El ex concejal y ex secretario de Gestión Social de Barranquilla, Roberto ‘Tico’ Rossanía, escribe un análisis sobre el proceso de paz entre el gobierno del Presidente Santos y las Farc.
Escrito por: Roberto Rossanía – @ticorosania
Con el presidente Santos siempre hemos estado de acuerdo en la firma de un acuerdo de paz definitivo que fructifique en que los guerrilleros de las Farc y el Eln se reincorporen a la vida civil del país y por qué no se conviertan en partido político antes que estar echando plomo y secuestrando colombianos.
Y la misma suerte debe ocurrir con los legendarios miembros del ELN, hacer dejación de armas y pasar a construir un estado más amable para los colombianos.
Llegó la hora de firmar en serio la paz duradera para Colombia. Los secuestros, la siembra de minas «quiebrapatas», las voladuras permanente de oleoductos como el de caño-limón no puede ser el pan de cada día que la guerrilla le brinde al país. Ni mucho menos el dantesco espectáculo y doloroso por cierto, de involucrar niños a la guerra, en vez de estar estos infantes estudiando o jugando con un balón al mejor estilo de Messi o del mismo Falcao.
Hoy la guerrilla más vieja del mundo tiene que quitarse de la cabeza que van a conquistar el poder por la vía de las armas. Eso está revaluado. Colombia no soportaría tanta sangre y tanta barbarie. Los comandantes tanto de las Farc como del Eln, murieron en las montañas y en enfrentamientos con el ejército pensando en esta colosal victoria que nunca llegó.
Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Raúl Reyes, El Mono Jojoy, Alfonso Cano, el padre Manuel Pérez y toda esta pléyade de comandantes guerrilleros, lucharon bajo el fragor de la guerra por llegar a manejar al Estado, única y exclusivamente por la vía de una revolución armada.
Desde la muerte de estos comandantes e ideólogos de la guerrilla, hasta hoy ha corrido mucha agua por debajo del puente. El mundo ha cambiado vertiginosamente, diríamos que, a pasos agigantados. Me atrevo a decir con mucha certeza que nuestra nación ya no quiere ver más guerra en nuestras calles, campos, pueblos, montañas y veredas.
Países como Nicaragua, El Salvador, aquí mismo en Centroamérica, lograron ponerse de acuerdo y muchos de estos comandantes llegaron a ser hasta presidentes y congresistas de estas naciones convulsionadas por guerras intestinales como el caso de Daniel Ortega y ahorrarse la muerte de millares de personas.
La guerra es el peor camino para resolver los conflictos políticos y sociales de una nación, como es el caso de Colombia. Llevamos 60 años sacudidos por los estragos de una guerra fratricida, convirtiéndose en un monstruo de mil cabezas, y nada que nos ponemos de acuerdo. Desde el mes de diciembre de 1.958 hasta el 31 de diciembre del año 2012, han muerto violentamente en nuestro país, 220 mil personas según el reciente y espeluznante informe del Centro Nacional de Memoria Histórica. Y donde, de cada 10 personas muertas, 8 fueron civiles que nada tenían que ver con el conflicto armado.
Aplaudimos la audacia del presidente Santos en jugársela por la paz e inclusive enviando a su hermano, el periodista Enrique Santos Calderón, a hacer los primeros contactos con Timochenko, Ivan Márquez, Marcos Calarcá, Pablo Catatumbo de las guerrillas de las Farc para iniciar unos diálogos de paz cuando más estaba polarizado el conflicto armado en Colombia y la guerrilla estaba haciendo ataques demenciales repudiados por el grueso de los colombianos.
Este giro del gobierno Santos, cayó bien. Fue un bálsamo y a la vez una esperanza por conseguir la tan anhelada y cacareada paz, que tanto grita a voz en cuello cada uno de los colombianos que han visto caer a un familiar bajo las balas de una guerra que nadie quiere, o el secuestro de un ser querido en manos de una guerrilla que hoy ha perdido la brújula y han caído en practicas non santas como los cultivos de coca y la nefasta industria del secuestro.
¿Por qué no se hizo un cese al fuego bilateral?
Pienso que esto le hubiese dado mucha más claridad y dinámica al proceso de diálogo. ¿Por qué se realizan las conversaciones de paz en la Habana, Cuba y en el exterior y no se hicieron en Colombia donde se hubiese involucrado más a la sociedad civil y los actores de la guerra? ¿Por qué no se separó el tema electoral y elecciones presidenciales en los diálogos con las Farc para que esto no se presten para utilizarlos como caballito de batalla en el tema de la reelección de Santos?
