Como es notorio en sus obras, Italo Calvino, cubano de nacimiento e italiano de corazón, utiliza un lenguaje que destaca lo sencillo, fantástico y alegórico de sus narraciones.
Italo Calvino termina su vida con este texto inconcluso pero definitivo del milenio, en el que a través de cinco propuestas nos abre el telón para la literatura del futuro. Deja un legado para los sobrevivientes del próximo milenio y para la sobrevivencia de las letras.
La profundidad del texto se manifiesta más claramente cuando observamos la hondura en que su autor enraiza al quehacer literario. Calvino diagnostica «una peste del lenguaje», caracterizada por la vaguedad, la imprecisión y el vaciamiento de sus formas, eficaz indicio de la extensa epidemia de basta espiritualidad que sume a la humanidad. «Mi malestar se debe a la pérdida de forma que compruebo en la vida, a la cual trato de oponer la única defensa que consigo concebir: una idea de la literatura».
El escritor preparó una serie de conferencias para ser leídas en la universidad de Harvard con el título de ‘Seis propuestas para el próximo milenio’. Las propuestas de Calvino tenían que ver con la pregunta: ¿Qué va a pasar con la literatura en el porvenir? «Mi fe en la literatura del futuro – señalaba el autor – consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura con sus medios específicos puede dar».
Entonces, enumeraba algunos valores o algunas cualidades propias de la literatura que son necesario conservar o que sería deseable que persistieran. Para hacer posible una mejor percepción de la realidad, una mejor experiencia con el lenguaje. Y para Calvino esas proposiciones eran la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad… En realidad, las seis propuestas previstas quedaron reducidas a cinco, que son las que se encontraron escritas después de la muerte de Calvino.
Para Calvino la levedad revela su intención de «retirar peso» de la estructura narrativa y del lenguaje, y nos hace ver que algo valorado por parecer leve muchas veces revela tener un peso insustentable. Cuando eso ocurre, afirma, surge la necesidad de «volar para otro espacio» y considerar el mundo bajo otra lógica, otros medios de conocimiento y de control. Es también, esconder lo amargo debajo de la risa, y encontrar un tono medio.
Asimismo, usa la mitología, y ve al mito como una interpretación puntual. Calvino elige a la levedad como una de las cualidades de la literatura que es necesario preservar para no quedar petrificado con la mirada inexorable de la Gorgona. Nos topamos con esta frase: «La levedad del pensar puede hacernos parecer pesada y opaca la frivolidad», términos que, pese a que hay quien los considera sinónimos, resultan contradictorios tal como demuestra el autor.
Asume a la «rapidez» como un valor natural de la literatura para el próximo milenio, lo cual significa sintetizar en muy pocas líneas un enorme cúmulo de cosas. Comenta que encuentra más fuerte la sugestión de un resumen descarnado donde todo queda a la imaginación, dándole al lector un mundo propio al cual puede viajar. La cuestión de la rapidez, para Calvino, se coloca en el punto de encaje entre velocidad física y velocidad mental. Para él la rapidez está asociada a una sucesión de acontecimientos que escapan a la norma, encadenados unos a los otros, manteniendo una relación lógica, de causa y efecto, entre varios episodios. Envuelve, al mismo tiempo, una economía de la narrativa en la cual esos acontecimientos, sin importar su duración, llegan a un punto relacionados entre sí.
Por su parte, la «visibilidad» es la capacidad de enfocar imágenes visuales con otros ojos que no son los físicos. Lo que se ve, lo que se cree ver, lo que imagina creer ver. «La imaginación como repertorio de lo potencial, de lo hipotético, de lo que no es, no ha sido ni tal vez será, pero que hubiera podido ser».
Calvino toma como referencia el cine y la imagen, interpretando la película como una sucesión de etapas, materiales e inmateriales, en las cuales las imágenes van adquiriendo forma. Funciona constantemente en nosotros, dice el escritor, un «cine mental», que no para de proyectar imágenes. Hablando de ejercicios espirituales, muestra las instrucciones para el desarrollo de un ejercicio visual, que consiste en ver con los ojos de la imaginación el lugar físico donde se encuentra aquello que deseamos contemplar, por ejemplo, un templo o un paisaje.
Parte de la narración es un consejo sobre cómo disfrutar de la literatura: el autor invita al lector a combinar los sentidos para percibir los placeres, para sentir y para dejarse llevar por ellos.
Quise resaltar estas tres propuestas, sin restar importancia al resto, por contemplar lo que a mi juicio sería una mejora al entendimiento de la literatura universal. Tópicos, que nos llevan a entender en parte al mundo de todo temperamento saturnino, comprendido por los poetas, pensadores y artistas que resaltan por su “ser” melancólico, contemplativo y solitario.
Por: Mariandrea Maroso Guzmán @mamagux mamagux@hotmail.com]]>