El trabajo de los 6 primeros años fue lo más duro, pero con una magnífica administración y un recurso humano animado, se abrió camino.
Por Rafael Sarmiento Coley
Aquí hay que hablar con nombres propios, aunque se pisen muchos callos y se deterioren algunas imágenes que en algún momento las ponderaron como lumbreras y después resultaron tizones apagados.
Lo primero que se debe reconocer es la decisión y el empeño que puso el entonces alcalde de Barranquilla (2001-2003), Humberto Caiaffa Rivas, siguiendo instrucciones del Gobierno Nacional, para aprovechar un crédito blando del Banco Mundial para un sistema masivo de transporte público urbano de pasajeros.
Cuando Caiaffa salió de la Alcaldía en 2003, dejó el proyecto en marcha, con un extraordinario gerente, que venía con todas las charreteras como eximio administrador de empresas, Álvaro Osorio Carbonell.
El nudo gordiano
Inmediatamente entró en el año 2004 Guillermo Hoenigsberg, a quien le correspondió la nada grata tarea de armar la figura financiera para que Barranquilla garantizara aportar la parte que le correspondía (30% de la obra), como ente territorial local. El nudo gordiano que tuvo que desenredar Hoenigsberg es que el Distrito estaba en Ley 550 y afrontaba deudas hasta el cuello por vigencias futuras.
Haciendo piruetas, Hoenigsberg, como reconocido economista, logró salvar el escollo con éxito, y la plata del Banco Mundial empezó a llegar y las obras a rodar.
Fue una etapa de un trabajo descomunal por parte de todo un ejército de abogados, economistas, sociólogos, psicólogos, expertos en comunicación organizacional, para socializar el proyecto y convencer a los dueños de lotes, casas, almacenes, ferreterías, zapaterías y hasta iglesias, para que facilitaran la ampliación de las dos principales arterias viales de Barranquilla: la Calle Murillo (calle 45) y la Avenida Olaya Herrera (carrera 46).
Osorio, el gran gerente
Todo ese proceso lo lideró Álvaro Osorio como timonel, Edgar Paredes como segundo de a bordo, Constanza de De Biasse en el manejo del recurso humano, Luz Marina María como socióloga directora del programa de socialización del proyecto, en asocio con el director de comunicaciones y mercadeo Nira Figueroa Turcios y como asistente Ingrid Riquett.
Osorio venía de haber sido, junto con Jacobo Acosta Bendek, uno de los mejores que tuvo Corelca en toda su historia y en su época de esplendor, antes de que la politiquería acabara con esa entidad, como ahora casi acaba con Transmetro.
Ese fue el equipo del trabajo puro y duro para que, por fin, en el 2010, con Alex Char como Alcalde, empezara a rodar el primer bus articulado de transmetro. El concurso para el nombre y el logo de Transmetro, por esas cosas raras de la vida, se lo ganó Dávila Comunicaciones, la misma firma que desde hace 10 años maneja la imagen corporativa de la Gobernación del Atlántico y se encarga de proyectar la imagen del Gobernador de turno (cosa que, a juzgar por lo opaco y gris del gobierno de José Antogio Segebre, es de resultados poco deseables).
Era el momento cumbre de Uribe, y tenía como el senador que no se le despegaba ni cuando el Presidente iba al baño, a Armandito Benedetti Villaneda.
Le rogó, le lloró a Álvaro Uribe, “mi jefecito querido” (le decía en ese entonces, aunque ahora lo repudia), que le diera como cuota burocrática la gerencia del Transmetro para él garantizar su próxima curul a Senado.
Y Uribe lo complació
Uribe lo complació, contra le voluntad del Alcalde Char. Sacaron a Álvaro Osorio y ponen de gerente a un pobre muchacho que venía como una lumbrera de la Gobernación de Eduardo Verano, en donde se desempeñó como “extraordinario Secretario de Hacienda” (decía Verano y reafirmaba Benedetti brincando en un solo pie).
Alex Char no pudo hacer mayor fuerza para imponerse en lo que se estaba cocinando para Transmetro, pues ya él tenía un enredo con la firma encargada del recaudo, de la cual él o parientes muy cercanos eran socios.
