AnálisisLocales

Cultura con sentido humano

Por Jorge Guebely 

Si se quiere construir una cultura con sentido humano, toca rebajar la política, desoír sus discursos, liberarse de sus cacofónicas cantaletas. Nada la mueve al humanismo. Una cultura de esas dimensiones se construye sin políticos; incluso, en contra de ellos.

Respetar la Naturaleza, convivir en sana armonía con ella, sentir los murmullos divinos en cada hoja de un rosal, eso es cultura con sentido humano. Salvarla de la explotación salvaje, mecanismo de acrecentar riquezas para codiciosos empresarios, constructo tan humano no existe en ningún programa político.

Crear solidaridad entre los seres de la tierra, sentir de nuevo la sensación de unidad universal; superar la separación, la manía de ver al otro como competidor, enemigo, víctima, presa para desgarrar; evitar tantos solitarios en la multitud; visiones humanas imposibles en cualquier político.

Formar sujetos, seres con vida propia, no máquinas programadas. Liberarlos de ser objetos utilizables, manipulables, muñecos contaminados de ilusiones ajenas, no conviene a ningún político.

Afinar los sentidos físicos y espirituales del ciudadano. Educarlo en la capacidad de ver lo invisible y oír la música silenciosa del universo. Transformarlo en un ser con anhelo de trascendencia, libre de redes doctrinarias. Nada de eso interesa a los políticos. 

Utopías inalcanzables en política, no existe tal cultura en la consciencia de ningún político. Sin embargo, vive en el arte, la literatura, la poesía. “Llenar la vida con más poesía y menos policía” rezaba un grafiti en paredes universitarias. 

Milagro sucedido en la Atenas clásica. Allá, filósofos, poetas, dramaturgos, se comportaban como lúcidos referentes culturales para el pueblo. Pero ningún referente lúcido puede ser Margarita Cabello para Barranquilla, ni Álvaro Hernán Prada para el Huila, ni el senador Polo Polo para Colombia. 

Con dolor, los colombianos sufrimos el carácter inhumano de los políticos. Los de ayer, enajenados por una ideología: conservadores o liberales, de derecha o de izquierda, convirtieron a Colombia en campos de batallas. Solo construían feligreses para las próximas elecciones, para las próximas guerras, para las próximas masacres.

Los de hoy, sin ideologías, enajenados por el dinero fácil, se comportan como capos. Mafiosos con dineros del narcotráfico y del Estado también. Actúan como patronos de la democracia, ya sea Uribe Vélez o Vargas Lleras. Hábiles en las triquiñuelas de ganar elecciones. Verdaderos ineptos para promover una cultura con sentido humano.

Si se quiere construir una cultura para desarrollar las dimensiones humanas de los colombianos, toca disminuir la política, fustigarla incluso. Lo vio, con claridad, Nietzsche en el siglo XIX: “Todas las épocas grandes de la cultura son épocas de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, incluso antipolítico.”

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