Se cumplieron cinco años de su asesinato en Guatemala pero sigue siendo un referente de la música popular en toda América Latina. Nada mal para alguien que “no esperaba nada de la vida”.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
Este fin de semana se cumplieron cinco años del absurdo asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral en Guatemala, cuando se despedía de ese país centroamericano tras dar un concierto. El último de su vida.
Y fue su vida, la que al igual que sus discursos, estuvo marcada por la ironía. Desde pequeño cuando junto a sus hermanos fue abandonado por su padre, en casa de su abuelo en La Plata, padeció el hambre y el abandono. En una aventura que comenzó con su fuga a los nueve años, conoció a Evita y su esposo Juan Domingo Perón, a quienes les pidió empleo para su madre.
Estuvo en reformatorios por su carácter violento, fue alcohólico y siempre dijo que no tenía hogar. Se describía a sí mismo como una especie de vagabundo que solo andaba de errante interpretando sus canciones para conseguir a cambio algo de dinero.
Siempre se describió como un libre pensante, pero los sacerdotes católicos marcaron al menos en dos oportunidades, su agitada vida juvenil y lo iniciaron en las letras. Uno de ellos le enseñó la poesía, le hizo estudiar la primaria y secundaria y le mostró la literatura universal.
Aunque fue un vagabundo quien con una poesía le motivó a escribir su primera canción en la década de los 50, y era como se veía a sí mismo, terminó cantando y grabando con artistas del status quo como Julio Iglesias, Neil Diamond y el mexicano Pedro Vargas. Su emblemático tema, No soy de aquí ni soy de allá, que según muchos era casi autobiográfico, fue grabado en nueve idiomas.
Pero si su vida fue totalmente atípica, su muerte no fue distinta. El 9 de julio de 2011 fue interceptado al menos por cinco sujetos, hoy todos convictos y confesos, en un ataque que iba dirigido a su compañero en el carro, el controversial empresario nicaragüense Henry Fariñas, quien hoy paga 18 años de cárcel por narcotraficante.
Facundo Cabral, quien había sobrevivido a la violencia, la pobreza, el abandono, el dolor y la discriminación, promovía la paz y el entendimiento, y los promovía a través de la música, su lenguaje. Sucumbió por los 25 disparos que hicieron contra el vehículo donde se transportaba. Murió en la calle, donde creció y la que era su auténtico y único hogar. Por eso siempre se definía como ‘un vagabundo de primera clase’.