
Palabras de Fausto Pérez Villarreal en la ceremonia de los Premios Ernesto McCausland Sojo 2022
Gracias a Jehová Dios, ante todas las cosas, Él permite la materialización de este momento. Mi gratitud a Carnaval de Barranquilla por esta distinción tan significativa, y gracias a ustedes por estar aquí, acompañándome.
Dos razones fundamentales estimulan y vivifican mis emociones con este honroso homenaje que alimenta los balcones florecidos de mi memoria:
Uno, la celebración de mis 40 años de carrera periodística. Figúrense ustedes: ¡40 años! Qué iba yo imaginarme que en 1982, cuando empecé esta maravillosa carrera, siendo todavía estudiante de bachillerado del Colegio Nacional José Eusebio Caro, con solo 17 años a cuestas, iba a ser objeto de un homenaje de esta naturaleza. ¡Ja!, Ni por ahí…
Muchos aspectos relevantes giran alrededor de la cifra 40. Cuarenta días duró el diluvio universal, del que solo Noé, su familia y varios miles de animales se salvaron en el arca y pudieron disfrutar de un nuevo y espléndido sol en el Monte Ararat, en predios de lo que hoy es Turquía.
Los días de la cuaresma son 40, número del que no solo nos habla el Génesis, primer libro de la Biblia, para darle relevancia a esa cifra. También, en el islam adquiere papel protagónico el guarismo compuesto por cuatro decenas. El profeta Mahoma tuvo su revelación a los 40 años. El mismo tiempo tardó Moisés –según la tradición judía—en su peregrinación, por el desierto, junto al pueblo de Israel, en busca de la tierra prometida. Jesús, nuestro redentor, nos narra el Nuevo Testamento, pasó 40 días en el desierto tras de la guía divina.
Así, pues, las tres grandes religiones monoteístas están cruzadas de modo transversal por la influencia del número 40.
El 40 es un número que representa la idea de un cambio, el final de un ciclo y el comienzo de otro. 40 son los años que estoy celebrando de trayectoria profesional y me hacen merecedor de tan sublime distinción.

Dos: Este tipo de homenajes, de reconocimientos… ‘Vida y Obra’, suele otorgarse, en muchos casos, ojo no todas las veces, a personas en avanzado y lamentable estado de decrepitud, y en ciertas circunstancias no conscientes de lo que están recibiendo, y privados de la fortuna incomparable de palpar el orgullo de sus progenitores en ese momento, porque por razones naturales ya no están con vida.
En otros casos, hasta el ‘Vida y Obra’ se concede de manera póstuma, cuando el homenajeado, el gran homenajeado, ya no habita en este mundo.
Durante una charla amena con varios amigos, en días pasados, uno de ellos comentó: “Todavía estás joven para recibir ese homenaje”… a lo que otro refutó: “¿Y quién dijo que se tiene que esperar a que seas un anciano, que no te puedas ni sostener en pie para recibir este reconocimiento?”… Mi tía, Pabla Pérez, aquí presente, terció con un argumento contundente: “Vean, señores, los homenajes hay que hacerlos en vida, y que los que amamos al homenajeado podamos verlo. Así que recibe ese homenaje, no te prives de ese privilegio y no nos prives a mí y a tus padres del placer de verlo. ¿O es que prefieres que reconozcan tu labor cuando seas un viejito y que los que te vimos nacer no lo podamos ver porque ya estaremos muertos?”. Contundente argumento.
Esta es, en realidad, una experiencia extraña, maravillosa, inenarrable… No todo el mundo la vive. Por eso, no puedo ser tan prepotente como para rechazarla. Lleno de orgullo, pero con mi absoluta humildad, la recibo.
En verdad, os digo: he sido testigo de este tipo de reconocimientos a veteranísimos personajes, en el ocaso de sus vidas, en ciertos casos, en tan lamentables estados físicos y mentales, que “ya no se pertenecen”, como solía decirles mi difunta tía Nora Meza, a las personas que han perdido la noción de las cosas.
Por la Gracia de Dios Todopoderoso, estoy joven, en plenitud física y mental, y tengo la dicha de ver a mis padres, a mi tía, a mi esposa, a mis hijos, a mis hermanos, a mis amigos, aquí como testigos de este memorable momento.
Reitero mi profundo agradecimiento a Carnaval de Barranquilla, a la directora Sandra Gómez, a mi muy querida amiga Lisbeth Díaz, alma corazón y nervio del Premio de Periodismo Ernesto McCausland, que orgullosamente he ganado en dos oportunidades…
Hoy se ha marcado un hito en la rutina de mis días…
Cuando pase el tiempo, y la luz de la aurora nos revele un nuevo día, los que me aman y yo comprobaremos y atesoraremos la grandeza de este reconocimiento carente de peculio, pero de inconmensurable valor espiritual, que es lo que realmente vale en este mundo… Todo pasa, solo quedan los recuerdos… aún en la oscura y fría soledad… Muchas gracias y que Dios nos bendiga…