Por Rafael Sarmiento Coley
Desde los tiempos más remotos se ejerce el oficio de traer al mundo a las nuevas criaturas de manera empírica.
Uno de los casos mejor reseñados es el de Jesucristo, quien nació del vientre de María en una cueva y con la ayuda de una peregrina que hizo las veces de comadrona.
Más de dos mil años después, las cosas no han cambiado mucho, en especial en las zonas rurales y en los barrios pobres con «techos de cartón», como lo cantó Alí Primera.
En lo que sí ha cambiado es que los partos naturales ahora también lo quieren las mujeres de alto nivel económico que se han dado cuenta de que es mucho más saludable, cómodo y seguro parir en casa, con parteras expertas, que terminar en manos de clínicas donde la medicina se ha vuelto un negocio, en el que el diagnóstico suele ser: «el feto está atravesado… hay que hacer cesárea».

También hay razones estéticas para que las mujeres de dinero decidan parir de manera natural: no le quedan cicatrices.
Clary Marulanda Molina tiene el oficio de Doula, que cumple la función de apoyo en la labor de las parteras. Su mercado es el de familias de recursos económicos suficientes para pagar por estos servicios en los que los bebés han vuelto a nacer como Dios mandó a su hijo al mundo.










