Arañas de gigantescas patas recorrieron este año la Gran Parada Carlos Franco, que es el desfile más largo del Carnaval de Barranquilla, y con su paso volvieron a tejer la conexión de lo teatral con lo carnestoléndico.
Por: Carlos Polo*
@carlospolo_escribe
Domingo de Carnaval. 2:30 p.m.
Las enormes patas de la araña son las primeras que ganan la bocacalle. Dos ancianas, tan antiguas como el tiempo, soportan el peso del gigantesco artrópodo con firmeza, así como cargan también otros dolores y anhelos: el peso del desvío del cauce de los ríos, el peso de la muerte de sus niños por física hambre, el peso de los canastos, de las semillas, de los hilos y telares con los que pretenden tejer, como en un sueño, una inmensa red compacta y sanadora que alivie al mundo.
El público las recibe con extrañeza. Mientras las ancianas que cargan a la mítica araña Anansi avanzan lentamente el primer tramo del desfile, las aceras están convertidas ya en un clamor de ollas humeantes depositarias de suculentos sancochos, chuzos callejeros, ventas de agua, cerveza y ron.

Foto: Emiro Montes
La calle 71 con carrera 27, del barrio Olaya, es un hervidero de picós apostados en los pretiles, de donde se desgaja el kilotaje de vatios rabiosos que ponen a bailar a los miles de vecinos que a esta hora se han tomado las calles y enseñan orgullosos sus pintas carnavaleras de mil colores. Qué es lo que tiene/ el Carnaval de Curramba/ tanto enloquece a la hija/ como enloquece a la mama…
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La Tropa de Melquiades, ese extraño sueño macondiano que se materializa en plena vía pública, es la comparsa encargada de abrir la Gran Parada Carlos Franco, evento en el que participan 8.000 actores del Carnaval de Barranquilla. A las 60 personas que conforman este año la comparsa teatral, a esa tropa, a esos músicos, actores, bailarinas, artistas plásticos, poetas, fotógrafos y soñadores de toda laya, les esperan 6.2 kilómetros de canícula, de sudor, de pavimento ardiente, de preguntas, aplausos y gritos desparpajados.
Detrás de las ancianas que cargan a Anansi, la bestia de seis metros, entra en escena la enorme Waleker, la araña-celda, estructura de 4 metros de alto que guarda entre sus barrotes de metal a la niña tejedora, a la niña confinada al encierro, a la señorita wayúu, custodiada y sostenida por su abuela y su ayudante. Las enormes y perturbadoras patas de esta araña se convierten en el blanco de las miradas de todos los curiosos.

Foto: Emiro Montes
“¿Cómo se llama ese disfraz? ¿De dónde son estos manes? ¿Ese disfraz es extranjero?”, preguntan niños y adultos al ver pasar las dos imponentes arañas. Tras las arañas, como espectros coloridos, inician su desfile silencioso y lúgubre las cinco mujeres wayúu que portan cinco pequeños cofres mortuorios. Un extranjero de barba incendiada y cabellos como fósforos encendidos se pregunta en un español torpe, “¿de dónde son?, ¿qué quiero decir eso…?”. Señala a las mujeres que van con los rostros ocultos y forradas con mantas de pies a cabeza, mientras baja por el gaznate un trago de ron.
Delante de las mujeres wayúu van los músicos, esa enorme banda de vientos y percusión encargada de las texturas sonoras de la comparsa, que corea un bullerengue: Trenza / trénzame/ trenza / trénzame/ trenza / trénzame/ trenza / trénzame…
En la retaguardia, cierran la comparsa teatral las 10 soñadoras que tejen su urdimbre de sanación con hilos invisibles; en perfecta coordinación, estas mujeres ondean sus atrapasueños, danzan a un ritmo acompasado y solemne, mientras en sus rostros se asoma la mirada altiva de quienes se saben hacedoras de sueños dorados y mejores porvenires.
Entre el público la primera sensación es de extrañeza, de sorpresa, detrás de la valla está la pregunta, está la incógnita, está la Barranquilla bordillera, la Barranquilla del picó a todo timbal, está la Barranquilla de la sabrosura y del vacilón carnavalero, el público popular que se goza la fiesta, pero que también está aquí para satisfacer su curiosidad.
“¿Ellos quiénes son?”, pregunta una joven curiosa, una pregunta que es apenas pertinente, ¿qué es esta puesta en escena tan sofisticada? ¿De dónde salió esta mascarada fantástica?, ¿esto es teatro, es carnaval?
