«Esa mañana en la aldea de los Taínos apareció un mensaje en la tierra que los reunió a todos en expectación», cuento escrito por José Palacio.
Por José Palacio
A usted lector, le relato la historia de un hombre apasionado por una mujer taína, que tras estar perdido en la selva fue encontrado moribundo y cubierto de hormigas, y tirado al arroyo creyéndolo muerto, sin saber que al anochecer saldría de las aguas con rasguños leves y cara enferma.
–Discúlpenme por adelantado y espero que tengan paciencia porque no soy de por aquí y no conozco las costumbres. Tal vez no me entiendan y puede que se acabe mi aliento con esto que diré. Solo dejen que mi voz fluya hasta el ultimo respiro y que su respuesta logre dar paz a este cuerpo. Me tiraron al arroyo cuando estaba vivo y no los juzgo, porque no los conozco, y tal vez mis pulmones no respiraban.
Tuve una estrepitosa visión anoche, puede que hubiese sido antes de caer en la fosa hormiguera donde me encontraron. Vi un pasaje que afloraba y una noche rojiza. La yuca y la papa crecían del mismo árbol y el grano brotaba de la tierra formando caminos que llevaban a un río. Eran canciones y eran cuentos. El jaguar rojo que huía desesperado cruzó el río, llegó al acantilado y mientras me miraba le dije: -Tírate al abismo-, y él me obedeció tirándose; chocó contra el vacío y se llevó la luna en su espalda.
De la oscura noche brotaron destellos dorados por surcos invisibles. La gente corría aterrada y yo me lancé a la penumbra. Al anochecer emergí de las aguas congeladas, percibiendo una luz rojiza y el retumbar de voces a la distancia. Avance hacia ella y los encontré, sentados, ejecutando un rezo que no conozco.
Discúlpenme de nuevo porque me doy cuenta que pude haber quebrado el hilo de su canto, y que su dios me ataque en cólera si lo hice.
Quien entienda mi visión que la explique, que era real y a la vez no lo era. Porque tengo los pulmones llenos de agua y poco a poco mis rodillas se hinchan y se adormecen por los mordiscos de las hormigas.
El que entre la multitud era el más alto, que abrigaba su espalda con piel de puma, cubierto de heridas de batallas recientes, elevaba una lanza con punta de hueso.
–Te veo, vienes envejecido por las aguas que te bañaron, andando mientras hormigas te devoran las piernas, trayendo visiones a nuestra tribu. Porque hablas nuestra lengua te respondo, mas no te confió porque no entiendes nuestro canto.
>>Hace poco salimos de una guerra cruenta, la cual ganamos solo de nombre por tantos que perdimos. Atravesé con mi lanza a muchos y fui héroe entre mis hermanos. Ellos han muerto y los invocábamos en cantos.
>>Fue allí en el monte grande, donde la lanza chocó y los llantos cruzaron. Tenemos el grano, la papa y la yuca de la que hablas para hacernos fuertes; ellos no la tienen, serán débiles cuando quieran atacarnos. Esa es tu visión. Sino lo es no tenemos nada para ti.
Encorvado en un rincón un anciano de la tribu declaró unas palabras. Dos hombres se levantaron de inmediato y llevaron al hombre a una choza. Fue limpiado con aguas claras, tomó pócimas alucinógenas de más allá del Amazonas y recibió cuidado por una mujer de la tribu que le sonreía cada vez que la miraba. Ella le traía recuerdos enlazados en su ser, que lo convertían en ardor puro. Sus mejillas ruborizadas encontraban nueva vida en las sonrisas de la dulce mujer.
Recuperado, fue llevado donde el anciano.
– Yo no conozco de lo que viste, ni me esfuerzo mucho en averiguarlo. Solo se que estás muerto y vienes aquí sin permiso de los vivos. Volverás al arroyo y te hundiremos, para que vuelvas al reino del que escapaste.
Amarrado, cargado entre diez hombres fuertes sobre una cama de palos, fue regresado y situado junto al arroyo. Cantaron para purificar las penas del hombre del arroyo, del muerto que los visitó.
Escucharon estruendos y vieron humo saliendo de la aldea. Gritos de mujeres quebraban el aire. Partieron con sus brazos en lanza, abandonando al hombre junto al arroyo.
A usted lector, miembro de la tribu, logrando desviar su atención creando expectativa por eventos románticos en la historia de mi querido amigo, hemos iniciado en sigilo el saqueo y exterminio de su aldea.Pronto la devorará el jaguar y se los llevará a la noche. También secaremos el arroyo.