Selección de poemas de un libro que guarda en sus páginas una rabia contenida, tan bella como un blues en la oscuridad de una calle perdida.
El árbol
A este almendro que fue sembrado en el vientre de mi madre hace 43 años ya, justo cuando papá se bajó del mundo, precipitado y en silencio, le han crecido unos pequeños icacos que a veces suelen ser amargos, aunque yo quisiera que fuesen mangos dulces, florecen verdes o azules, y cuando menos lo espero, esos amarillos poemas que cuelgan de mis ramas se caen y ruedan por el piso como pelotas de cristal.
A este tronco viejo que ya voy siendo no le han crecido alas sino risa, no le ha crecido hierba sino historias, no le ha crecido llanto sino lluvia, no le ha crecido sombra sino olvidos.
De este viejo ‘pero’ no esperes olmos sino arreboles… de este viejo palo seco solo espera este canto hondo y adolorido de las palabras que se me caen como gajos cada tanto, cada abril, cada mayo, cada otoño.
Tocata y fuga
Y era sencillo andar la acera sin chalecos antibalas, sin sombrilla, sin guantes de cuero, mascarilla antigás o protector para las escamas. Y era sencillo echarse debajo de la sombra de los postes y el ala azul de las nubes agoreras o protegerse de las embestidas del ruido. Y era natural mirarse a la cara, o recibir una puñalada en el orgullo. Esperar al cartero en la ranura de una ventana, o percibir el olor de tu risa propagada por el viento.
Y era sublime conocerte en una esquina, en la ventanilla de un autobús o en el lado cremoso de algún bar de buena muerte, antes de que afilaras los cuchillos.
Y es tan aburrida la adicción de los ordenadores y su droga cibernética que te inyectas por los ojos y la frialdad de la distancia y el clic, y las teclas y el golpe de agua fría y la burla de las duchas o la carcajada del despertador.
Y era feliz entre la bruma de la madrugada en compañía de los pardos gatos chupando el limo de una luna destetada, hurgando entre las flacas vacas o compartiendo un vodka barato con olor a insecticida.
Y era fácil evitar las escobas bocarriba detrás de los portones, el amor de los envidiosos o salir a nado de un mar de lágrimas… Pero para esa trampa de la gravedad, para ese yunque amarrado en los tobillos, para esa inmarcesible torpeza para el vuelo, continúo padeciendo de esos calambres que me impiden una fuga redonda, rotunda y definitiva.
La básica ética de la nada
No he venido solo para recoger flores yertas en la orilla de las autopistas.
En ese ningunaparte de los corazones averiados he visto eructar los sueños de los dipsómanos como un parpadeo de luciérnagas enloquecidas por un cortocircuito. Sin embargo, el extraño deporte de seguir de pie como si nada, con rostro de nopasanada, se ha convertido en la más brutal de las malas costumbres. Pese a los calambres en el alma, al estornudo de un reloj de arena con consistencia de espejo que se diluye en mi bolsillo como un huevo aguado y sin aliño, continúo recogiendo cadáveres famélicos en la barriga de los tanques de basura.
A veces siento envidia de la simplicidad con la que se toman la vida los gatos, que miran y miran las estrellas en el tejado, y de su básica ética de la nada y sus fieros amores nocturnos. Al fin de cuentas, para este picor en el alma, una cerveza y un cigarro resultan más efectivos que un antibiótico.
Golpe de campana
He recorrido el borde espinoso del camino, donde los perros ladran y enseñan los dientes al viento.
La vida ha intentado muchas veces hacerme a un lado, pero la rabia de mi verbo le ha devuelto el golpe.
No pueden encerrarme, no existe probabilidad alguna de que me vean arrodillado.
Me ha hecho mucho más daño la indiferencia de tus ojos, el frío de tus labios, la mueca dolorosa de tu adiós.
No estoy aquí para sumarme al culto de los ciegos, para orarle al mismo dios de tu bolsillo.
He estado en la oscuridad de la esquina a punto de bajar los brazos, pero un golpe de campana a tiempo vino a redimirme.
No olvides nunca que en mis nudillos reposa la dinamita de Tyson y gracias a ella pude borrarte la sonrisa hipócrita de la cara.
A consciencia he evitado el oropel y la mentira, la falaz trampa de los tiempos, pero he dicho lo justo y lo necesario, lo que quieres y lo que no quieres escuchar, porque en mi boca habita el grito colérico de Túpac.
