Fue campeón con Santa Fe (1975), Junior (1977 y 1980), y obtuvo el subcampeonato con la Selección Colombia en la Copa América de 1975.
Por: Francisco Figueroa Turcios
Durante cinco años, Óscar Bolaño Meza luchó por su vida tras enfrentar dos enfermedades devastadoras: un derrame cerebral y meningitis. Nació en Puebloviejo (Magdalena) el 14 de mayo de 1951, y falleció a los 66 años de edad.
En ese último quinquenio, solo vivía del recuerdo de su brillante carrera como futbolista, que comenzó en el Unión Magdalena y continuó en Santa Fe, Junior y la Selección Colombia. Permaneció en una silla de ruedas a causa de las secuelas del derrame y la meningitis, y además perdió el 90% de la visión.
Pero su mayor drama fue la negligencia del sistema de salud. Coomeva no le entregaba los medicamentos a tiempo. “Óscar debe tomar ocho pastillas en la mañana y ocho en la noche. Ahora solo toma tres al día porque Coomeva entrega los medicamentos a cuentagotas”, denunció su esposa, María del Socorro Correa.
Años de lucha por la vida
El 16 de octubre de 2012 marcó un antes y un después en la vida de Óscar Bolaño. Ese día sufrió un derrame cerebral a causa de una subida de presión. Fue internado en la Clínica del Prado, en Santa Marta, donde fue sometido a una cirugía de 12 horas. Pasó nueve días en la Unidad de Cuidados Intensivos, aunque los médicos estimaban que permanecería allí al menos trece.
Inicialmente su recuperación fue rápida, pero al ser trasladado a una habitación doble, se le infectó el catéter, lo que derivó en fiebre de 40 grados y su reingreso a UCI. Allí contrajo meningitis y debieron colocarle una válvula de hidrocefalia.
“El 1 de diciembre de 2012 la Clínica del Prado me entregó a Óscar con un tanque de oxígeno y una lista de medicamentos. Dijeron que no podían hacer más por él. Estaba hecho un vegetal, parecía un ‘desechable’”, recuerda su esposa.
El 8 de enero de 2013 intentó regresarlo a la Clínica del Prado, pero no lo admitieron. Lo llevó entonces a la Clínica La Milagrosa, donde le operaron un pulmón y le implantaron una válvula gástrica. Allí permaneció tres meses.
Sus amigos del fútbol lo visitaron en varias ocasiones para darle ánimo. Hoy, su legado vive en los recuerdos de aquellos que lo vieron brillar en la cancha.
Paz en su tumba.
Queremos recordarlo con una imagen digna y alegre. No queremos una imagen triste del gran Óscar Bolaño. Fue un grande.