Y, sin embargo, cuentan con un selecto público de consumidores que arriesgan la vida ‘por una aventura’. Masoquismo estomacal puro y duro. Si le ofrecen uno de estos platos, diga:’ no, prefiero vivir’.
Por Chachareros/Todomail.
En medio de la pandemia causada por el Coronavirus, hay historias de seres humanos dueños de un masoquismo puro y duro. Personas para quienes la vida ‘no vale nada’, como dice la ranchera mexicana.
Y, al margen de esos seres indolentes con su propia existencia, están los diabólicos que crean bichos mortíferos como el Coronavirus o Covid-19, para que muera más de media humanidad, y así disponer de un Nuevo Orden Mundial con menos población, controlada con tecnologías de punta para que se acaben las multinacionales protestas como la ocasionada en estos días por el miserable acto de un policía estadounidense racista que estranguló con su rodilla de elefante a Geoge Floyd por el simple hecho de tener la piel morena.

Los toxicólogos dicen que el pez piedra es tan venenoso, que con tan solo tocarlo, mata. Más peligroso que un sicario colombiano.
En ambos casos está de por medio la maldad del ser humano. Tanto en quien se come el plato con el pez más venenoso del mundo, como los cerebros del virus que ha matado a millones.
Por lo pronto es bueno sugerir a quienes andan por el mundo en busca de aventuras, si va a Tokio y se antoja de un plato exótico que se prepara con el pez Fugu. En forma previa compre un seguro de vida, por lo menos un servicio de clínica de urgencias. Será tan letal dicho manjar preparado como el Fugo, que el plato se denomina ‘Ruleta Rusa’.
El Fugu, a pesar de todo, es una simple pecueca comparado con el Pez Lobo, que encabeza la lista de animales más letales del mundo, por contener una alta dosis de Tetroditoxina, que, según los toxicólogos y el científico barranquillero-cienaguero Álvaro Villanueva, es 100 veces más venenoso que el cianuro.

El pez cabracho es ‘otra delicia mortífera’. Y tan bonito que se ve.
¡Qué tal que a algún colombiano que luche de manera honesta contra la corrupción se le ocurra la brillante idea de traer un contenedor lleno del Pez Lobo y ofrezca una cena para cinco mil personas, invitados especiales, los más corruptos del país, sin que, como es apenas obvio, se les diga nada acerca del veneno del manjar! Se les dice en la tarjeta de invitación que es un reconocimiento por los aportes que hicieron a la lucha del país contra el Covid-19.
Claro que en el listado de los platos venenosos no solo hay peces. Está una fruta denominada ‘Carambola’, que mata en un dos por tres a quien se la coma por su belleza y fragancia. Lo mismo que la ‘Rambután’, que se da en el sudeste de Asia. Es tan bella, que casi nadie escapa a la tentación de tomarla entre sus manos, y de inmediato ella se abre provocativa para que su víctima caiga enredada en su trampa como si fuera la red de una gigantesca araña.
Y en Jamaica está la muy discutida ‘Blighia’, en forma de apetitosa pera, pero por dentro lleva ‘el más dulce veneno que mata lentamente”.
Lo malo de estos manjares que matan es que, quien lo creyera, también incluyen al plato favorito de la Costa Caribe colombiana, la yuca. Los investigadores aseguran que es tóxica. Lo extraño es que el 90% de los costeños se han criado a punta de bollo de yuca con arroz de lisa, o con butifarra, yuca asada, yuca con suero atollabuy y queso sabanero, y nadie se ha muerto después de ingerir una palangana de estos manjares. El cantante Poncho Zuleta cuenta, no se sabe si es verdad o mentira, que en Fundación “me comí yo solito tres palanganas de yuca, con cuatro morrocoyos guisados, suero espeso que uno lo consumía con el dedo”.
Lo cierto es que las abuelas sabaneras le daban un tremendo chancletazo al muchachito que tenía el vicio de comerse la yuca cruda. Cuando se le preguntaba “Abuela, ¿por qué le pegas a los pelaos por comer yuca cruda?”. La respuesta seca de ella era: “yo no quiero cargar luto por un nieto”.