Como era de esperarse, Manuel Fernández, por instrucciones de su jefe político, Armandito Benedetti, llegó cortando rabo y oreja. Según uno de los abogados laboralistas externos que se encargaron de los negocios de Transmetro con el personal despedido, que al festejo de los cinco años este viernes fue con bastón y rengueando, pero fue, “se cometieron muchas infamias, injusticias imperdonables, como el despido de una mujer cabeza de familia en estado de embarazo, a tres personas que ya estaban en el período de solicitud de pensión. En realidad fueron unas canalladas, fue una masacre infame, y nadie dijo nada en Barranquilla en ese momento”.
Una de las ejecutivas que se salvó de la masacre de Fernández, relataba este viernes que “pasará a la historia como la peor administración de Transmetro de todos los tiempos. Es un hombre tímido, inseguro, inestable, mal educado, entra y no saluda a nadie, botaba a la gente sin misericordia, era inepto para tomar decisiones de fondo en el caso del mantenimiento del parque automotor. Por eso ocurrió durante toda su nefasta administración el deterioro de las puertas de acceso, por lo que la gente terminó metiéndose gratis. Y por eso ocurrió lo del bus que se quedó sin llantas porque las tuercas las tenía flojas desde cuando lo trajeron nuevo de Pereira”.
Uno de los funcionarios del área financiera asegura que, por culpa de la ineficiencia de Fernández, Transmetro dejó de recibir, en cinco años de estar rodando, miles de millones de pesos por concepto de publicidad en el parque automotor, en los paraderos de las rutas, en las cinco estaciones, tal como lo hacen Metroplux en Medellín, Transmilenio en Bogotá y Mío en Cali. “Aquí no se pudo por una mezquindad de la administración de Transmetro, que quería ese negocio para un familiar cercano. A lo cual se opuso la firma a la cual legalmente le correspondía esa explotación comercial, pues era dueña de un consorcio. Ahí también había mano metida de la mujer de Fernández, María Patricia Dávila, dueña de Dávila Comunicaciones”.
La prueba reina de que realmente Fernández no era el hombre para Transmetro, es que lo acaban de descalificar para aspirar a la rectoría de la Universidad del Atlántico, porque no reúne los requisitos.
Restrepo, una esperanza

Ricardo Restrepo con la camiseta puesta, junto a la Alcaldesa encargada de Barranquilla Alma Solano, funcionarios y autoridades de Policía.
Para el personal que se mantiene en Transmetro, la llegada de Ricardo Restrepo a la gerencia del sistema colectivo de transporte barranquillero “es un verdadero alivio, porque es un señor Gerente, tal como lo demostró en los años que estuvo al frente de una entidad bancaria y ahora cuando colocó al Área Metropolitana de Barranquilla como una de las mejores del país”.
La llegada de Restrepo a la gerencia de Transmetro es una jugada maestra de Elsa Noguera, designada este viernes como la timonel del Distrito mejor manejado del país. Ella se la jugó a fondo, porque, como buena financista y administradora que es, sabe del estado delicado en que venía Transmetro por un inadecuado manejo.
Restrepo, quien ha dialogado con buena parte del recurso humano, lo ha llenado de confianza. Su filosofía es que él no desvincula a un empleado por razones políticas, credo religioso, por pertenecer a una minoría étnica o elección sexual.
“Respeto a la persona. Y lo que más me agrada es que he enontrado en Transmetro un recurso humano comprometido con la empresa, algo muy valioso para situaciones difíciles de una empresa”, dice Restrepo.
Las urgencias
Transmetro necesita para ya, un plan de mantenimiento de emergencia para todo el parque automotor.
También necesita agilizar, con los empresarios operadores, la entrada en servicios de un mayor número de vehículos, para que el parque automotor esté lo más completo posible con el fin de hacerle frente a la inevitable chatarrización que debe darse en Barranquilla. Porque hay miles de buses y busetas que son unas verdaderas chatarras rodantes, lo cual es un grave peligro para la integridad física de los usuarios y una ofensa a la dignidad humana, porque montarse en un tiesto de esos es bajarse con los pulmones llenos de monóxido de carbono, con la ropa rota por los clavos y resortes de las bancas que alguna vez tuvieron buenos forros.
Del mismo modo debe mejorar el sistema de recaudo, para que el pasajero pueda adquirir diferentes tarjetas, de acuerdo a sus necesidades de viaje.
Lo mismo tendrá que acelerar el negocio de la explotación comercial del sistema, en el espacio público de sus rutas, en sus estaciones y en el propio parque automotor. Por cuanto es inaudito que un negocio que le generaría millones de pesos a Transmetro, haya permanecido engavetado por una estúpida terquedad de alguien.