Hoy estamos con una oposición de derecha encabezada por el ex-presidente Uribe, partidario de acabar la guerrilla por la vía de la guerra y una izquierda en el peor de sus momentos liderada por el senador Jorge Robledo, del Polo, quien dice que la paz tiene sabor a reelección y ellos no le jalan a ese proceso en esas condiciones. Senador del Polo, a el proceso de paz hay que apostarle sin ambages y sin caprichos y mezquindades como las suyas.
Recuerden que al ex-presidente conservador Andrés Pastrana se le disparó su favoritismo para llegar a la Presidencia gracias a una foto donde apareció con Tirofijo y los comandantes de las Farc en los medios escritos, anunciando que con él se sentaban a dialogar y buscar una salida negociada al conflicto armado de nuestro país, lo cual dejó viendo un chispero a su contrincante liberal, Horacio Serpa Uribe, quien quedó sin argumentos y poco juego para el tema de la paz.
Obvio que las Farc le dieron la mano a Pastrana en ese episodio para derrotar a Serpa. Pero lo más triste para el país es que todo fue un espejismo porque la paz no llegó en ese gobierno y las Farc participaron en ese juego que terminó con una frustración más, con la famosa silla vacía del Caguán, donde Andrés Pastrana quedó como las novias de barrancas, esperando al pretendiente que nunca llegó.
En esta paz, así planteada por Santos en el inmediatismo de la reelección, no creo. La paz como instrumento político para mostrarla, como cuando al torero le otorgan rabo y oreja en sus faenas taurinas, sin tener en cuenta la suerte de un país muy convulsionado socialmente hablando, no debe ir.
La paz tiene que estar fuera del marco político-electoral y tiene que ser una política de Estado como reza en la Constitución del 91. No podemos repetir la misma escena de Pastrana en una foto con Tirofijo, «vendiendo» la imagen con las Farc, anunciando que la paz estaba a la vuelta de la esquina, cosa para la cual se prestó la misma agrupación subversiva de corte comunista.
El show estaba tan bien montado que Andrés Pastrana le regaló un reloj de alta gama al comandante y fundador de las Farc, quien lo lucía como niño estrenando juguete nuevo.
Somos del criterio que las Farc y el Gobierno deben sentarse en la mesa de negociaciones después de esta pausa solicitada, con la firme convicción en La Habana de lograr la paz sin mirar los resultados electorales ni la reelección del presidente Santos. La guerrilla de las Farc no puede seguir mamándole gallo al país y no debe levantarse de la mesa hasta tanto cuando no se firme la paz, independientemente si es a través de una constituyente o un referéndum.
Las Farc no deberían temerle a convertirse en un partido político ni tampoco puede colocar sobre la mesa de negociaciones iniciativas imposibles de implementar en los actuales momentos, como es la constituyente. Estamos de acuerdo que este sagrado país requiere de una democracia más participativa, necesitamos derrotar la pobreza, el hambre, más empleo y acabar la corrupción galopante que se lleva los dineros de la salud, educación, y de obras de infraestructura en el país. Pero la paz está por encima de esos caprichos de las Farc y los propósitos electorales mediáticos de Santos.
Los colombianos necesitamos la paz con suma urgencia para poder mirar el progreso que tanto soñamos, y salir de este atraso espantoso que nos tienen como un país de las cavernas. Esos miles de millones que se invierten en la guerra fratricida que tenemos desde hace más de 60 años, deben invertirse en el campo y las necesidades más apremiantes para acabar con este desfiles de paros producto de un gobierno deteriorado en su imagen y de poca credibilidad entre sus gobernados.
Las Farc, el Eln y el gobierno de Santos, tienen una oportunidad histórica de sellar la paz por la vía del diálogo, dejando la arrogancia y despojándose de todo tipo de interés mezquino y pensando mucho más en el futuro de una patria hoy adolorida, atolondrada y grave de muerte por tanta barbaridad cometida por la guerrilla y el saqueo a que han sometido los corruptos al país.
Ojalá estas conversaciones en La Habana no sean flor de un día y terminen en otro chachachá más para beneficiar la reelección de Santos así como el ex-presidente Andrés Pastrana le debe su elección a la foto prodigiosa con el comandante Tirofijo de las Farc con una paz que nunca llegó y se quedó enredada en una silla vacía en el Caguán.
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