No he venido a darme por vencido, no he venido a hincarme, no he venido a ahogarme con el llanto…
Lo mío es este canto, es el color de mi palabra que me ha permitido decir, porque yo soy el que cuenta, porque soy el que dice, el que recita…
No tienes que escucharme, no tienes que creerme, pero si te suena, si te llega en algún lugar mi cantejondo, la música de mi mar, mi lamento sureño, no dejes de bailar.
El quijote
Soy un quijote.
He salido de Rocinante por viejo y averiado… pobre caballo azul vendido al mejor postor.
Me he intoxicado con lecturas y otros venenos. He combatido la muerte, el miedo y la locura.
Mis molinos son mucho más difíciles de vencer. Escuderos he tenido muchos, pero ahora mi lucha es solitaria.
Soy un caballero bufo que esgrime una pluma, y mi escudo es de papel.
He perdido muchas batallas,
algunas me dejaron heridas que aún sangran.
Combato por causas perdidas
e ideales que no resuelven nada.
Soy el caballero de la triste figura, sin sombra, con la mirada acuosa y abundantes nostalgias.
La música de tu piel
Y mientras las bombas caen, nosotros, los íntimos, los tuyyosolos en la habitación, nos vamos devorando a besos entre las sábanas y para disimular la muerte de los días, entre mordiscos, le robamos unos cuantos huesitos a la parca entre el beso y la saliva…
Nos morimos en el entretiempo de un partido de fútbol o a la mitad de un noticiero…
Nos vamos muriendo en la cama, en el baño, sentados en el sofá mirando la tele, mientras a lo lejos continúa incendiándose el mundo…
Nos morimos ignorando el claroscuro de las claraboyas, la muerte ajena o el llanto del otro…
Aunque igual todos nos vamos muriendo de a pedacitos, de a raticos… De la misma forma como esos tuyyo ocultos en la habitación, los mismos que se matan entre insultos, entre las quejas, como un reclamo de la rabia o del placer; si he de morir más tarde, o a la vuelta de la esquina… prefiero morirme escuchando la armónica música que produce tu cuerpo…
Canción de la lluvia
Ha vuelto la lluvia silenciando las cigarras y su blues de mediodía.
Ha regresado el gris sobre los cerros,
el cielo empañado, las moscas y su gula,
la melancólica canción de los sapos nocturnos, la psicótica criminalidad de los zancudos,
la iracunda fatalidad de los arroyos.
Sí, ha vuelto la lluvia
y en mi corazón se desataron todas las tormentas.
Para un pequeño ángel desconocido
De tus ojos grandes como platos crecieron unas ramas líquidas enturbiadas con los reductos del macabro polvillo del que estaba completamente pintada tu cabecita de pájaro acorralado.
Entre los escombros bajo los que estuviste sepultado por espacio de unos pocos minutos, o quizás una eternidad, se podía apreciar un lápiz descabezado y un borrador magullado, como mordido por la rabia.
En tu rostro redondo como una naranja, pintado de escarlata, la ceniza y el humo se trepaban como lianas invasivas.
Quizás nunca sepa tu nombre ni si alguna vez te entretuviste jugando a los vaqueros o a los indios.
Solo sé que a tus posibles nueve años, el mundo te ha fallado, el mundo te ha robado el corazón… Yo, él, nosotros, vosotros, ellos, todos te hemos decepcionado, y por ti, pequeña criatura tan parecida a mi niño, pequeño Sebastián del otro lado de este mundo infame, por ti va esta lágrima impotente, esta lágrima inconclusa de noticiero de mediodía, esta lágrima hipócrita que no puede hacer nada, y que mucho menos tuvo el poder ni el arrojo, para detener a ese pterodáctilo de la muerte que lanzó su huevo podrido sobre el tejado de tu escuela.
Siria nos suena tan lejano, que a lo mejor ni nos importe que ayer, no más ayer, volvieron a madrugar los pájaros de la guerra…
Viéndote en primer plano con tu carita de susto imposible, una vez más me sentí asqueado de mi especie.
Espejo roto
A veces se alojan en las pupilas caudales siniestros,
y con torpeza se agolpan estos desatinos que me asaltan desprevenido.
A veces sucede que no me busco, que no me hallo, y el espejo no es más que una ciénaga loca,
y me pregunto frente a ella ¿quién eres?
A dónde enviaste al niño aquel de la risa locuaz. Y el silencio y el silencio y el si…
Equipaje
Llevo los ojos descalzos, ciertas imágenes laceran la piel descubierta de la mirada.
