Niños viajan por el mundo a contar sus historias, y estarán en Barranquilla en «el Caribe cuenta».
Por Carlos Polo
Sharon Hernández Chávez es una niña un tanto tímida, de hablar pausado y ojos soñadores. Sharon tiene 12 años. En 2016 cuando cursaba quinto grado llegó a su vida la magia de los cuentacuentos. Su tía Iveth fue quien la inició en el milenario ritual de contar historias cuando la invitó a participar de los talleres de literatura que dictaba en la escuela Francisco de Paula Santander, de Galapa.
El padre de Sharon se gana la vida como guarda de seguridad y su madre trabaja en las labores del hogar. La relación de Sharon con la cuentería empezó tal como inicia un amor a primera vista, para ella fue como una especie de flechazo incógnito de Cupido, la niña quedó enganchada a la narración oral por toda la riqueza de los cuentos y los mundos a los que podía acceder tan solo prestando sus oídos. “Me gusta mucho la fantasía, la imaginación, las cosas bonitas que podemos escuchar y aprender”, dice con su tono de voz bajo y algo trémulo.
Luego de un proceso que implicó ahondar en los talleres, en el conocimiento del manejo escénico y corporal, Sharon tuvo su primera prueba de fuego frente a un público en Bellas Artes. “Estuve primero muy nerviosa, después ya se me fue quitando los nervios y estuve muy feliz”, recuerda.
Después de su debut Sharon continuó contando y en la actualidad ha compartido su palabra y sus historias frente al público en tres ocasiones en el Festival Internacional de Cuenteros “el caribe cuenta” y en otras tantas ocasiones en la ciudad de Riohacha en el Festival Akuentajuy.

Sharon es la niña de zapatos rosados en este equipo de narradores del que sabrás mientras lees esta cháchara.
Para Sharon la magia de las palabras habladas o escritas la ayudan a profundizar en el conocimiento del español, su lengua, la ayudan a conocer otras culturas. La niña les recomienda a todos los pequeños acercarse a la narración oral, a la literatura para mantenerse ocupados en una actividad provechosa y de esa manera alejarse de los hábitos negativos.
Para Sharon contar cuentos se ha convertido no solo en un pasatiempo, ella se ve a futuro recorriendo todo el continente y parte del globo como una gran conteur, como una narradora oral escénica profesional.
Juan David Chaparro Valdez es oriundo del municipio de Galapa, es un niño delgado, de hablar seguro y con una capacidad oratoria notable a la que le ha sabido sacar partido. Este niño de 14 años vive orgulloso de su ascendencia Mocaná y es precisamente de sus raíces de las que se nutre para contar las historias que ha venido llevando de ciudad en ciudad, de municipio en municipio desde que empezó el camino de la narración oral. Juan desde muy pequeño sintió que estaba llamado para las artes. A los 10 años cuando la profesora Iveth Hernández inicia un club de lectura enfocado en la narración oral tradicional empezó su relación afectiva con los cuentos y el arte de contar historias a viva voz. En 2015 fue de los estudiantes que representó a su institución María Auxiliadora de Galapa en el certamen de narración oral intercolegial que organiza “el caribe cuenta”, Juan resultó ganador en la categoría infantil.
“Contar historias nos da herramientas para el discernimiento, nos da sentido crítico. Después de ese taller inicial, iniciamos varios procesos con la profe Iveth. Lo más bonito de ser narrador es tener la posibilidad de estar frente a un público y poder enamorarlos de la palabra, de la lectura, poder mostrarles tu propio mundo”, asegura con convicción.

Juan David Chaparro viaja con sus cuentos y su sombrero vueltiao.
Juan David cuenta cuentos de tradición oral, la mayoría son una recopilación de mitos, leyendas y cuentos de espantos que pertenecen a la imaginería de su población. Juan David ha continuado con su proceso formativo y ha tenido la posibilidad de participar en varios festivales, dos veces en “el caribe cuenta”, tres veces en el festival Akuentajuy e incluso ya atravesó el océano para participar en el Festival Afro Palabra de La Habana, Cuba.
Cuando piensa en el futuro, Juan David se ve a lo mejor como un antropólogo, quizás como un comunicador social, que son las profesiones que más fuerte llaman a su puerta, no obstante tiene mucho más claro que para estar feliz y completo tiene que estar subido en una tarima haciendo una de las cosas que más le llenan el alma de alegría, narrar ante el público.
Aldaír Zamora Guerrero vive en el municipio de Galapa hace ya un lustro, este año cumplió la mayoría de edad, estudia comunicación social y periodismo y licenciatura en idiomas extranjeros.
Empezó su proceso como narrador oral en 2016, en su último año de secundaria, cuando apenas acababa de cumplir los 16. Recuerda que “el caribe cuenta” hizo presencia en su institución educativa, Francisco de Paula Santander, al escuchar a los cuenteros profesionales de primera mano quedó prendado de esa particular manera de manejar la gestualidad en escena, de proyectar la voz, de esas historias maravillosas que aquella tarde se contaron.

