
La diferencia son el proceso y los motivos. No es lo mismo matar para robar un celular, que un exterminio disfrazado.
Por Moisés Pineda Salazar/Chacharero
El asesinato para robarle el celular, es un «crimen de oportunidad». Víctima y victimario, circunstancialmente, coinciden en el tiempo y en el espacio.
El asesinato de Líderes Sociales es un crimen selectivo. Obedece a un proceso concertado en el que el Determinador señala a la víctima y el ejecutor caza, selecciona el medio y la oportunidad y ejecuta a la víctima.
Los motivos
El victimario en un delito de oportunidad evalúa en forma rápida, planea y ejecuta el asalto para apropiarse del Celular. Esa es su motivación principal. A eso siguen las actividades conducentes a derivar la utilidad mediante la venta configurando un nuevo delito: receptación. El Homicidio, en este caso, es un suceso no previsto. En algunas circunstancias, es no intencional- culposo.
En el caso del asesinato de Líderes Sociales, la motivación está asociada con intereses de diversa y compleja naturaleza, en la que una de las partes- el determinador– decide que «el asunto se resuelve» con la desaparición física y definitiva del oponente, opositor.
Se genera un delito necesario y suficiente de concierto para delinquir y el ejecutor cumple la tarea aprovechando la vulnerabilidad calculada de la víctima lo que significa: colocarla en estado de indefensión.
Ahora bien, lo que resulta preocupante e insultante es que quien hace esta valoración, elabora este diagnóstico y profiere este juicio, es una de los funcionarios responsables de diseñar, organizar y aplicar la política criminal en Colombia. Con toda razón organismos de respeto como la Organización de Naciones Unidas (ONU), pone el dedo en la llaga como una voz de alerta. Y la reacción es exactamente igual a la de cualquier Pinochet o Vidal. Tal cual. ¡Estamos fritos!