A los 82 años, Enrique Romerín trabaja de sol a sol. Serie de crónicas «Los hombres de hierro».Por: Francisco Figueroa Turcios No tiene ningún tipo de seguridad social y mucho menos recibe un subsidio de la tercera edad. Deberá trabajar hasta el último dia de su existencia, porque le toca llevar el pan de cada dia a su hogar. Tiene un kiosko donde vende periodicos,revistas y las loterías desde hacen 53 años. «Le juró por Dios y por mi madre que está muerta que solamente he ido dos veces al médico. En el hospital Santa Clara en Cartagena, mi tierra natal, la primera vez, cuando tenía unos trece años, por un primo que jugando me sacó la silla cuando me fui a sentar y allí me jodí; y la segunda vez fue que me mordió un armadillo.Yo creo que soy un hombre de hierro, porque no me enfermo. Lo que sí sé es que mi médico es Dios», puntualizó Enrique Romerín. Vive a dos cuadras del centro comunitario del padre Camilo, pero es un hombre orgulloso y no le gusta ir a pedir ayuda. «Esa vaina de ir hacer fila para ir a inscribirse para recibir un subsidio del gobierno por concepto de la tercera edad, eso no va conmigo. Lo que dan es una limosna y yo todavía tengo fuerza para trabajar», agregó. [gallery ids="753,752,751"] Enrique Romerín Tapias se siente orgulloso porque gracias a su labor de vender periódicos, revistas y lotería en el centro de Barranquilla logró tener su casa en el barrio La Paz. «Cuando llegué a Barranquilla vivía en el barrio Santo Domingo, pero me fijé la meta de tener mi casita. Todos los días ahorraba de lo que me ganaba y cumplí con la meta de tener mi casa. La compré en el barrio La paz», dice con mucho orgullo. Sueño frustrado Tuvo tres hijos. Cuando pensó que su vida cambiaría porque a su hijo Eduardo le iba bien en la venta de frutas en una carretilla, hace trece años que lo mataron en un atraco para quitarle el producido.»Es un dolor que todavia no he podido superar. Era un buen muchacho,tenía 33 años, mucha ilusiones. A cada rato me decía ‘viejo tranquilo que pronto dejará de trabajar’, y murió con esa ilusión. Fue una frase que jamás se me ha olvidado. Si no se hubiera presentado esa tragedia, estoy seguro que nuestras vidas hubieran tomado otro rumbo de prosperidad», comenta con lágrimas en los ojos Enrique Romerín. Toma fuerzas y agrega: «me toca trabajar, es el mejor homenaje que le puedo hacer a mi hijo amado. Dos premios En los 53 años que lleva vendiendo lotería, Enrique ha vendido dos veces el premio mayor, pero sin la serie.»El mayor sin la serie no paga mucho por esos los clientes me dieron muy poco. Sueño antes de morirme vender el premio mayor con la serie para que el cliente me de un buen regalo. Para hacer el kiosco nuevo y más grande donde pueda vender otros productos, porque el barro está duro».