“Es muy diferente esta comparsa, mire esas arañas, eso no lo había visto uno antes por acá. Es que parecen de otro país. Es muy bonito todo”, afirma Ana Belén Bernal.
Para el reconocido teatrero, Darío Moreu, el teatro y el carnaval son hermanos, son hijos de la misma madre. Para Moreu, el carnaval, lo festivo, tiene que ver con lo dionisíaco que, como expresión trasgresora, siempre tendrán un vínculo común. “Tanto el teatro como el carnaval siempre provocan una relación trasgresora con lo social. El carnaval permite crear otros mundos, otros seres, como lo hace el teatro; un actor es un poco eso, pues tiene la capacidad de interpretar muchos seres y eso también es el carnaval; el carnaval desinhibe y da licencia para que aparezcan otros personajes que de pronto en la vida cotidiana no pueden aparecer”.
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La Tropa de Melquiades es un colectivo de artistas de diversas disciplinas que se reúnen cada año para dilucidar en torno a un interrogante: ¿cómo proponer una comparsa en medio del Carnaval de Barranquilla desde una perspectiva del arte, desde las artes escénicas y lo teatral? Este año, al igual que en el 2019, el eje conceptual de la comparsa fue el universo femenino, y el proceso de indagación desarrollado por los artistas condujo al tejido como territorio de resistencia de las mujeres, y de allí derivó el nombre “Supuná Jieyuu”, que en lengua wayuunaiki significa “Camino de Mujeres”.
Cada dos años, La Tropa cambia el eje conceptual que propone en los desfiles; en esas ya llevan 14 años participando en el Carnaval de Barranquilla, haciendo presencia en diversos eventos en la ciudad y en algunos municipios del departamento del Atlántico.
Esta propuesta conceptual y alternativa ha recibido dos veces el Premio al Mejor Disfraz Colectivo, Joselito Carnaval, en 2018 y 2019, en la Gran Parada Carlos Franco. También fueron invitados a participar en el desfile inaugural del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en 2016. En este Carnaval 2020 La Tropa fue galardonada con el Trofeo Joselito Carnaval, en la categoría Teatro- Carnaval, galardón otorgado por el jurado del Carnaval de la 44, además, ya recibieron invitación para participar el próximo 2 de mayo en el desfile de apertura del Festival Nacional de Teatro “Teatrízate”, evento que tendrán lugar en la ciudad de Riohacha.
“Encontramos en la indagación que en toda esta cosmovisión aparecen unas arañas míticas. En la comunidad wayúu aparece la araña “Waleker” que es el personaje mítico que le enseña a la mujer el tejido. Y encontramos otra araña, “Anansi”, personaje que se encuentra en muchos relatos de tradición oral de comunidades africanas; una araña que representa la astucia, la astucia del débil, la picardía, la inteligencia del frágil frente al poderoso”, explicó Manuel Sánchez director de la comparsa teatral.
La preparación de la puesta en escena y el desarrollo del concepto le toma a todo el equipo por lo menos cuatro meses; en octubre se inician las primeras indagaciones, luego se hace un cruce de información con los líderes de cada proceso, y posteriormente, cuando se tiene listo el banco de información y una vez se ha encontrado la imagen y el concepto central, se pone en pie, se le da cuerpo a la comparsa. La tropa recibe el apoyo de la Secretaría de Cultura del Departamento del Atlántico, pero en el plano práctico y colectivo funciona por el curso y la cadena de los afectos.
Para el Carnaval 2020, la comparsa cuenta con la presencia de varios extranjeros e invitados de otras regiones, dos mexicanos, seis bogotanos, un argentino, una italiana, una bogotana residente en Canadá, un alemán y el resto lo completa la cuota local.
“Estoy realizando un proceso de indagación referente a cómo intervenir la calle, sobre cómo hacer teatro callejero en todas sus expresiones y estoy aprovechando mi estancia acá y mi participación en la comparsa para mi investigación”, señala Miguel López, un joven artista escénico oriundo de Zacatecas, México, y uno de los actores de la tropa.
Sebastián Santa Cruz voló desde la provincia de Santa Fe, Argentina, para participar como actor y constructor de las arañas que se pavonean imponentes en los desfiles de este Carnaval. “Estoy aquí en Barranquilla aprendiendo mucho de toda la cultura. Allá también tenemos nuestras comparsas, nuestro carnaval, pero son muy diferentes. Creo que esto de la comparsa teatral es un gran acierto porque creo que el carnaval es el teatro en su estado puro, lo primitivo del teatro, el origen del teatro. Me parece que el teatro es ritual y en su estado originario es el carnaval”.
