Hace 10 años, las fuerzas armadas de Colombia asesinaron a 19 jóvenes, presentándolos falsamente como guerrilleros muertos en combate. Esas muertes le pesan al país.
Por Melissa De la Hoz*

Periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Magister en Comunicación Digital. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Documentalista, cinéfila, politeísta anticlerical. Defiendo la igualdad.
Stephen Grosz en su libro The Examined Life narra la experiencia de un médico que comprendió que las deformaciones de los leprosos no eran consecuencia natural de la enfermedad, sino que eran el resultado de no sentir: insensibles al dolor en las heridas, los pacientes dejan que se les caiga la piel.
Curiosamente, esta enfermedad me recuerda a la Colombia en la que habitamos. Un país que ha comprendido la guerra como un estado social inherente a todos los que vivimos en este territorio y del cual se han lucrado por años los poderosos.
Bajo la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, se expidió desde el Ministerio de Defensa la directiva que le otorgaba recompensas por captura o abatimiento en combate a cabecillas de las organizaciones al margen de la ley. Es así como comenzó la pesadilla y los hechos más nefastos en la historia reciente de nuestra Nación.
Reclutaron jóvenes y los hicieron pasar como guerrilleros, así le demostraron al país que se estaba ganando la guerra. Más de 10.000 inocentes murieron a causa de la falsa “seguridad democrática”.
¿Alguno de nosotros, así sea por una vez, se ha preguntado qué se siente que asesinen a tu hijo, hermano o padre y que lo acusen injustamente de pertenecer a un grupo armado?
Una década ha pasado desde que ocurrió la barbarie. Las madres de Soacha y Bogotá se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria. En medio del dolor desgarrador de perder a sus familiares, sacaron las fuerzas y durante 10 años se han unido y trabajado en pro de limpiar el nombre de sus hijos. 10 años de retrasos en sus procesos, 10 años aguantado que políticos como María Fernanda Cabal se burlen de ellas. 10 años de esperar justicia, 10 años de sanar a través del arte, 10 años de llenar las plazas públicas, 10 años de no tener miedo.
Sin embargo; el país indolente sigue votando y subiendo al poder personas que generan violencia, caos, división, corrupción y mentiras. Cuando conseguimos no sentir nada por el que sufre, perdemos el único medio que tenemos de averiguar qué nos hiere y por qué.
José Saramago nos recuerda que “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por lo poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”. Es necesario que este pueblo entienda que hay que “Estar al lado de los que sufren y en contra de los que hacen sufrir”.
En estas líneas les quiero recordar que vale la pena alzar la voz, para que nunca más se repita el horror de las ejecuciones extrajudiciales.
¡La lucha continúa!
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Este fin de semana se llevó a cabo la conmemoración de los 10 años de ejecuciones extrajudiciales en Colombia. Las madres viajaron a Ocaña, lugar donde fueron llevados y asesinados los jóvenes de Soacha.