Su bonito hogar, el Junior y la envidiable colección de música variada, en su mayoría el porro que se le metió en las entrañas en su Caimito natal.
Por Rafael Sarmiento Coley/Fotos Jairo Buitrago Oliva
Carlos Arturo Ricardo Diazgranados era un apasionado cuando empezaba a hilvanar sus recuerdos. Lo primero, su Caimito natal, un pueblo en el corazón de la Mojana sucreña, rodeado de ciénagas (La Sierpe, Majagual, San Benito Abad y Sucre, entre otras), arroyos, quebradas, montañas, potreros, la música de Mañongo Ricardo, su primo, quien hizo el himno de su pueblo, “Caimito”, grabado en la década de los años 70 por el venezolano Pastor López.
Momentos en que la numerosa concurrencia conducen el cadáver de Carlos Alberto Ricardo Diazgranados hasta su última morada en los Jardines de la Eternidad.
Caimito tiene historia. Fue una fortaleza alimenticia durante la colonización española. Tenía, además el encanto del mito de la Marquesa de la Sierpe, que se asegura –según los relatos de García Márquez—era la mujer más bonita y rica que jamás existió en esa comarca. Murió solterona a la espera de un señor adelantado que enviaría la corona española, con rango de príncipe encantado, para que la desposara a cambio de dar la información precisa acerca de dónde tenía escondido su valioso tesoro en filigranas, figuras humanas y de las principales especies de la fauna regionales, tales como armadillos, morrocoyos, serpientes, caimanes, todo el oro adornados con perlas traídas de los mares de Curazao y Riohacha.
El Diputado Adalberto Llinás, el exministro, exsenador y máximo accionista de Junior, Fuad Char y el ex jugador del cuadro tiburón William Night.
Adalberto Llinás y demás amigos y familiares cargan en el ataúd con los restos mortales de del consagrado dirigente del Club Atlético Junior. Su gran lucha fue por las divisiones inferiores.
Nadie nunca supo en qué sitio de la inmensa ciénaga la misteriosa marquesita lanzó al fondo del agua seis catafalcos bien calafateados y protegidos con cera de abeja y aceite de canime. Dicen que después de muerta se le veía por las noches navegando solitaria hacia el centro de la ciénaga y en medio de los misterios de la noche desaparecía.
El ‘Indio’ Pastor López convirtió en éxito internacional el porro ‘Caimito’, de la autoría del connotado director de orquesta caimitero Mañungo Ricardo
Caimito tiene historia. Fue una fortaleza alimenticia durante la colonización española. Tenía, además el encanto del mito de la Marquesa de la Sierpe, que se asegura –según los relatos de García Márquez—era la mujer más bonita y rica que jamás existió en esa comarca. Murió solterona a la espera de un señor adelantado que enviaría la corona española, con rango de príncipe encantado, para que la desposara a cambio de dar la información precisa acerca de dónde tenía escondido su valioso tesoro en filigranas, figuras humanas y de las principales especies de la fauna regionales, tales como armadillos, morrocoyos, serpientes, caimanes, todo el oro adornados con perlas traídas de los mares de Curazao y Riohacha.
Nadie nunca supo en qué sitio de la inmensa ciénaga la misteriosa marquesita lanzó al fondo del agua seis catafalcos bien calafateados y protegidos con cera de abeja y aceite de canime. Dicen que después de muerta se le veía por las noches navegando solitaria hacia el centro de la ciénaga y en medio de los misterios de la noche desaparecía.
Lilibeth con su hijo Carlos rodeados de toda la solidaria familia juniorista.
Intrigado por la Marquesita
Ya aquí en Barranquilla, a donde llegó los 12 años, Carlos Alberto se dedicó a leer con pasión todo lo que caía en sus manos sobre la leyenda de la marquesita. Nunca pudo avanzar más allá de la leyenda popular que en Caimito, San Marcos y Sucre todo el mundo se sabe de memoria. Pero hasta ahí.
William Nigth, Pibe Valderrama y Fernando Fiorillo, el goleador que luego cambió los guayos por el bisturí.
Esa fue una de sus tres grandes pasiones. La segunda fue su Junior del alma. Cuando el equipo perdía Carlos Alberto se enfermaba. Le daban fiebres y una de las piernas le dolía para caminar, dolencias que pudo superar cuando encontró su nido de amor al lado de la exdelegada de la Registraduría Nacional Lilibeth Llinás. Mujer diligente, discreta, amorosa y muy eficientes en todos los frentes que ha asumido. (Ahora es candidata a la Cámara de Representante con el apoyo del grupo Char).
Teófilo Gutiérrez se fue en un solo llanto incontrolable por quien fue en vida uno de sus amigos de más confianza en Junior.
Cuando nació Carlitos, el único hijo que tuvo en su matrimonio con Lilibeth (de una anterior unión libre deja una joven), se completaron sus tres grandes pasiones: su Junior amado, su hogar y su música de porro que le trasladaba por redes invisibles hasta su Caimito natal, sus paseos en canoa comiendo guama de mico, pegándoles en las trompas a los caimanes que adormitaban en las orillas, escondiendo el cuerpo bajo el agua barrosa, haciéndose los maricas por si alguien en un descuido metía una de las extremidades al agua. ¡Era hombre muerto!
No había porro –viejo o nuevo— que no llegara a la colección particular de Carlos Alberto Ricardo Diazgranados. Cuando el programa La Cháchara Radio se hacía en Emisora Atlántico, era uno de los asiduos contertulios con el más valioso aporte musical e histórico.
Por eso este jueves, cuando fuimos a despedirlo hasta su última morada encontramos la más numerosa y variada concurrencia: dirigentes deportivos, jóvenes deportistas, futbolistas activos como Teo Gutiérrez que lloró largo rato al pie del ataúd; la vieja guardia deportiva del Junior de siempre. Toto Rubio, Dulio Miranda, El Pibe Valderrama, Pachequito, Fernando Fiorillo, William Night; políticos de diferentes sectores y esa cantidad de amigos melómanos que disfrutaban con él de una de sus tres pasiones: la música. Lo primero era su hermoso hogar. Y lo segundo su Junior del alma. Paz en su tumba, viejo Carlos. Para Lilibeth, amiga de siempre, fe y fortaleza, mujer querida.
Arriba el veterano exarquero Teo Gutiérrez, padre del golpeador Teo Gutierréz Jr. y Dulio Miranda. Y abajo el inolvidable dirigente deportivo y amigo de sus amigos, Carlos Ricardo Diazgranado.