Una monteriana nos contó lo que significa para ella la decisión de la Real Academia de la Lengua Española con respecto al ritmo sabanero.
Por Mariangela Mercado
Explicar cómo es que se agita mi corazón cuando empieza a sonar un porro es una tarea difícil. Parece que como si algo dentro de mí lo bailara así yo esté inmóvil. Es una sensación maravillosa que me invade de los pies hasta la sangre desde el mismo instante en que suena la trompeta.
Lo bailé en el colegio cuando era niña, con mi papá en las fiestas a las que lo acompañaba y lo aprecié mejor con la familia De León Peniche cuando tenía como 17 años y me invitaban a las fiestas de Ciénaga de oro, mientras nos comíamos un desayuno que podía alimentar un batallón entero, sonaba una y otra vez “Elarrancatetas” y yo me imaginaba cómo sería Aníbal Monterrosa.
El porro sabe a mote’e queso y galleta de limón, huele a Río Sinú, a café Córdoba y a la humedad verde del valle del Sinú, suena como el bullicio alegre de mi gente linda que no dice adiós sino «jueeeeee» y fue de las muchas cosas de mi tierra que extrañé cuando vivía en Barranquilla, sonaba alguno a lo lejos y el alma se me acurrucaba en el pecho, igual que cuando uno está enamora’o, al ritmo de la música me entraba una nostalgia tremenda por mi tierra y las calles que recorrí de niña, polvorientas y sin pavimentar, así como dice Porro Bonito:
Cuando estoy ausente
Y escucho este porro
Vienen a mi mente
Amigos que añoro
Estando en la universidad, un viernes cualquiera, le supliqué a un amigo que buscara un lugar donde bailar un Porro bien paseado, en ese entonces no era tan común encontrar un bar en el que lo incluyeran en el Mix Discotequero, pero mi amigo, quien en ese entonces me hubiera bajado la luna para bailarle encima si se lo hubiera pedido, encontró un sitio en la Calle 43 cuyo nombre no recuerdo, lo que sí no olvido es que ese día enseñé a un barranquillero a bailar Porro, que nos dimos gusto bailando “María Varilla” y que es lo único que sé bailar sin tomarme ni un solo trago.
Hoy día ya suena en varias ciudades de Colombia y del mundo, de hecho en Barranquilla es uno de los ritmos que salen disfrazados a la calle en Carnavales, es una pena que en la Feria Ganadera de 2017, en el Coliseo, los protagonistas principales fueron la Carrilera y el Vallenato, mientras el Porro brillaba por su ausencia.
Afortunadamente, hasta en el folclor encontramos héroes que salen a rescatarlo, como por ejemplo el cantautor magangueleño Martín Madera quien le da un toque único en su álbum “Yo soy el Porrock”, seguramente con la intención de escuchar a los jóvenes cantando “Fandango Bonito” en lugar de “Felices los cuatro”. Qué maravilla.
Y ni qué decir del equipo de comunicaciones de El Meridiano, quienes después de dos años lograron que la RAE incluyera en su edición digital el termino “Porro” y su significado como “Música y Canto originarios de la costa Norte de Colombia, con influencia de ritmos Africanos”. Este logro va más allá del nivel lingüístico, es un reconocimiento internacional a la existencia del folclor que representa.
Espero sigan luchando por darle a nuestro Porro Palitia’o y Tapa’o, el lugar protagónico que se merece. Yo lo seguiré bailando.