Por: Víctor Herrera Michel
Sin lugar a dudas la COP 16, celebrada recientemente en la ciudad de Cali bajo el lema de “Paz con la Naturaleza”, ha significado un antes y un después en nuestro país en la discusión sobre la necesidad de redefinir la relación con el ambiente y repensar un modelo económico que no se base en la sobreexplotación de nuestros recursos naturales.
El secretario general de la ONU lo advirtió durante el evento: “…Las temperaturas están subiendo cada vez más, estamos perdiendo cada vez más especies para siempre, estamos envenenando nuestras aguas y tratando la naturaleza como un bien descartable (…) Ningún país, rico o pobre, es inmune a la devastación provocada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación de la tierra y la contaminación.” Así lo estamos viendo dramáticamente en España con la Dana que ha cobrado más vidas que las que pudimos ver hace unas semanas con el huracán Milton en la Florida, el cual, debido su fuerza de devastación, estuvo a punto de ser clasificado en categoría 6, que aún no existe.
Uno de los asuntos más importantes aprobados durante la convocatoria –y que tiene que ver con los 1.800 kilómetros de costa de nuestro Caribe colombiano– fue el del gran paso, considerado histórico, en materia de protección de los océanos. Con esta medida, se busca salvaguardar las “áreas marinas ecológicamente o biológicamente significativas” (EBSA, por sus siglas en inglés).
Lástima que los resultados prácticos del evento al final fueron agridulces al descubrir que solo 36 de los 196 países asistentes están haciendo la tarea en materia ambiental y ninguno de ellos es de las calificadas naciones “poderosas”
Particularmente, para la capital del Valle fue un renacer con un evento de talla mundial de esa magnitud después de los Juegos Panamericanos de hace más de 50 años, la etapa de auge económico que trajeron las actividades ilegales del “Cartel de Cali” y la posterior caída comercial con su extinción y el estallido social (incluida la Minga Indígena) de hace dos años.
La presencia de más de 23 mil delegados de 196 países, de 4 jefes de estado y de casi mil periodistas de todo el mundo, el tráfico aéreo internacional incrementado en un123%, la ocupación hotelera que superó el 97% con ingresos por US$ 11 millones (hasta los moteles tuvieron que ser adecuados para tal efecto), la asistencia de casi un millón de visitas a la Zona Verde del evento y los $650 mil millones en negocios verdes para Colombia, el Circuito de la Biodiversidad, donde se reportaron alrededor de 57.000 visitantes, tuvieron ventas cercanas a los $600 millones, entre otros, significa una gran reactivación para la llamada “Sultana del Valle”.
Los caleños vibraron alrededor de la COP 16 que ha sido considerada por las autoridades internacionales como la mejor de estas convocatorias de las que se han hecho hasta ahora durante los últimos 30 años. Es hora de que, como dijo el alcalde Alejandro Eder a los colombianos: “…No dejemos que nadie nos trate de dividir con mensajes de odio…”
En el caso de Barranquilla, está muy bien lo del ecoparque de Mallorquín (con las correcciones que se deben hacer y que ha señalado Min-ambiente), el parque urbano en Miramar, los más de 250 parques en los barrios y el programa de huertas caseras para lograr la seguridad alimentaria en ciertos sectores, pero aún hace falta más trabajo para concientizar a los ciudadanos y, sobre todo, a las nuevas generaciones si queremos convertirnos, como se pretende, en la primera “Biodiverciudad” de Colombia.
@vherreram