Sobre el proceso de envejecimiento en las personas, se puede abordar desde diferentes criterios. En primera instancia tenemos un criterio estético, en segunda y tercera instancia tenemos lo social y lo físico respectivamente, y finalmenteel envejecimiento psicológico.
Por: Sofia Turizo Figueroa
Posiblemente hemos sentido preocupación por uno o varios de los aspectos mencionados, sobre nuestro propio proceso de envejecimiento, pero ¿qué pasa con el envejecimiento de nuestros padres?

La etapa adultez tardía o vejez, es una etapa caracterizada por transiciones y por reorganizaciones en todos los aspectos de la vida de una persona. Y dentro de estos múltiples cambios está incluido, llegado el momento, se inviertan los roles. Aquel infante que se sintió protegido y respaldado durante sus primeros pasos, acompañado a sus actividades lúdicas y cuidado con esmero cuando estuvo enfermo, se verá en el rol de cuidador y responsable de sus padres. Esta situación es muy común que despierte preocupación. El miedo a la vejez de los padres es normal.
Según José Carlos Bermejo, director general del Centro de Humanización de la Salud, en España “nos sorprende la llegada de la torpeza física y psicológica. Nos duele también, y mucho, la primera vez que aceptamos que nuestros padre o madre no se acuerda de algo que le hemos dicho recientemente o cuando no sabe que soy su hijo. Más difícil se presenta cuando hay que poner ciertos limites como reducir la libertad en las salidas o en el manejo del dinero”. Así, por ejemplo, cuando notamos que nuestros padres van perdiendo la proporción de las cantidades, y de las denominaciones del dinero vigentes, lo ideal es hacer un seguimiento a la situación y llegado el caso, limitar su manejo del dinero. No privarlo del todo del manejo de este, pues no se les debe limitar en la medida de lo posible su percepción de autonomía y control sobre sí mismo.
Lo más importante es entender que, aunque nuestros padres estén bajo nuestra tutela y protección, siguen siendo nuestros padres, no infantilizarlos, ni tratarlos como nuestros hijos es vital para que ellos conserven su dignidad y autoestima. Además, entablar un estilo de comunicación donde se le pregunte abiertamente por sus deseos y se le respete sus opiniones. Hacerlos miembros activos de la vida familiar, acompañarlos con ternura y paciencia. Cada familia debe buscar la forma de balancear sus diferentes obligaciones con el cuidado y atención a los mayores. No existe una formula universal, pero es vital que todos los miembros de la familia participen de la tarea de cuidar, para cuidar la salud física y mental de todo el núcleo familiar.