Aldaír atravesó la niñez y se perfila como todo un señor de la cuentería.
“Me pareció fabuloso, muy especial ver cómo los niños quedaron atrapados con esas historias, fue maravilloso, al final del evento dieron los datos del concurso intercolegial de cuenteros y me inscribí enseguida para representar al colegio”.
Recuerda que hasta ese momento no había tomado ningún taller de narración, pero cifraba sus esperanzas en los 4 años que llevaba participando en el grupo de teatro estudiantil. “Afortunadamente gané y desde ahí empecé a interesarme más en la narración oral, después conocí a la profesora Iveth e iniciamos unos talleres en la Casa de la Cultura del pueblo y también vinieron las presentaciones en colegios y otros escenarios tanto de Galapa como de Barranquilla”.
Aldaír recuerda que a medida que su formación avanzaba, también poco a poco él se iba soltando en el escenario y así le llegaron las presentaciones en otros municipios, departamentos y ciudades. Para el despierto joven narrador lo más destacable de esta experiencia es poder compartir con la gente, sentir el aprecio y el cariño del público.
“Es muy importante leer, contar, con las historias de tradición oral y la literatura aprendemos de nuestro pasado, de dónde venimos, aprendemos a conocer nuestra cultura”.
Sus historias son una amalgama de textos extraídos de la literatura universal, de la tradición oral, de mitos, de leyendas y de historias de su propio cuño. Aldaír se proyecta a futuro como un narrador oral profesional, incluso las dos profesiones que está cursando espera le sirvan como complemento para continuar ofreciendo la palabra y ofrendando al público las historias a viva voz.
Iveth Hernández es una cuentera de vocación, además una cazadora de talentos innata, es economista de profesión, tecnóloga en salud ocupacional y docente en literatura. Su vocación por la palabra escrita y narrada la ha llevado por senderos insospechados, casi sin darse cuenta terminó como tallerista y dirigiendo varios clubes de lectura, los cuentos con los que trabaja tienen una fuerte carga emocional, lo que se conoce como cuento terapia. “Lo que se busca es una herramienta que ayude en el control emocional del niño”, señala.
La narración oral llega a su vida de forma accidentada, su hijo a los cinco años de edad fue diagnosticado con diabetes mellitus tipo 1, durante la convalecencia, entre las aplicaciones de las inyecciones y las medicinas, Iveth comienza a contarle historias a su niño al pie de la cama. Allí se sembró la semilla en su corazón que luego germinaría en forma de cuentacuentos, de cazadora de talentos, de impulsadora en su municipio de procesos conectados con la narración oral y la literatura y el uso del cuento como herramienta terapéutica.

Iveth es la Mama Grande de esta joven camada de cuenteros.
En 2005 Iveth recibe en el municipio de Galapa un taller de creación literaria y narración oral dirigido por Manuel Sánchez, director de “el caribe cuenta”, con el apoyo de Vicky Osorio, Rocío Rueda, del equipo de la Fundación Luneta 50, e Iván Torres, uno de los narradores orales con mayor trayectoria y reconocimiento del país. “Fue una experiencia muy importante para mi vida, allí me conecté con la cultura tradicional, con la cultura indígena, allí empecé a capacitarme recibiendo talleres de formación. Así inicié este proceso de contar historias y de formación con mis estudiantes”.
En 2014 crea en Galapa el Club de lectura, justo en ese momento no solo descubre que los niños tienen el talento innato para contar historias, también advierte que en el municipio hay madera de sobra para iniciar un proceso que se constituya en plataforma, en un semillero de narradores orales.
Lo primero que hace es empezar a afinar las capacidades innatas de sus alumnos, prepararlos mejor, para que luego empiecen a contar en público y a participar en las convocatorias que cada año ofrece “el caribe cuenta”, varios de sus pupilos han sido ganadores en la categoría infantil y juvenil, algunos como Juan David ya han salido del país a contar sus historias al mundo.
Iveth no solo se asegura de facilitarles las primeras herramientas para iniciar sus procesos como cuentacuentos, también los motiva a tomar talleres y a continuar formándose como personas y narradores. “Hago esto porque pienso que contar historias sirve para sanar esas heridas que uno trae. Cuando ayudo a estos niños en sus procesos a la vez siento que yo misma voy sanando mis heridas. Cada uno de ellos es ya un narrador innato y cuando se lo toman en serio estoy segura que empiezan a generar un cambio social y ha sido precisamente ‘el caribe cuenta’ el festival que me ha ayudado a construirme y a construir a mis alumnos”.