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3: 30 p.m. Carrera 21 con calle 58.
Los musiqueros de la tropa suenan a wayuú, a canto fúnebre, a fandango, a porro, a goce, a tranquilidad, a fiesta, a bullerengue… ritmos y compases compuestos para despertar distintas emociones en la gente que ve pasar el gran animal macondiano que despierta aplausos a su paso. Trenza / trénzame/ trenza / trénzame/ trenza / trénzame/ trenza / trénzame… corean los musiqueros, mientras las ancianas que cargan a “Anansi” detienen su marcha y reparten entre la muchedumbre las semillas del maíz, las semillas de la vida. Con su andar cansino y lento, estas mujeres se convierten por unos minutos en el centro de atención de los niños que les piden fotografías.
Detrás de este rol, debajo de la máscara y el vestuario, está una bailarina, una joven actriz barranquillera que se goza como nadie cada desfile y cada puesta en escena de este animal gigante que sobrevive gracias al aplauso y a la curiosidad de la gente. “Anansi” le viene entregando todo el saber y el conocimiento ancestral a las mujeres, la preparación de la medicina, el manejo de los alimentos, los secretos de la cosecha, el trigo, el maíz, el arroz, que es el alimento. “Al público le entrego la primera semilla, la semilla primigenia”, explica Oniris Bonilla, quien encarna uno de los roles más importantes de la tropa.
Para la espectadora Yuranis Torres, la comparsa no deja a nadie indiferente, porque la puesta en escena y las imágenes que propone son tan llamativas que despiertan una serie de interrogantes a las personas que la ven. “Es muy interesante, no se parece a nada de los grupos que uno ve siempre en un desfile. Lo que más me llamó la atención fueron las señoras que sostienen las cajitas, me llamó mucho la atención, parece algo relacionado con la muerte, creo”.
De acuerdo con Manuel Sánchez, la Tropa de Melquiades lo que propone es la realización de gestos artísticos profesionales que emitan un mensaje, que digan algo importante, que activen la memoria, que emocionen, que movilicen el pensamiento, que provoquen interrogantes, que despierten curiosidad, que inviten a la reflexión y diviertan. “Y que luego, después del Carnaval, las imágenes que presentamos sigan resonando en las gentes de la ciudad. Como cuando han visto una buena película o han leído un buen libro”.
Manuel Sánchez ve el Carnaval como sistema de oferta para consumo cultural, genera unos escenarios –los desfiles– con un gran número de espectadores a quienes puede acceder como creador para presentar sus producciones. Desde esa perspectiva, el Carnaval se convierte para él, como artista, en una excelente oportunidad para exponer su trabajo a un público que difícilmente asistiría al teatro a ver sus obras. “Además de la cantidad de público al cual puedo acceder en 3 ó 4 desfiles, para lograr ese número de espectadores en una sala alternativa de la ciudad tendría que hacer algo así como 3 mil funciones, lo que equivaldría a presentarnos todos los días durante 4 ó 5 años, haciendo una función diaria, con sala llena”.
De acuerdo con Edgar Blanco, presidente del Carnaval de la 44, a este desfile asisten 420 mil espectadores. Blanco afirma que La Tropa de Melquiades abre este desfile gracias a su calidad artística y su propuesta novedosa. “Por eso los ponemos a abrir el desfile, por su calidad artística, cultural y teatral, porque el teatro tiene una conexión innegable con el carnaval, la Tropa de Melquiades es lo más cercano a los orígenes del carnaval que tenemos aquí”.
De acuerdo con Blanco, este es el desfile más largo del Carnaval de Barranquilla. Son 6.2 kilómetros de sol, de pavimento, de canícula viva, de una marejada de color, música, calor humano y desparpajo vital.
Cuando me emborracho no sé qué me pasa, no encuentro la llave/ no encuentro la casa… Escapan a todo timbal, las notas de una canción que con el paso de los años se ha convertido en una de las infaltables en cada carnaval.
Sánchez, como buen director atento a cada detalle, enseña un cartel que reza ¡Bájele al picó para que puedas escuchar!, pero como Barranquilla es ya la capital mundial del ‘perrateo’ y el vacilón, parte del público le devuelve el gesto gritándole “¡Nalgas panchas mijo, en carnaval todo se vale!”. Otros más vaciladores la emprenden contra la tejedora que va sentada en el centro de la araña Waleker: “¡Camina, floja! ¡Sabroso así pasar el desfile sentá! ¡Camina, baila, haz alguna vaina, oye!”.
