
Por Jorge Guebely
El feminismo cambió de formato mental, pero incursionó poco en lo femenino del ser humano del hombre y de la mujer. Surgió en el fervor liberal a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Momento histórico de revoluciones: liberalismo contra el conservadurismo, liberación de esclavos, independencia colombiana, obreros en luchas sindicales, filósofos con teorías libertarias, sublevación del arte contra el poder, mayores libertades individuales, mujeres exigiendo sus derechos femeninos…
Otro fraude histórico: el liberalismo se “conservatizó”, surgieron nuevas esclavitudes, Colombia se convirtió en neocolonia, los obreros se derechizaron, filósofos y artistas enviados al cuarto de san alejo, más desigualdad social gracias a las revoluciones industriales…
La mujer convirtió sus reivindicaciones en proyecto político. Luchas por reivindicaciones sociales: igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, elegir y tomar cargos públicos… Cambiaron de arquetipos, de la mujer tradicional conservadora adhirieron a una liberal activista.
En su lucha contra el machismo – uso de la fuerza bruta en lugar de la racional y emocional -, señalaron al hombre como importante objetivo. Ignoraron la naturaleza de este retardo mental de “patriarcas” y “matriarcas”, de machos alfas y hembras alfas, machos y machas. Fuerza brutal para victimizar al más indefenso, bullying del más fuerte al más débil.
Dieron a la lucha femenina la naturaleza de género. Ignoraron el Universo, sus dos fuerzas esenciales y complementarias, masculina y femenina en cada ser. No vieron la tierra: unas veces diurna; otras, nocturna. Tampoco al ser humano, algunas veces racional; otras, emocional.
Siempre un ánima o lado femenino en todo hombre, siempre un animus o lado masculino en toda mujer. Ante de leerlo en Jung, lo aprendí de un indígena anciano norteamericano. “El Universo – dijo – es al mismo tiempo masculino y femenino. Vemos el cielo como el gran padre y la tierra como la gran madre. Cuando el padre quiere hacerle el amor a la madre, la enamora con la magia de las nubes, luego le derrama el semen en forma de lluvia, embaraza a su amada y surgen de su vientre los diez mil seres sobre la tierra”. Igual William Blake en su poemario, “El matrimonio entre el cielo y el infierno.”: “Yo estoy en ti y tú estás en mí, mutuo amor divino.”
Equivoca el camino quien, para hallar lo femenino original, cambia una imagen conservadora por una liberal. Solo son imágenes, fantasmas de poder machista, alienaciones. “Cuando dejó de conformarse con la imagen convencional de la feminidad -afirma brillantemente Betty Friedan en “La mística de la feminidad-, finalmente comenzó a disfrutar de ser mujer”.