquilla construyó un gran nombre como hombre de radio y eventos, que sigue creciendo. Ha sido director y conductor de programas en todas las emisoras importantes de la ciudad. Conoce los tejemanejes de cada una, sus virtudes y debilidades. Lo aprecian En RCN, Caracol, Emisora Atlántico y ahora en Radio Alegre, donde tiene un programa de rancheras “para la colonia paisa, para el nicho de los pequeños comerciantes que es muy grande en la ciudad y hacía falta que le dedicáramos un espacio solo para ellos”, dice.
Con su trayectoria, hoy en día se dedica a preparar el talento de las nuevas voces de locutores y presentadores de televisión, en cursos especializados que dicta, generalmente en las instalaciones del Apartahotel Eslait, al lado de su bella y ya reconocida hija Mima Guao.
Pero lo que más apasiona a Rieder Guao son los eventos. Desde “Salsa para gorditos” al último “Torneo para timbaleros aficionados”, que organizó con el apoyo de la Fundación Cultural La Troja, Almacén musical Miche y varios patrocinadores. Fue un éxito rotundo, como ha sido todo el camino, bien labrado, de este hombre que sigue creyendo e impulsando la cultura popular, de la gente de barrio que no tiene para asistir a academias de artes especializadas, pero sí para meterse a las locuras que Mauricio Rieder se inventa.
Allí fue cuando conoció a Albert Pérez, el mejor timbalero no profesional de Barranquilla y uno de los mejores percusionistas de la actualidad en La Arenosa.
“Albert ya había ganado con nosotros en la versión anterior. Ese muchacho me sorprendió, pero más me sorprendió el dictamen del jurado en este último torneo, que dejó al ‘rey’ sin timbal. Ya no podía cambiar la definición del jurado, pero algo tenemos que hacer para que él reciba un verdadero estímulo porque su talento no tiene par”, expresa Mauricio Rieder Guao, quien poco a poco, gracias a la organización de este tipo de eventos se ha convertido en un conocedor excelso de la calidad innata de nuestros artistas.
Esthercita acertó al sacar de los controles y poner en cabina al “rubio” Mauricio Rieder Guao. Y valió la pena que Ley Martin se llevara el regaño por impulsar su talento. La oportunidad fue bien aprovechada por un hombre que ahora cumple la labor de multiplicar lo que recibió.