Esa es la idiosincrasia Caribe, del barranquillero, del vacilador popular que no cree en ninguna convención y ante cualquier asomo de la solemnidad siempre tiene listo el humor, la gracia, la risa, el desparpajo, y este es también un poco el espíritu del carnaval, la transgresión, la transformación, el disfraz y la traspolación de roles, la búsqueda del goce supremo que se instala por cuatro días en la ciudad, y por decreto, que no es lo mismo.
El desfile, que había seguido una línea recta, se desvía por la carrera 21 con calle 53B, los actores de La Tropa ya han recibido el calor y el cariño del público; en este momento viene rematando el último tramo y todavía la gente continúa curiosa respecto a esta particular puesta en escena.
Para la docente Neisy Perea, este colectivo de artistas le transmite un mensaje mucho más profundo que el de cualquier otra comparsa que haya podido observar: “Las mujeres que van con los cajoncitos blancos parece que se refiere a algo relacionado con el aborto o con la muerte. Me parece que es un mensaje como muy duro y muy triste para un evento como este, pero es muy interesante porque trae unos mensajes profundos, me impactó mucho”.
Para el historiador y académico italiano, Paolo Vignolo, director del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, desde hace muchos años la Tropa de Melquiades y esa comunidad de afectos que la conforman, se han dado a la tarea de inyectar en el Carnaval la fuerza, la vitalidad creativa y las novedades del teatro, y lo han hecho, de acuerdo con Vignolo, “con mucha claridad”.
“Es una claridad poética que busca llegar a públicos diversos en la calle y meterse en la vida de barrio. Además que vienen involucrando en el proceso a personas de otras regiones y otros países, lo que propicia muchos encuentros e intercambio de conocimientos”.
Vignolo es de los que piensa que la relación entre teatro y carnaval es muy profunda; el historiador afirma que una de las fuentes fundamentales del teatro occidental es la comedia del arte, el teatro de calle, que está íntimamente relacionado con lo carnavalesco, con la juglarada, con los desfiles de carnaval que hacían una especie de contrapunteo con otra gran fuente de la fiesta que son las representaciones sagradas de la iglesia.
Vignolo explica que el carnaval es una forma de teatro donde no hay espectadores, sino que todos participan, todos se vuelven actores; pero, al mismo tiempo, la gestualidad, la corporalidad que hay en los lenguajes verbales y no verbales, hacen parte del gran bagaje teatral, “y además en el Caribe eso se mezcla con otras formas de ritualidades que vienen del mundo afro y el mundo indígena, que también tienen su lado performático teatral”, afirma.
4:45 p.m., carrera 21 con calle 47, la Cordialidad.
La Tropa se ha tomado la calle como un gran escenario teatral. Durante 14 años sus tablas han sido el asfalto, el bordillo y los pretiles; su tribuna y su platea han sido las gentes del barrio, la calle y la esquina. Barranquilla fue testigo de la entrega de estos artistas que, hasta el último tramo, no dejaron morir a ese gigantesco animal corpóreo que caminó y respiró a través del cariño y la aprobación del público. La Tropa no desfalleció en su empeño por generar una reflexión, un impacto duradero, una imagen perenne que luche contra la fugacidad.
Bajo un azul que ya empezaba a languidecer, el sol del atardecer se volvió indulgente y bondadoso, su chorro de luz ahora más débil se estrelló contra el asfalto produciendo fantasmales sombras que deformaban aún más las figuras de las enormes arañas proyectadas sobre la calle desnuda, los gigantes artrópodos fueron los primeros en romper filas, mientras en la distancia sonaba a todo timbal una canción que ya hace parte del ADN de esta ciudad y su Carnaval. Del Caribe aflora/ bella encantadora/ con mar y río/ una gran sociedad/ bla/ bla/ bla/ ble/ ble/ ble/ blo/ blooo…
- Foto: Emiro Montes
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Sobre el autor
Carlos Polo
Contador de historias y gestor cultural. Es magíster en Literatura Hispanoamericana y del Caribe. Ha publicado varios libros entre ellos, Es de noche cuando los gatos son pardos, Las malas noticias llegan primero, Rapsodia para reclutas asustadizos; Cantos azules y otras estaciones peligrosas, entre otros. Ha recibido varios premios en el área de literatura y periodismo.