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Peligro de la costumbre

Por Jorge Guebely

Enorme peligro acostumbrarse a la degradación del ser humano, al fortalecimiento del gorila interior. A desconocer el fracaso de tantos milenios de educación para modelar un ser superior, un superhombre como lo anunciaba Nietzsche.

Por ninguna parte se vislumbra la tierra prometida bíblica, ni el hombre comunista científico del marxismo, ni la mayoría de edad ciudadana de los ilustrados. En todas partes triunfa la fuerza bruta sobre la sensatez, el rugido de la bestia sobre el diálogo equilibrado, la mezquindad sobre la grandeza humana.

Peligro deslumbrarse con el hundimiento del hombre civilizado soñando que alcanzamos cimas respetables. Obnubilarse con la tecnología y enceguecerse con la crueldad humana. Ninguna otra especie para autodestruirse con tanta sonrisa, tanto placer, tanta sevicia. Nunca un grado de voracidad fue tan insaciable, tan refinado, sin parangón sobre la tierra. Al lado de un hombre civilizado, el más feroz de los orangutanes no es más que una pacífica criatura de Dios.

Peligro si tanta degradación nos parece normal. Normalidad que debemos a los hombres del poder: políticos y potentados. Ellos encumbran el éxito de la avidez, el brillo de la trampa y el esplendor del desastre. Ellos son paradigmas de una sociedad humanamente al revés. Modelos degradados y degradantes. Certeza irrefutable de que el poder -político y económico- ilumina lo peor del ser humano.

Ellos son modelos sociales que imitan los jóvenes como “Julián Sorel” de “Rojo y Negro” imitaba a Napoleón. Nuestra juventud se pudre copiando la moral del poder. Poco importa que sea el nazi Hitler con sus asesinatos a cuesta o el demócrata Truman con sus bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Verdadera catástrofe humana: en nuestro tiempo, la crueldad resulta más respetable que la bondad.

Sin embargo, superar la bestia deteriorada resulta el objetivo mayor de la especie. Superar so pena de desaparecer sobre la faz de la tierra. Acudir a la sensatez con anhelos de humanismo, al instinto de conservación para vencer las necedades de presidentes y reyes, ministros y comandantes, banqueros y grandes empresarios…

Objetivos también de los colombianos para no cohonestar más con los horrores de nuestra guerra salvaje: descuartizados y decapitados, falsos positivos y secuestrados, hornos crematorios y ríos atestados de muertos. Para no sucumbir permanentemente al terror de las poderosas elites: de extrema derecha y extrema izquierda, nacionales e internacionales, liberales y conservadores distorsionados mentalmente… Para no acostumbrarnos a la degradación porque: “Cuando una se acostumbra al horror, éste deja de verse, por tanto, de existir”, afirmaba brillantemente la escritora chilena Marcela Serrano.

jguebelyo@gmail.com

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