Llevo por dentro una cosecha de miedos, por fuera el falaz antifaz
que cuelga sonrisas mojadas en las madrugadas rojizas.
Llevo las manos atadas, degustando agrios sabores metálicos
que se purifican con tinta y palabra ciega.
Llevo los oídos quebrados en caminos verdes y carreteras azules
por donde la oruga arrastra sus alas obsoletas.
Llevo conmigo algunas tristes certezas y ciertos claveles blancos
que no permito que envejezcan.
Cargo eclipses brillantes, bostezos siderales
y polvos burbujeantes que no son de estrellas.
Llevo un felino agazapado
para rasgar vestiduras hipócritas.
Colecciono momentos moribundos que aún sostengo entre los dientes.
Cargo pisadas que son silencios,
huellas, cicatrices ebrias, suspiros constelados,
amazonas marchitas, contradicciones inmunes.
Llevo tanto pero tanto en mi espalda
que busco afanosamente estaciones
que me permitan amablemente
despojarme de tan pesada carga.
Consideraciones sobre la muerte
Debe ser aburrido morirse, por ejemplo, a mitad del invierno o en una avanzada noche canicular de verano.
Debe ser aburrido no ser más una sudorosa espalda acariciada por el sol o un pecho recién bañado y fresco a la orilla del erizado lomo azul de un mar embravecido.
Debe ser muy aburrida la ausencia del asombro, del melancólico blues de las desesperadas cigarras.
Debe ser escandalosamente aburrida la falta de ese sorbo de esperanza mañanera concentrada en un café o la obligada renuncia al terso sabor de una mujer.
Debe ser doblemente aburrido no morir en París en una tarde lluviosa de domingo o sobre el lomo de un dromedario en las inmediaciones del Cairo o en altamar entre bravíos filibusteros.
Debe ser soberanamente aburrido que te arrebaten de súbito la certeza del instante o la plenitud del ahora.
Debe ser brutalmente aburrido el rotundo silencio, la contundencia de la nada, la ausencia del ritmo, de la música, del sexo… o de un abrazo de amor.
Debe ser aburridísimo no poder seguir disfrutando el sabor de una crocante empanada bailando entre la boca.
En fin, debe ser muy pero muy aburrido morirse en la víspera, biche, verde, prematuro, cuando menos lo esperas, cuando definitivamente no tienes ganas de morirte.
I
Extrañarte es poco, buscarte es inconcluso,
mirarte a los ojos absolutamente necesario. Aunque desconfíes de mi maleta,
mi viaje es un eterno retorno a la humedad de tu centro.
II
La lluvia gélida goteando en el alma. Llueve,
frío, gris.
Lluviaceniza, el suspiro titila en la gota.
Melancólico silencio
la fuerza de extrañarte.
III
Aún recuerdo aquella maldita noche
Cuando tus labios me asaltaron como puñales convirtiéndome en sangre.
Carlos Polo /contador de historias/ Colombia
Magíster en Literatura Hispanoamericana y del Caribe. Polo ha publicado textos en Revista Carrusel, Periódico ADN, El Tiempo, Al Día, Revista Puesto de Combate, Gavia, Víacuarenta, Galería, Huellas, Actual, entre otros medios. Creó y dirigió la revista cultural Labrapalabra. Durante cinco años fue redactor y cronista de El Heraldo. En 2009 ganó el Concurso Nacional Libro de Cuentos UIS con el libro Rapsodia para reclutas asustadizos. Publicó la novela La Suerte del perdedor, el libro de cuentos Testamento de la barriada, y un compendio de prosa poética, Polifonía de colores. El año 2017 fue especialmente fructífero para el escritor y periodista barranquillero: ganó el Premio de Periodismo Promigas a la Mejor Crónica de Carnaval Ernesto McCausland Sojo, en la categoría digital; el Concurso Nacional Metropolitano de Cuento y con la colección de relatos Las malas noticias llegan primero, fue uno de los ganadores del Portafolio de Estímulos para el Desarrollo Artístico y Cultural del Distrito Barranquilla. En 2018 su novela Es de noche cuando los gatos son pardos, obtuvo el primer puesto en el Premio Distrital de novela “Estuario” del Portafolio de Estímulos de Barranquilla. En 2019, su libro Cantos azules y otras estaciones peligrosas, fue uno de los ganadores del Portafolio de Estímulos del Distrito de Barranquilla, en la modalidad Beca de Poesía Creadores con Trayectoria.
La ilustración de portada es hecha por Carlos García, Revólver.