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“Los cuentos no son para dormir, son para despertar”

Ana Coralia se movía justo en el centro del escenario, una luz tenue bañaba su rostro, mientras ella levantaba una ceja emulando al mejor de los James Bond.

Por Carlos Polo

En esta ocasión no hubo necesidad de encender la pira en el centro del escenario de Luneta 50. La tribu, ya domesticada por la civilización y los avances tecnológicos, no ha caído en cuenta o simplemente pasó por alto que estaba frente a un ritual milenario.  La griots, palabrera, conteur, custodia de la memoria oral, cuentacuentos, narradora oral escénica o simplemente cuentera, era el centro de atención, para ella, la treintena de enormes y atentos oídos prestos a oírla mejor, los enormes ojos abiertos como platos para verla mejor y esas gigantescas bocas solo se justificaron porque la rieron mejor y no es que el público voluntariamente se haya transformado en lobo feroz, no, tampoco es que la cuenta historias llevara encima una caperuza roja, no, todos asistieron voluntariamente al ritual precisamente para escuchar, para ver,  para  reír y vibrar con el poderoso encanto de la palabra a viva voz.

Ana Coralia se movía justo en el centro del escenario, una luz tenue bañaba su rostro, mientras ella levantaba una ceja emulando al mejor de los James Bond, las sostenía arqueadas y sin pestañear mientras dilataba las pupilas a su antojo, mientras fruncía el ceño en un pestañeo, para volver a relajarlo o a contraerlo en el momento justo en que su rutina se lo exigió. Esta cuentacuentos hace con los movimientos de su cara lo que se le viene en gana y eso es una virtud imprescindible a la hora de pararse frente a la tribu y empezar el rito de la palabra hablada.

Ana Coralia Fernández nació en San José de Costa Rica, una Josefina, como le llaman a las nacidas en la capital, ella es una mujer empoderada de la palabra, que decidió recorrer parte de Latinoamérica cargando una maleta de historias de nuestra memoria pre colonial y colonial, de la memoria rural Tica, de su propia memoria  familiar y es por eso que en sus cuentos no faltan las referencias a la casa de la abuela, a los mitos y leyendas de una fantasmagoría raizal que no carece de humor y mucho menos de desparpajo.

Ana es hija de una contadora pública, Coralia, una mujer que también contaba historias, en otros términos pragmáticos, pero al fin al cabo historias traducidas en números, y de un padre trabajador, Hugo, autodidacta y buen lector, una pareja de grandes y buenos conversadores que le inculcó desde temprana edad, el amor por los libros, por los cuentos y por las letras.

En su casa, donde cosechó sus primeros y más importantes recuerdos junto a sus padres y sus dos hermanos, descubrió el deseo incontenible de compartir la palabra.  “En mi casa era muy frecuente tener los libros como juguetes, hacer torres y casas con ellos. Leímos con gusto, con placer. En mi casa conversábamos mucho y eso es lo que me lleva al otro escenario, a querer compartir la palabra”. Cuenta Ana Coralia Fernández, una cuentacuentos Tica, quien hace parte del Dream Team del Festival Internacional de Cuenteros el “caribe cuenta” 2018, un evento de ciudad que tendrá lugar en Barranquilla del 28 de agosto al 2 de septiembre.  

En medio de una de sus historias, Ana tomó la guitarra y se la terció al hombro y con una voz afinada y profunda empezó a cantarle a las lloronas latinoamericanas: Ay de mí, llorona/ Llorona, tú eres mi chunca/ Ay de mí, llorona Llorona, tú eres mi chunca… con ese dejo adolorido que nos recordó a la mismísima Chávela Vargas.

Fernández le imprime a sus historias mucho de su andamiaje personal, sus cuentos se nutren con canciones porque el primer amor de su vida fue la música, la canción protesta, The Beatles, los Stone, la guitarra, que están presentes en sus puestas en escena porque además de contar historias, Ana es también cantautora y periodista y todos esos conocimientos los utiliza a la hora de montar sus espectáculos a viva voz. “He encontrado que en los cuentos uno puede amalgamar muchas habilidades, como esto de componer, de cantar, de usar efectos de sonido. En la narración hay un gran camino de libertad”.

Como periodista logró a tiempo un descubrimiento importante que le cambiaría la vida, la radio infantil, “me enamoré de los niños y empecé a producir para ellos cualquier cantidad de material, revistas, revistas radiales con las que logré algunos premios y reconocimientos”.

Hace 18 años se inició como narradora oral, y de acuerdo con sus propias palabras, más que un acto de fe, escoger este camino fue un: “acto de amor y a la vez un acto subversivo”,  para el que necesitó investigar, estudiar, esforzarse y es por  ello que para complementar su técnicas y conocimientos ha tomado cursos de clown, de lenguaje de señas, de danza, para cada día asumir con una mejor preparación el desafío de contar historias.

Para Ana Coralia lo más hermoso de ser una cuentera de tiempo completo es tener la posibilidad de, “poder volver a conjurar con la palabra, la humanidad que somos, poder decir en medio de este marasmo de cables y de bites, ‘yo estoy despierto y tengo algo que decir, los cuentos no son para dormir, son para despertar’”.

En su primera vez en el “caribe cuenta”, Ana Coralia Fernández,  la cuentera, la  periodista, la cantautora, la escritora, la productora, la madre, la esposa que decidió salir a contar, esos cuentos extraños  de finales sorprendentes, lo único que espera es la atención honesta y real del público, para así volver a intentar desaparecer en escena, para que las que brillen sean las historias que nos viene contar.

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