Supongamos que me llamo Manuel Fernández. No deseo hacer público mi verdadero nombre ya que no quiero que mi familia y amigos se avergüencen de mi desgracia y mi tragedia. Hoy me acerco a los 70 años, esa edad que el presidente Duque ha declarado como la muerte para todos los que por gracia de Dios la alcanzan.
El pasado miércoles con un amor que se le desborda por los poros el presidente Iván Duque siguió con la cantaleta de que hay que proteger a los abuelos y dictó que debíamos permanecer encerrados hasta el 31 de agosto.
Hoy nosotros no podemos salir, pero los perros sí pueden hacerlo dos veces al día, aunque mi perro flip cansado de escuchar al presidente todos los días ya ni bolas le para y sale cuando le da la gana.
Durante largos períodos de la historia los viejos fueron parte de la riqueza de un país. En la Biblia Job lo advertía: en los ancianos está el saber, porque en ellos reposa la experiencia, la sabiduría y el conocimiento.
No tenemos una denominación correcta, oficialmente somos ancianos, tercera edad, adultos mayores, abuelos y abuelitos. Según el Ministerio de Salud nos guardarían a los 60, según el DANE a los 65 y ahora según el presidente a los 70. Así nos ve el gobierno y así nos trata, por eso estoy emputao.
Yo me acerco peligrosamente a los 70 años, estoy bien gracias a Dios, activo y con ganas de producir así sea estas notas marginales con las que los acompaño todos los martes.
Dicen que los mayores nos contagiamos más rápido y somos más vulnerables es relativamente cierto, y es por eso que no comparto este encierro. Me uno a la propuesta del ex-ministro Rudolf Hommes, quien nos está invitando a los abuelos a crear un movimiento político de autodefensa; lo mismo que la ex-ministra Sarita Ordoñez, quien dice que los perros tienen más libertad que los mayores de 70.
El presidente en vez de cuidarnos tanto, flaco favor nos hace, debería preocuparse un poco más por aquellos como yo que nos encontramos desempleados, no tenemos una pensión ni pertenecemos a ningún programa de asistencia del Estado, y eso sí va a acabar con nuestra salud mental de tanto estar pensando en este encierro.
Estoy emputao porque no faltará el desalmado que diga como Thomas Malthus: “Lo que no sirva que no estorbe”, y así acabaron durante la era nazi con más de 80 millones de judíos.










